El libro del secretario de Ratzinger sacude al Vaticano: “Benedicto me dijo: parece que Francisco ya no se fía de mí”
“Usted seguirá siendo prefecto, pero desde mañana no vuelva al trabajo”. El secretario personal de Benedicto XVI, Georg Gänswein, que todavía hoy tiene el título de prefecto de la Casa Pontificia, fue despedido por Francisco después de la escandalosa publicación de un libro supuestamente escrito a cuatro manos por Ratzinger y el cardenal Sarah, uno de los principales opositores a Bergoglio en el Vaticano, y en el que se atacaba la propuesta del argentino de permitir el celibato opcional en la región amazónica.
Esta es una de las muchas revelaciones que aparecen en Nada más que la verdad. Mi vida junto a Benedicto XVI, las memorias de Georg Gänswein que saldrán a la venta este jueves en Italia y al que ha tenido acceso elDiario.es. El volumen, de 336 páginas, editado por Piemme, fue considerado por fuentes vaticanas como una “venganza” del arzobispo alemán, y deja la sensación de un enfrentamiento soterrado entre el modelo de Iglesia de Francisco y el defendido por el Papa emérito.
Cuenta Gänswein que, tras su discusión con Bergoglio, volvió al monasterio y se lo contó a Benedicto XVI. “Parece que el Papa ya no se fía de mí y quiere que usted sea mi custodio”, le contestó Raztinger. O eso dice su secretario personal, quien en sus escrito lamenta “el nacimiento y desarrollo de dos grupos de partidarios, de ‘hinchas’, pues con el paso del tiempo se vio que hay dos visiones de la Iglesia. Y estos dos grupos crearon una tensión que tuvo eco en quienes no eran conscientes de las dinámicas eclesiales”.
Gänswein también revela la intrahistoria de la histórica renuncia de Benedicto. “La idea original de Benedicto era comunicar la renuncia al final de la audiencia con la curia romana para la felicitación navideña, fijada aquel año para el 21 de diciembre. Iba a indicar el 25 de enero de 2013 como fecha en la que concluiría el pontificado, fiesta de la conversión de San Pablo. Cuando me lo dijo, a mitad de octubre, repliqué: ‘Santo Padre, me permita decirle que si lo hace así, este año nadie celebrará la Navidad, ni en el Vaticano ni en ningún sitio. Será como un jarro de agua fría’. Él comprendió la motivación y al final eligió el 11 de febrero”.
El secretario papal también muestra la hipotética preocupación de Ratzinger frente a algunas reformas y su “perplejidad” tras la publicación de Amoris Laetitia, documento que abrió la puerta a la comunión de los divorciados vueltos a casar.
Otro momento polémico para el papa emérito fue la publicación de Traditionis custodes restringiendo el uso de la misa tradicional. Siempre según Gänswein, Ratzinger “consideraba un error (…) prohibir la celebración de la misa en rito antiguo en las iglesias parroquiales, ya que siempre es peligroso arrinconar a un grupo de fieles, haciéndoles sentir perseguidos e inspirándoles el sentimiento de tener que salvaguardar a toda costa su propia identidad frente al ‘enemigo’”.
Gänswein también desvela algunos secretos del cónclave que lo eligió como Papa, como su candidato favorito –el cardenal Giacomo Biffi–, y los purpurados que recabaron apoyos en favor de Ratzinger: desde Rouco a Schönborn, pasando por Herranz, Meisner o López Trujillo.
Tras su renuncia, apunta el secretario, Ratzinger “miraba hacia tres figuras” para sucederle: “El italiano de 71 años Angelo Scola, arzobispo de Milán; el canadiense de 68 años Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, y el brasileño de 63 años Odilo Pedro Scherer”.
Sin embargo, Gänswein se muestra especialmente cauto en dos de los problemas que marcaron el pontificado de Benedicto XVI y que, aún hoy, están de plena actualidad: el escándalo del Vatileaks y la desaparición de Emnanuela Orlandi, cuyo caso –como adelantó elDiario.es– fue reabierto ayer por la Justicia vaticana.
El 'caso Orlandi' y Benedicto XVI
En este caso, Gänswein relata cómo “tuve una reunión el 9 de diciembre con Pietro Orlandi, que quería darme una copia de su libro (…) e informarme de algunas novedades del caso. También (…) me pidió que verificara la posibilidad de que el papa Benedicto les dirigiera un saludo”. Algo que no sucedió a instancias de la Santa Sede, por las denuncias del hermano de Orlandi de “algo oculta” el Vaticano sobre este caso.
