Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
AL FINAL, NO ERA TAN ASÍ

Moscú y Washington prueban una receta diferente y dejan a medio mundo sin saber adónde ni a quién acudir

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, habla con Donald Trump en una fotografía de archivo.

0

Quizás más de uno esté sorprendido por la novedosa e inesperada amistad entre Rusia y Estados Unidos. Sin embargo, podría no ser una sorpresa realmente. En el 2014, durante una cobertura del conflicto en Ucrania que realicé en la frontera rusa, a pocos kilómetros del Donbás, presencié una conversación que mostró las similitudes que puede haber entre rusos y estadounidenses. 

Era una conversación antes de la cena, después de un largo día de trabajo, junto a una corresponsal de una cadena rusa y un californiano que operaba una cámara para la realización de un reality sobre la vida de la periodista. 

Desde la lejanía geográfica y espiritual argentina, pregunté a ambos qué pasaría si en un mundo como el actual —donde viajar y residir en otro país es mucho más accesible que cincuenta años atrás— debieran responder al llamado de su gobierno para alistarse en una guerra. La corresponsal —rápida de reflejos— lanzó una mirada al micrófono de su canal, apoyado en la mesa, y señaló: creo que puedes adivinar mi respuesta. El estadounidense, por su parte, fue más expresivo: si se trata de defender los valores de mi país, pido un arma y voy a la guerra.

Me pareció sorprendente que ambos estuvieran tan dispuestos a participar de una guerra. Sobre todo el californiano que, con su pelo rubio largo y una musculosa holgada, parecía mucho más cerca de una tabla de surf que de una ametralladora. Como fuera, ambos profesaban un patriotismo a ultranza (amor por su tierra, dirán otros), capaz de llevarlos a participar de un conflicto armado.

Unos meses después, durante la proyección de una película en un cine de Moscú, me encontré con una trama mil veces repetidas: rusos criminales frente a héroes norteamericanos. Por un momento, intenté ponerme en los pies de un ruso, ¿qué podría pasarme si cada vez que voy al cine mis compatriotas representan a los criminales? Quizás suene raro, pero rusos y estadounidenses están (y estuvieron) enfrentados durante los últimos cien años. Son uno el reflejo del otro, y de haberlo sido por tanto años, puede que acaben pareciéndose más de lo que uno cree. Donald Trump y Vladímir Putin, por caso, pueden ser dos hombres muy parecidos.

Propios y extraños presos de la confusión

Aquella noche en la frontera rusa, el californiano contó que era un votante de Ron Paul (1935), exmiembro y excandidato a presidente del Partido Libertario de Estados Unidos. Por paradójico que suene, un hombre que en política exterior fue un férreo defensor de la no intervención militar en terceros países; se opuso a la guerra en Irak y a un enfrentamiento con Irán. Su hijo, el senador republicano Rand Paul, ha seguido sus pasos. 

En los últimos años, fue un crítico frecuente de Trump. Primero lo enfrentó en las internas de 2016, pero luego, con la primaria resuelta, evitó apoyarlo más de lo estrictamente necesario. Durante las últimas semanas, volvió a criticarlo por el posible envío de militares a la frontera con México en el marco de la campaña del magnate contra los inmigrantes latinoamericanos.

Sin embargo, este jueves sorprendió con una declaración en X apoyando varias de las medidas del mandatario norteamericano, entre ellas su plan para acabar con la guerra en Ucrania. “Algunas personas quizá hayan notado que me resistí a dar un respaldo entusiasta a Donald Trump durante la elección. Pero ahora, estoy asombrado por el gabinete de Trump (muchos de los cuales yo habría elegido). Me encanta su mensaje a los belicistas ucranianos, y junto con su iniciativa DOGE, demuestra que me equivoqué al retacear mi respaldo”.

La posición de Rand Paul es una buena muestra de lo que está pasando en Europa con el anuncio de Trump y Putin de llevar a cabo negociaciones para poner fin a la guerra. La decisión de los mandatarios de Rusia y Estados Unidos dejó a buena parte de la dirigencia sorprendida o a contramano de sus posiciones previas en relación al líder estadounidense. 

En España, un buen ejemplo de esa incomodidad la representa el Partido Popular (PP), de derecha. Su principal dirigente, Alberto Núñez Feijoo, escribió un post en X en el que señaló que la guerra la “inició Rusia”, y que se trató de una “agresión contraria al derecho internacional”. El presidente del PP debió haber escrito el posteo con cierto resquemor, puesto que uno de los líderes veteranos de la fuerza, el expresidente José María Aznar, planeaba acercarse a Washington a través de su amistad con Marco Rubio, el jefe del Departamento de Estado. El problema es que el dirigente cubano no expresa ni más ni menos que la postura del propio Trump.

