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Al final, no era tan así

Trump y Musk cierran la USAID para promover los intereses de Estados Unidos sin sutilezas

Elon Musk y uno de sus hijos junto a Trump durante la firma de un decreto en La Casa Blanca.
16 de febrero de 2025 00:05 h

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Desde la presidencia de Woodrow Wilson, en la primera década del siglo XX, Estados Unidos incluye la idea de promover la democracia en el mundo en su programa de política exterior. América Latina ha sido uno de los terrenos más activos de esa decisión durante el siglo pasado, mientras que en las últimas décadas se ha concentrado más en aquellos sitios donde se produjeron conflictos bélicos como los Balcanes, Medio Oriente, y, más recientemente, Europa del Este.

En América Latina, el vehículo más utilizado para impulsar esas políticas fue la USAID: la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos. La misma que cobró relevancia estas semanas luego de que Donald Trump y Elon Musk decidieran echar a sus empleados, cerrar las puertas de sus oficinas y tragarse la llave. Para muchos, la decisión del mandatario norteamericano y su principal aliado significa un revés para la democracia internacional.

Sin embargo, no habría que apurarse con esa conclusión. Primero, porque la USAID acumula numerosas críticas sobre su papel en intervenciones y todo tipo de injerencias políticas en terceros países a través del cuento de la democracia. Segundo, porque aunque la USAID sea desmantelada, Trump y Musk piensan reemplazarla por sus propias acciones, que incluyen amenazas a cielo abierto y desinformación en redes. 

Sobre lo primero, existe un libro mítico que resume varias de las intervenciones de Washington en América Latina. Es Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. En un pasaje, el escritor y periodista uruguayo señala la interrelación existente entre el Fondo Monetario Internacional y la USAID de cara al otorgamiento de créditos para terceros países. 

“El FMI proporciona préstamos o da la imprescindible luz verde para que otros los proporcionen…”. “El Banco Mundial, la Agencia para el Desarrollo Internacional y otros organismos filantrópicos de alcance universal también condicionan sus créditos a la firma y el cumplimiento de las Cartas de intenciones de los gobiernos ante el omnipotente organismo”. Por supuesto, esas “Cartas de intenciones”, no son más que los pliegos de condiciones exigidos por el FMI o Washington, y que en Argentina han probado su invariable fracaso a lo largo de los años. Mención aparte, aunque de notable actualidad, Galeano escribe: Los Estados Unidos, que emplean un vasto sistema proteccionista —aranceles, cuotas, subsidios internos— jamás han merecido la menor observación del FMI.

Otro libro interesante, escrito por Thomas Carothers, exempleado de la USAID, se enfoca en el papel de la agencia en América Latina durante los años ochenta, cuando el presidente de Estados Unidos era Ronald Reagan. Ya en la introducción, Carothers critica la “fuerte tendencia” de los funcionarios de la agencia a intentar promover la democracia en el exterior con “fórmulas simplistas basadas en ideas y suposiciones derivadas únicamente de la experiencia nacional de los Estados Unidos”. 

Más adelante, menciona las dos grandes corrientes de opinión académica que existen sobre la USAID. Los críticos sostienen que los “intentos para promover la democracia se han centrado de manera demasiado estrecha en reformas políticas formalistas y, en cualquier caso, se han visto contrarrestadas por los significativos períodos de apoyo de Estados Unidos a gobiernos dictatoriales y las élites económicas”. Los defensores sostienen que la USAID fomentó las reformas políticas e impidió que los países se orientaran hacia los extremos. 

Por último y para darle algo más de actualidad al papel de la USAID, Elon Musk retuiteó este viernes un post del periodista Green Greenwald en el que con cita a un discurso del vicepresidente estadounidense J. D Vance, señaló que aquella creencia de que todo lo que hacía Estados Unidos para “impulsar la democracia” se hizo, realmente, con un objetivo exactamente opuesto.

