Milei ofrece tierra de experimentación y energía para la inteligencia artificial mientras se profundiza la recesión
“Como siempre, en Europa hacen todo mal, sobrerregulan y están matando toda la innovación. Por eso no hay grandes empresas de esto (inteligencia artificial, IA) en Europa. ¿Qué van a hacer? Nada. El Parlamento Europeo reventó todo lo que se podía hacer en Europa, así que ahí está muerto. China va a hacer lo que se les dé la gana. Por lo tanto, tiene una ventaja comparativa contra el resto del mundo. En Estados Unidos, el Congreso no tiene idea de cómo regular entre eficiencia y seguridad. Las empresas de Estados Unidos están preocupadísimas. Yo le dije al presidente [Javier Milei] si le ocurría otro presidente que haya captado toda la atención del sector tecnológico americano sobre el tema más importante del mundo en un país donde hay grandes extensiones de tierra, con clima frío, con acceso a la energía y donde están impulsando las ideas de la libertad, de baja regulación, de libre empresa… Entonces mirá si hay cuatro, en lugar de tres (potencias de IA), mirá si es Estados Unidos, China, Europa y la Argentina”.
Esto le dijo el jefe del consejo de asesores económicos, Demian Reidel, al periodista Esteban Trebucq en una entrevista previa a la actual gira presidencial por Estados Unidos, la cuarta en seis meses de gobierno.
Reidel, físico graduado en el Instituto Balseiro, ese paraíso público de formación en Bariloche, con un máster en matemática financiera en la Universidad de Chicago, cuna del neoliberalismo; y doctor en economía en Harvard, acompañó y le armó la agenda a Milei en sus reuniones con los CEO de OpenAI (la empresa participada por Microsoft que revolucionó la IA con ChatGPT), Sam Altman; de Worldcoin (la compañía cofundada por Altman que lee el iris de los ojos a cambio de unas criptomonedas, con lo que forma largas colas de voluntarios en general necesitados), Alex Blaina; de Google, Sundar Pichai; de Apple, Tim Cook; y Meta (dueña de Instagram, Whatsapp y Facebook), Mark Zuckerberg.
El jefe de Estado no necesitó verse con el propietario de SpaceX (tecnología espacial), Tesla (autos eléctricos y autónomos, que se abastece de litio en la Argentina y otros países), la red social X, Starlink (Internet satelital, recientemente llegada al país) y Neuralink (la firma que instaló ya un microchip en el cerebro de un ser humano, un cuadrapléjico), Elon Musk, al que ya visitó dos veces en sus anteriores periplos por el país que más admira, junto a Israel.
En el consejo de asesores económicos de Milei no se habla de otro tema que el que impuso Reidel, la IA. Allí están los economistas Miguel Boggiano, Ramiro Castiñeira, Fausto Spotorno, Ariel Coremberg, el legislador y financista Ramiro Marra y los empresarios Alec Oxenford (fundador del portal de comercio electrónico OLX), Eduardo Bastitta (dueño de Plaza Logística, que le ha armado el centro de distribución a Mercado Libre en la Argentina), Teddy Karagozian (de la textil TN&Platex) y Sebastián Braun (que tiene un fondo de inversión que ha apostado por tecnológicas, fintechs y hoteles).
Reidel, exejecutivo de los bancos JP Morgan y Goldman Sachs y exvicepresidente del Banco Central en el gobierno de Mauricio Macri, considera que es la apuesta que la Argentina debe hacer a largo plazo y lamenta que pocos aquí la vean, como dicen los libertarios criollos. Por un lado, pretende que las grandes tecnológicas instalen en el país, sobre todo en la Patagonia, los data centers, es decir, los centros de equipamiento que soportan la IA y que requieren bajas temperaturas y acceso a la energía, como la que puede originarse en el venteo de gas de Vaca Muerta.
Es una infraestructura que cuesta miles de millones de dólares. Por eso, una radicación así se encuadraría dentro del Régimen de Incentivo de las Grandes Inversiones (RIGI), que avanza en el Senado dentro del proyecto de ley Bases y que implica generosas ventajas tributarias, cambiarias y aduaneras. Pero por más que haya RIGI se debe convencer a los inversores extranjeros de que la Argentina mantendrás las reglas de juego en el largo plazo, algo que no ha hecho en su historia reciente de péndulo ideológico.
