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El Gobierno israelí no oculta su fuerte división interna por la guerra de Gaza

Netanyahu en una visita a las tropas israelíes en Gaza el 26 de diciembre.

Iñigo Sáenz de Ugarte

7 de enero de 2024 11:23 h

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Los gritos se escuchaban al otro lado de la puerta durante la reunión del Gobierno israelí en la noche del jueves. El objetivo de las críticas no era otro que el jefe de las Fuerzas Armadas, presente en la sala, al que algunos ministros poco menos que acusaban de poner en peligro la guerra o de debilitar al Gabinete. El general Herzi Halevi había cometido la osadía de nombrar una comisión independiente formada por tres generales retirados con la misión de investigar los errores del Ejército y de la inteligencia militar que hicieron posible el ataque de Hamas del 7 de octubre.

Ministros del Likud y de los partidos de extrema derecha aliados de Netanyahu cuestionaron los motivos de la decisión. “¿Por qué tenemos que investigar ahora? ¿Para que los militares se pongan a la defensiva en vez de estar ocupados en ganar la guerra?”, preguntó un ministro del Likud. Todos los asistentes eran conscientes de que el Gobierno se negó a iniciar una investigación completa del fracaso, similar al de la guerra de Yom Kippur en 1973, hasta que termine la guerra. Por lo que Netanyahu afirmó en público, eso supondrá que haya que esperar muchos meses.

Los socios extremistas del Gabinete mostraron su furia por la identidad de uno de los integrantes de la comisión. “¿Puso a Shaul Mofaz, el ministro de Defensa a cargo de la retirada (de Gaza en 2005) al frente de la investigación? Eso es como poner al lobo al cuidado de las ovejas”, denunció Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad. Los miembros más extremistas de Gobierno pretenden que Israel ocupe Gaza tras la guerra y que vuelvan a construirse los asentamientos que fueron evacuados hace dieciocho años.

Los ataques a la cúpula militar hicieron que saliera en su defensa, también a gritos, el ministro Benny Gantz, que pasó de la oposición al Gobierno después del inicio de la guerra. “Esto es una investigación profesional (es decir, no política). ¿Qué tiene que ver con la retirada? (de 2005). El jefe de Estado Mayor está investigando lo que sucedió para se utilice en favor de los objetivos de la campaña y de nuestra capacidad de responder a la confrontación en el norte”, dijo Gantz, otro exgeneral que fue jefe del Ejército y ministro de Defensa.

Netanyahu no defendió a Halevi en la discusión. Puso fin a la reunión a las tres horas al no llegarse a ningún acuerdo. A su término, comentó al general que compartía las críticas. “A veces, hay que escuchar a los ministros”, le dijo.

“Es una vergüenza lo que ocurrió aquí. Podés criticar al Ejército, pero lo que hicieron fue atacar personalmente y sin descanso al jefe de Estado Mayor. Hay que pensar si este foro (el Gabinete de seguridad que reúne a los principales ministros) puede tomar decisiones sobre la política de seguridad”, dijo un ministro de forma anónima a la televisión pública israelí.

Al día siguiente, Benny Gantz difundió un video en el que hizo responsable a Netanyahu de las críticas al general Halevi. Lo que ocurrió fue “un ataque con intenciones políticas en mitad de una guerra”, dijo. “Participé en muchas reuniones de un Gobierno. Una conducta como esta nunca había ocurrido antes y no debe volver a ocurrir”.

Gantz defendió la decisión de la cúpula militar de investigar los hechos del 7 de octubre, lo que era una forma evidente de criticar a Netanyahu, que no admitió ninguna responsabilidad en las anteriores decisiones políticas de sus gobiernos, como la de permitir que Qatar financiara al Gobierno de Hamas en Gaza o la retirada de unidades militares de la frontera con Gaza para reforzar la protección de los asentamientos de Cisjordania.

La respuesta del Likud fue decir a Gantz que no siga buscando “excusas” para abandonar el Gobierno. Los dos ministros del partido que criticaron duramente al jefe del Ejército en la reunión estaban cumpliendo las órdenes del primer ministro, según otro miembro del Gabinete citado por el diario Haaretz en un artículo que los define como “los dóberman de Netanyahu”.

Lo que para Gantz es inaudito y sin precedentes en las guerras de Israel, resulta una herramienta más para Netanyahu con la que mantenerse en el poder y ocuparse en que sea el Ejército quien asuma la responsabilidad por los errores del 7 de octubre.

La furia del sector extremista del Gobierno se debe también a los primeros planes conocidos para el día después de la guerra de los que Netanyahu no está muy interesado en hablar en público. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, presentó al Gobierno una propuesta de cuatro puntos en el que la Autoridad Palestina no cuenta con ningún papel. Se asigna la gestión de los asuntos civiles a unas autoridades locales palestinas a las que no identifica y se encomienda su control y financiación a una “fuerza internacional” formada por Estados Unidos y países europeos.

Israel se reserva el derecho a intervenir militarmente en Gaza siempre que quiera. Eso hará que sea casi imposible que el plan reciba el apoyo internacional necesario. Es también inviable al dar por hecho que en ese momento Hamas habrá desaparecido de Gaza.

Casi tres meses después del inicio de la guerra y a pesar de la destrucción provocada en Gaza y la muerte de más de 22.000 palestinos, el Ejército israelí aún no consiguió ninguno de sus principales objetivos. Los principales líderes de Hamas continúan vivos y dirigiendo la respuesta contra la invasión. La mitad de los rehenes sigue en manos de sus captores. No fueron destruidos la mayoría de los túneles, que son una parte esencial de la estrategia de Hamas.

Militarmente, Israel todavía está lejos de la victoria. Políticamente, no son malas noticias para Netanyahu. Necesita tiempo para intentar conjurar el hundimiento de su reputación. Una encuesta reciente indica que sólo el 15% de los israelíes quiere que continúe como primer ministro tras la guerra. Un 23% prefiere a Gantz. De todas formas, el líder del Likud sabe que ningún dirigente de la derecha cuenta con tantos apoyos como él.

Ese mismo sondeo le da esperanzas. La opción más belicista es la preferida por la opinión pública del país. Un 66% se opone a atender la petición de EEUU de que la guerra pase a una nueva fase en la que se reduzca la intensidad de los bombardeos de las zonas más pobladas. Sólo un 22% apoya esa idea.

Otra encuesta de esta semana en el diario Maariv confirma que los partidos de la derecha y la extrema derecha aún está lejos de recuperar la fuerza con que contaban antes del 7 de octubre. Unas elecciones celebradas ahora les darían 46 escaños en un Parlamento de 120 diputados. La coalición tuvo 64 en los anteriores comicios.

Es posible que el Gobierno de coalición se vaya haciendo pedazos por sus discrepancias internas. Netanyahu sólo necesita mantenerlo en pie como sea para intentar hacerse con los frutos de una hipotética victoria en Gaza. Sólo la continuación de la guerra puede salvarlo.

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