El establishment y los intelectuales, con Lula en el balotaje
El ex presidente Lula da Silva recogió para la segunda vuelta del 30 de octubre próximo el apoyo macizo de la cúpula del Partido Socialdemócrata de Brasil (PSDB). El viernes por la noche, incluso, estuvo en el departamento de Fernando Henrique Cardoso, en Higienópolis. Y en cuanto terminó el encuentro, ambos publicaron una foto donde no ocultaron la alegría que les provocaba la unión. Por primera vez en décadas, ambos líderes están juntos en una elección.
Eso explica la adhesión a la candidatura de Lula ocurrida la última semana: el ex ministro de Hacienda Pedro Malan, los ex presidentes del Banco Central de Brasil (BCB) Armínio Fraga, Persio Arida y Henrique Meirelles; y economistas de la talla de Edmar Bacha y André Lara Resende, diseñadores del Plan Real que entre 1994 y 1995 creó la moneda brasileña homónima, el real, que se mantuvo estable hasta hoy. A ellos se le sumaron Nelson Jobim, ex ministro de Justicia; José Anibal y Teotonio Vilela, ex presidente del PSDB; Sergio Pinheiro, ex secretario de Derechos Humanos y titular de la Comisión de la Verdad; los ex ministros Juan Carlos Dias y José Grégori; y el renombrado economista y politólogo Luiz Carlos Bresser Pereira. Además de haber participado de al menos seis gobiernos, son personalidades históricas que constituyeron el núcleo más sofisticado de la intelectualidad brasileña.
Lejos de lo que muchos suponen, no hay exigencias previas terminantes para ese apoyo al balotaje por un tercer mandato de Lula da Silva. A su manera, este comando tradicional del PSDB representa un sector del establishment brasileño, con empresarios y financistas de primera línea, quienes presumen que Lula cumplirá con dos cometidos claves: la defensa de la democracia, en contraposición a los rasgos autoritarios y violentos del oficialismo; y un reordenamiento económico que preserve algunas líneas esenciales. El eje más explícito es el compromiso con la preservación del superávit fiscal.
La importancia clave de este pilar económico tiene explicaciones: Brasil, a diferencia de la Argentina, no tiene deuda externa; pero sí posee una más que voluminosa deuda interna (en reales). Alcanza nada menos que 1,44 billones de dólares; es decir, equivale a 77,6% del PBI nacional. Esa deuda son papeles emitidos por el Tesoro, comprados por inversores domésticos e internacionales. De haber dificultades para el repago de esos bonos habría una debacle del sistema financiero público y privado, con la fuga inevitable de los 370.000 millones de dólares de reservas en el Banco Central.
De esto sabe, y mucho, Henrique Meirelles quien fue titular de BCB en los dos primeros gobiernos de Lula da Silva, y antes de abocarse a esa misión, presidió el Boston Bank. Al actual presidenciable no le faltarán asesores: no sólo contará con los propios consejeros, entre los que se cuentan economistas reconocidos, como su jefe de campaña Aloysio Mercadante y su ex ministro de Hacienda Guido Mántega. Dispondrá también de los “ajenos” , entre ellos Arminio Fraga y Persio Arida.
Lula se encargó de reafirmar estos días que su futuro ministerio “también tendrá gente de afuera”, en respuesta a preguntas de los periodistas que lo indagaron específicamente por la composición de su futuro eventual gobierno. También ha dicho y repetido en cuanta presentación pública aparece, que el eje del superávit fiscal es una condición sine qua non de una buena gestión de gobierno. Siempre insiste: “Tuve 8 años de gobierno con superávit”.
Hay, empero, leyes vigentes desde la época de gobierno de Michel Temer (2016-2018) que el líder petista quiere modificar. Una de ellas es el llamado “Techo de gastos”, que solo permite actualizar el presupuesto nacional del año anterior mediante la corrección inflacionaria. Este mamotreto, que salió aprobado por el Congreso brasileño a costa de subsidiar votos en 2017, constituye un corsé inviable de los gastos públicos necesarios para financiar lo esencial del proyecto petista: educación, salud y vivienda; y, especialmente, obras de infraestructura juzgadas indispensables. En el comité de campaña de “Brasil de la Esperanza”, la coalición de 10 partidos que acompaña al ex presidente, no se cansan de repetir: “Fue Jair Bolsonaro el primero que violó el techo de gastos”.
Para los empresarios, como Pedro Passos del laboratorio de cosméticos Natura, el voto por Lula es “por la democracia y contra Jair Bolsonaro. Lula respetó la democracia y no lo veo quebrando reglas”. El industrial fue asesor económico de Simone Tebet, la ex candidata presidencial que salió de la primera vuelta con el tercer lugar en el ranking. Hoy ella está en plena acción al lado de Lula da Silva, a quien acompañará en todas las presentaciones públicas.
EG
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