También se requiere que efectivamente se invierta en infraestructura energética, que no falte gas, como esta semana ocurrió en todas las estaciones de servicio y en 300 industrias, como no se veía desde la nevada porteña de 2007.
Los inversores energéticos también exigen el RIGI, como la malaya Petronas, con un proyecto de gas natural licuado (GNL, el que se exporta en barco) junto a YPF por US$10.000 millones iniciales. Pero también se daban por conformes con menos, con el proyecto de ley de GNL que elaboró el año pasado la entonces secretaria de Energía, Flavia Royón, que otorgaba rebajas tributarias, pero no en Ganancias; disponibilidad de divisas de exportación, por no el 100%; y promovía el desarrollo de proveedores locales.
Ella también había redactado una iniciativa para el hidrógeno verde, alternativa energética que por ahora quedó en la nada. Las mineras canadienses con apetito por reactivar la producción argentina de cobre son otras interesadas en el RIGI.
También la productora de fertilizantes Profertil, propiedad de YPF y la canadiense Nutrien, con un proyecto postergado de instalar una segunda planta por US$1.500 millones. Pero las grandes empresas y las pymes de la Unión Industrial Argentina (UIA) reclaman que el RIGI también apoye a inversiones menores a US$200 millones y que no faciliten importaciones de productos que se elaboran en el país. También hay reclamos de las provincias para que el régimen respete su autonomía y para que los beneficios se acoten a 20 años y no lleguen a 30.
Habrá que ver a qué precio se le vende la energía a los data centers de IA, pero también tendremos que preguntarnos por el costo ambiental de quemar gas para sustentarlos. Son interrogantes que se formulan en Europa o California, pero tal vez no en la petrolera Texas ni en la tierra de Milei.
Lo que sí quizás se cuestione desde el gobierno de Estados Unidos es si su seguridad geoestratégica no se pone en juego colocando los hubs de IA fuera de su territorio, por más que la Argentina se ofrezca como país libre de guerras y en este gobierno, además, alineado a Washington. Por ahora, los data centers de IA de OpenAI, Google o Amazon están en territorio norteamericano, mientras que el gobierno de Joe Biden limita la exportación de la tecnología de microchips a China. No es lo mismo que los hubs que sostienen la información de la Nube. Por ejemplo, ahí sí Amazon Web Services los ha radicado en Brasil, Portugal, Irlanda o Hong Kong.
Pero además de data centers, Milei y Reidel pretenden ofrecerles a los gigantes tecnológicos que un mundo cada vez más preocupado por regular la IA la Argentina se ha convertido en los últimos seis meses en el paraíso del experimento del anarcocapitalismo, donde se busca desregular todo. O casi todo. Pregúntenle a las prepagas, que debieron volver atrás con los aumentos y que, aunque tienen vía libre otra vez para aumentar en julio, se cuidarán de hacerlo no más de 2 puntos por encima de la inflación. El problema radica que a los precios de los medicamentos e insumos no los controla nadie. Suerte para la familia del embajador en Francia, Ian Sielecki, dueña del laboratorio Elea.
Pero volvamos a la idea de ofrecer a la Argentina como tierra sin límites para desarrollar y probar la IA. Los europeos que Reidel tanto desprecia establecieron algunas reglas básicas para mitigar los riesgos que un mal uso de esta tecnología puede suponer para la salud, la seguridad y los derechos fundamentales; prohibir prácticas que se consideran inaceptables para los ciudadanos y para el conjunto de la sociedad, como, por ejemplo, crear bases de datos de reconocimiento facial a partir de la extracción indiscriminada de imágenes de Internet, evaluar o clasificar a las personas a lo largo del tiempo por su comportamiento social o sus características personales, o bien explotar las vulnerabilidades de una persona o grupo con la intención de causar daño; asegurar el acceso a servicios esenciales públicos o privados y evitar la categorización biométrica de las personas; exigir transparencia con respecto a los contenidos creados o manipulados con herramientas de IA o a los sistemas de reconocimiento de emociones.