“El hecho que el Papa mencione siquiera el caso puede prestar apoyo a la hipótesis, casi demostrando que el Papa ”no está de acuerdo“ en cómo se ha gestionado el asunto”, recuerda el secretario papal. “Personalmente, había expresado mi máxima disposición y solidaridad con Pietro Orlandi (…), pero la atribución del conocimiento de secretos relativos al propio secuestro por personas pertenecientes a instituciones vaticanas, sin indicar ningún nombre, no corresponde a ninguna información fiable o fundamentada; a veces casi parece una coartada ante el desánimo y la frustración, al no poder encontrar la verdad”.
Tanto Gänswein como Domenico Giani informaron de ello a Benedicto XVI, así como de las “diferentes y conflictivas pistas” de los últimos tiempos, desde la conexión con el atentado de Ali Agca contra Juan Pablo II a la participación de la Magliana o “asuntos relacionados con el Banco Vaticano de la época de Marcinkus a la supuesta financiación del movimiento polaco Solidarnosc”, noticias para las que, admite Gänswein, “cada uno tenía pruebas a favor y contra, sin llegar nunca a una prueba definitiva”.
La posible aparición de un dossier sobre el tema en los papeles robados por Paolo Gabriele al propio Gänswein y que supusieron el Vatileaks también rondan las ‘Memorias’ del secretario, algo que no apareció. En los últimos tiempos, sin embargo, los magistrados se han preguntado por qué había tanto miedo de que en su lugar hubiera una copia. Inevitablemente, la hipótesis de que el dossier contenía “toda la verdad sobre lo ocurrido y a manos de quién”. “Nunca he compilado nada en relación con el caso Orlandi, por lo que este expediente fantasma no se ha hecho público simplemente porque no existe”.
Vatileaks y la traición de Paolo Gabriele
Sobre el Vatileaks, Gänswein apunta que “la filtración de documentos llevó a Benedicto a crear, el 24 de abril una Comisión de Cardenales que, ”en virtud del mandato mandato pontificio a todos los niveles podía interrogar confidencialmente a cualquiera que fuera considerado capaz de ofrecer pistas“.
La comisión estaba compuesta “por tres cardenales autorizados, todos ellos mayores de 80 años y, por tanto, capaces de actuar sin conflictos de intereses”: Julián Herranz, experto en Derecho Canónico, Jozef Tomko, excelente conocedor de la Curia romana, y Salvatore De Giorgi, más externo a la esfera vaticana“. Gänswein da detalles de cómo descubrió que el ”cuervo“ era –o esa es la versión oficial– Paolo Gabriele. ”Para afrontar la situación de frente, de acuerdo con Benedicto XVI, convoqué para la mañana del 21 una reunión. Dirigiéndome directamente a Paolo, le acusé del robo (….). Después de comer entré en la capilla y no esperaba encontrarlo allí. Me acerqué a él y le pedí que me dijera la verdad sobre lo que había hecho. Fue entonces cuando empezó a admitir que se había reunido con Nuzzi y le entregó unos documentos“.
“Lo que aún hoy me desconcierta es la actitud que Paolo mostró cuando le comuniqué la suspensión cautelar del trabajo, a la espera de que se aclarase la situación. Sostuvo que sólo sera un chivo expiatorio y afirmó fríamente sentirse sereno y tranquilo con su conciencia”.
“El 26 de julio de 2012 –relata Gänswein– se celebró una reunión en Castel Gandolfo, en la que la Comisión de Cardenales dio a Benedicto un informe verbal sobre los resultados provisionales de la investigación. Decía que algunas personas, por intereses particulares, habían tenido contacto con Gabriele y de alguna manera le habían apoyado en su decisión de revelar documentos, sin que por ello hubiera detrás una conspiración real”. Así despacha la polémica que hoy, diez años después de aquello, sigue sin aclararse del todo. Para esto, en concreto, las ‘Memorias’ de Gänswein no tienen respuesta. Gabriele murió en noviembre de 2020, llevándose el posible secreto a la tumba. En cuanto al informe de los cardenales, en su primer encuentro con el papa Francisco, Benedicto se lo entregó en una famosa “caja blanca”.
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JB
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