Peor lo tiene Santiago Abascal, otro ferviente defensor del trumpismo. Desde hace tiempo, el líder de Vox dirige sus críticas por el conflicto a Rusia. En ningún momento puso en duda que fuera ese país fuera el responsable de la invasión, como ahora lo ha hecho el presidente de Estados Unidos. Este jueves, Abascal repitió que el agresor era Moscú, aunque, para no sacar los pies del círculo trumpista, señaló que la Unión Europea era responsable de la guerra, puesto que había utilizado el dinero de los contribuyentes para la agenda woke, en vez de para armar y fortalecer militarmente al bloque.

Otro trumpista que debió realizar maniobras de cuidado es el exprimer ministro Boris Johnson. En un posteo en X, el inglés llamó a no “escandalizarse” con las decisiones de Trump sobre el conflicto, sino a ayudarlo a poner fin a la guerra. “Las declaraciones de Trump no tienen la intención de ser históricamente precisas, sino de sacudir a los europeos para que actúen”, escribió después de refutar al presidente norteamericano por haber dicho que Ucrania empezó la guerra, y que Volodimir Zelensky tiene un 4% de aprobación popular. 

Jhonson, por cierto, ha sido uno de los protagonistas implícitos de las críticas de Trump sobre la falta de un acuerdo entre Moscú y Kiev en los últimos tres años. Según una investigación de Foreign Affairs, el exprimer ministro inglés fue uno de los principales saboteadores de un posible plan de paz negociado en Estambul por Rusia y Ucrania a los pocos meses de que el Kremlin lanzara su asalto al país vecino. Sobre esto, Jhonson prefirió no hacer precisiones. 

En Francia, por su parte, Emmanuel Macron es uno de los que menos debió adaptar su discurso. El presidente galo siempre desconfió de Trump, y desde hace años insiste en la idea de que Europa se autonomice militarmente de Washington. Esta semana fue, junto al primer ministro inglés Keir Starmer, el impulsor de una cumbre de países europeos para reclamar que el bloque de los 27 tenga voz y voto durante las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania.

En unos días, ambos dirigentes viajarán a Washington para encontrarse con Trump. Llevarán un discurso de defensa de Ucrania, pero en la Casa Blanca ya dejaron en claro cuál es su postura.

“Ni Europa, ni la administración Biden, ni los ucranianos tenían algún camino hacia la victoria. Esto era cierto hace tres años, era cierto hace dos años, era cierto el año pasado y sigue siendo cierto hoy”, afirmó recientemente el vicepresidente norteamericano J. D. Vance.“¿Otro paquete de ayuda?, preguntó retóricamente, para luego afirmar que desconocen ”la realidad sobre el terreno“, la ”ventaja numérica de los rusos“, y lo ”agotados“ que están los arsenales militares europeos. 

La clave está en Alemania

Londres y París cargarán con el mandato de negociar con Trump. ¿Y Berlín?, puede que se pregunte alguno. Alemania celebra una de las elecciones nacionales más determinantes e inciertas de las últimas décadas. El editorial de este viernes en el Financial Times señala el abismo en el que se encuentra la clase política. “Es desconcertante para los alemanes que Estados Unidos, un mentor y aliado durante ocho décadas, se haya transformado bajo Donald Trump en un matón desdeñoso del modelo democrático que Alemania construyó bajo la orientación estadounidense mientras se recuperaba de las ruinas físicas y la deshonra moral de 1945”.

Los dos principales partidos del país (la Social Democracia y la Unión Demócrata Alemana), han respaldado a Ucrania, y lo seguirán haciendo. Si logran formar gobierno, es muy probable que se unan a Macron y Starmer para presionar a Trump en las futuras negociaciones para poner fin al conflicto. El problema es que, desde que Rusia escaló su guerra en Ucrania en 2022, y la industria alemana tomó la decisión de no consumir gas ruso en represalia, la economía se hundió. Dos años de recesión han llevado a una empresa insignia de la industria del país como Volkswagen a impulsar el cierre de fábricas en suelo alemán por primera vez desde que se creo hace 87 años. 

En ese contexto, la Social Democracia, que lidera actualmente el gobierno, no ha encontrado respuestas. La Unión Demócrata, que se perfila como ganadora de los comicios, solo puede ofrecer promesas aunque ninguna incluye de momento volver a comprar el económico gas ruso. El único que plantea esa posibilidad es el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania, que, ¡oh, sorpresa!, podría este domingo desbancar a la Social Democracia y forzar una inclusión de sus dirigentes en el próximo gobierno alemán. Tic-tac-tic-tac 

Etiquetas
stats