“La IA funciona con data y si vos no ponés límites a la privacidad, vos podés entrenarla con más información para hacer determinadas cosas”, explica un experto argentino en inteligencia artificial y computación cuántica que prefiere mantener el anonimato. “Con bots vos podés buscar información con o sin autorización, lo que se llama scrapping. Puede haber regulaciones éticas de información, por ejemplo, qué le pedís al usuario a cambio de dar sus datos, como en las redes sociales, donde el producto sos vos. Se puede limitar la IA que reemplace al trabajo humano, que dé respuestas médicas, que tenga aplicaciones bélicas o que instalen chips cerebrales”, ejemplifica el experto. Milei y Reidel pretenden que la Argentina ofrezca libertad para experimentar y desarrollar IA sin los límites que se autompuso la Unión Europea o que planea poner Estados Unidos.
“La Argentina tiene que apuntar a desarrollar estratégicamente la industria de la Inteligencia artificial”, opina el CEO de la empresa local de IA de datos Teramot, Bruno Ruyu, que pronto inaugurará oficina en el Silicon Valley. “Tenemos profesionales en tecnología con un nivel totalmente fuera de escala respecto a nuestra realidad económica. Tenemos la UBA (Universidad de Buenos Aires), el Balseiro, el ITBA (Instituto Tecnológico de Buenos Aires). Y ya demostramos que podemos construir unicornios argentinos muchas veces. Y tenemos otra ventaja, estamos prácticamente en el mismo huso horario que Estados Unidos, algo que nos hace mucho más atractivos frente a India, el sudeste asiático y Europa. Es una industria cuyo único insumo es el cerebro de gente capacitada. Y todo es valor agregado con capacidad de crecer en forma exponencial. En mi tiempo estudiando negocios en Stanford, me sirvió para entender que no tenemos que sentirnos menos por estar acá. Pude tener discusiones técnicas con los líderes de IA de las empresas más grandes del mundo y, si bien ellos tienen mucho más presupuesto, no ví cosas que no podamos hacer acá si logramos inversiones”, confía Ruyu. Cuando se le pregunta sobre el impacto del ajuste del gasto público en ciencias y universidades en la idea de desarrollar la IA, prefiere no comentar.
Es que la motosierra del Estado sumada a la devaluación inicial del peso, el salto inflacionario, el nuevo hundimiento de los salarios y los despidos de empleados públicos y privados están hundiendo aún más la economía en la depresión. No hay por ahora recuperación en V, como “pedo de buzo”, como prometió el refinado presidente de la Nación, ni en U ni siquiera en forma de pipa. “Actividad económica: esto no es una pipa. Indicadores económicos exhiben caídas verticales que no parecen encontrar piso, impactan en el nivel de empleo y conviven con el esperado rebote de la actividad”, advirtió un reciente informe de la consultora Vertical, de Eduardo Hecker, Federico Sánchez y Haroldo Montagu.
En las grandes cadenas de supermercados advierten que en mayo el consumo cayó otro 15%, peor que el 14% de abril. Un ejecutivo recuerda que la economía griega se hundió más y más con el ajuste: -4,3% en 2009, -5,4% en 2010, -10,1% en 2011, -7% en 2012, -2,5% en 2013 y apenas creció 0,4% en 2014, cinco años después de iniciados los recortes. Por ahora en la Argentina no hay piso, pese a las ofertas y por eso el siguiente paso para los súper y sus proveedores son los despidos, las suspensiones o los recortes de horas extra. En las empresas celebran el desprestigio del sindicalismo porque les facilita las cesantías. Los hombres de negocios de diversos sectores como alimentos, electrónica o materiales de la construcción descartan un repunte salarial frente a la inflación en un contexto de creciente desempleo, pero se encomienda que rebajas puntuales de precios y la recuperación del crédito por la celebrada baja inflacionaria posibiliten un tenue rebote hacia fin de año. Pero todavía no llegamos ni a la mitad de 2024.
La reactivación por inversiones mineras, energéticas o de la IA puede demorar aún más, pues no son decisiones que se adoptan de un día para el otro, por más que se apruebe la ley Bases con su RIGI y su flexibilización laboral. La Confederación de Sindicatos Industrias y el Foro de Abogados de Organizaciones Sindicales convocan a marchar al Senado contra la norma ómnibus. Mientras tanto, para contener el malestar social que en tiempos de individualismo reinante se traduce cada vez más en inseguridad, uno de los pocos rubros del gasto público que crece es el de la asignación universal por hijo.
AR/JJD
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