La nueva USAID

Donald Trump y Elon Musk no gastaron mucho de su tiempo en detallar las intervenciones o injerencias políticas de la USAID durante las últimas décadas. Más bien se centraron en la supuesta promoción que realiza la agencia de la “agenda woke” en otros países. Un post reciente del fundador de Tesla sirve de ejemplo. Con la frase “Not anymore”, y la utilización de dos memes, señala que las administraciones previas no invertían dinero en las ayudas por los daños de un huracán en suelo norteamericano y sí lo hacían en libros de historietas sobre transgéneros en Perú.

El hecho de que el presidente y su aliado no se centren en la política económica, que es la que importa, y sí en la agenda woke, es justamente lo que les permite no pecar de contradictorios cuando impulsan o exigen sin el menor reparo reformas políticas y económicas para el resto del mundo. Esta semana, por ejemplo, Trump llamó al presidente ruso, Vladímir Putin, para buscarle un punto final a la guerra entre Rusia y Ucrania. Aun cuando el objetivo es necesario, más de una publicación internacional de cierta trayectoria señaló que Moscú y Washington podrían estar dividiéndose tácitamente el país eslavo. Atrás quedarían los intereses de Kiev y también de la Unión Europea que, a la luz de los hechos, gastó miles de millones de euros y provocó decenas de miles de muertes (con sus envíos de armamento militar) para terminar igual o peor que hace tres años.

Otro ejemplo, aunque más concreto y menos conocido, es el de Sudáfrica. El presidente del país, Cyril Ramaphosa, no es precisamente un “amigo” de Washington. Ha establecido contactos con Hamás e Irán, rehúsa cualquier condena a Moscú por la guerra en Ucrania, y, en general, sigue una agenda soberana. La reacción de la Casa Blanca desde que asumió Trump ha sido cuanto menos hostil. 

Primero, el mandatario norteamericano posteó en su red social que Sudáfrica estaba tratando “MUY MAL” a ciertas personas debido a una ley de confiscación aprobada en el país que, según Trump, tiene como fin afectar a una minoría blanca en la nación africana. Acto seguido, la Casa Blanca anunció que suspendía la ayuda destinada al Estado sudafricano. Días después, y en la misma línea, Elon Musk afirmó que el despliegue de la red satelital Starlink en Sudáfrica se demoraría y el ministro de Exteriores, Marco Rubio, anunció que no participaría de la reunión anual del G-20, a realizarse en Johannesburgo. 

La guerra en Ucrania y el caso de Sudáfrica son solo dos de los numerosos casos que se presentan cada semana sobre la agresiva política exterior de Washington. A fines de enero, fue la propuesta de Trump para que Estados Unidos se hiciera cargo de la Franja de Gaza. Antes, Elon Musk se metió de lleno en la campaña electoral alemana para apoyar a la ultraderecha. Este viernes, el mismo fundador de Tesla se reunió con el poderoso primer ministro de India, Narendra Modi, para impulsar los intereses de sus empresas —fieles exponentes de la élite norteamericana actual— en el vasto mercado de la India. Sobran los ejemplos, y esto recién empieza…

Clima de época

La avanzada de Trump y Musk en reemplazo de la histórica USAID es una clara expresión del clima de época. ¿Para qué gastar millones en soft power si podemos ser brutales y directos y ahorrarnos el dinero? ¿Qué formas debemos guardar si el discurso del “orden internacional” viene cayéndose a pedazos desde hace décadas? Lo que cuenta ahora es ser directos, prepotentes hasta donde se pueda. Y no rendirle cuentas a nadie. Y si no, esperemos a ver qué pasa con la estafa promovida por el presidente Milei el viernes pasado. 

¿Dirán algo al respecto sus amigos Trump y Musk? ¿Guardarán silencio cómplice o pedirán consejo a los empleados de la USAID recién despedidos?

AF/DTC

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