Los banquetes de las barricadas

En los tumultuosos días del Mayo Francés, en el año 68, mientras la ciudad de París es escenario de barricadas y reivindicaciones sociales, el lujoso hotel Le Meurice intenta que los ánimos revolucionarios no afecten el normal desempeño del establecimiento.
El director del hotel cree que el personal se mantendrá al margen, a diferencia de lo que sucede en otros grandes cinco estrellas de la Rue Rivoli. Sin embargo, a los pocos días de ver el creciente poderío de los trabajadores, el conserje de Le Meurice lidera un movimiento que retira al director de su cargo y deja el lugar en manos de los empleados.
La decisión, no obstante, no afecta el día a día del hotel. Al menos en las primeras jornadas. Los salones de lujo francés, con sus magníficas propuestas gastronómicas siguen funcionando sin el más mínimo cambio. Los huéspedes, como la señora Florence Gould, millonaria estadounidense, no duda en ningún momento que sus perros caniches recibirán su paseo habitual en los jardines de las Tullerías.
La trama —brevemente esbozada— pertenece a la novela Banquetes de las barricadas, de la escritora y periodista francesa Pauline Dreyfus. El centro de la cuestión es la esperada realización de una cena de gala, ofrecida cada año, para premiar la obra de un escritor. En este caso, la de un joven y poco conocido Patrick Modiano.
El atractivo evidente del libro es la desconexión existente entre la dinámica lujosísima del hotel y la revolución social que tiene lugar afuera. Una señora Gould que decide salir a recorrer las calles de París a bordo de su Roll Royce, a escasas cuadras de la toma del diario Le Figaro, por parte de un grupo de estudiantes. Barricadas y adoquines voladores frente a la indiferencia total.
El libro llegó a mis manos de pura casualidad; en el extremo de una biblioteca en una calle de París, la portada al descubierto: “Le déjeuner des barricades”. Por eso descarto que el intento de hacer una analogía con lo que pasa en Argentina sea un acto deliberado de horadar al gobierno de Javier Milei.
Fueron, en efecto, dos acontecimientos actuales los que provocaron la asociación. Por un lado, las imágenes de los jubilados en las calles de Buenos Aires, golpeados por la policía, evocaron la represión de los antidisturbios franceses durante el desalojo del Barrio Latino, tomado por estudiantes en las noches de las barricadas (10 y 11 de mayo de 1968). Por otro, los cortes masivos de electricidad en Buenos Aires en los últimos días, que dejaron a más de 100.000 personas sin luz. En la novela de Dreyfus, las lámparas del hotel comienzan a parpadear como consecuencia de la huelga de los trabajadores de la empresa de energía eléctrica francesa.
En el fondo de los acontecimientos —al que se suma la reciente tragedia climática en Bahía Blanca— empieza a perfilarse cada vez más un escenario de desigualdad creciente, en el que algunos sectores se benefician (mucho) del modelo económico de Milei mientras que otros acentúan su caída. Un informe del Centro RA de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA señaló que el salario mínimo en el país sufrió una caída de casi el 33% en el último año. El Instituto de Estadísticas y Censos de CABA publicó estos días que en los últimos dos años creció un 55% la cantidad de personas en situación de calle. Barricadas y adoquines voladores frente a la indiferencia total.
Hay un momento en la novela de Dreyfus en la que los trabajadores del hotel debaten si permitir o no que la cena de premiación al escritor se realice. “Me he informado —abunda la encargada de la primera planta—, el premiado va a cobrar un cheque de 5.000 francos. ¡Diez veces el salario mínimo! Es una provocación de cara a los trabajadores en huelga que reclaman un aumento de salario. No podemos aprobar eso”.
Diez veces el salario mínimo, relata indignada la empleada. ¿Qué diría hoy si alguien le contara la diferencia existente entre las ganancias de los actores financieros que se benefician del carry trade y lo que cobran los trabajadores argentinos? Algo de eso esbozó un ex Gran Hermano esta semana, durante un pedido desesperado de trabajo (“de lo que sea”) en una transmisión de ese engendro televisivo que aún se mantiene en la hora dorada del canal Telefe.
Alguien podría señalar que esta crónica es pesimista, antojadiza en su relación (¿qué tiene que ver la casta internacional del hotel Le Meurice con el gobierno argentino?), pero lo cierto es que la historia se repite en algunos países. Lo decía Karl Marx sobre ciertos eventos históricos de Francia, y más de uno se animaría a afirmarlo respecto de Argentina. ¿Qué puede deparar para la institucionalidad argentina la designación por decreto de jueces de la Corte Suprema? ¿Qué podrá pasar si un nuevo desembolso del FMI se utiliza para sostener artificialmente el tipo de cambio y darle salida a los mal llamados fondos de “inversión”? Quizás pueda suceder lo contrario de lo que ha sucedido a lo largo de la historia argentina. Los adoquines permanecerían en su sitio, sin que a nadie se le ocurra utilizarlos como objeto de protesta.
Sin embargo, es mejor no anunciar el colapso cuando ya sucede delante de nuestros ojos. Porque, en ese caso, la gran mayoría lo verá desde las calles, en las barricadas, y no desde una hermosa suite del hotel Le Meurice.
DTC
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