Sin lugar para terceros en la pulseada entre Bolsonaro y Lula
Hace casi 20 años, el 22 de junio de 2002, el ex presidente Lula da Silva adoptaba un compromiso con la sociedad, pero también –y muy especialmente—con la élite empresarial de su país. En una declaración formal, bautizada Carta al Pueblo Brasileño, garantizó su decisión de “ordenar las cuentas públicas y mantenerlas bajo control”; indicó que en caso de llegar al gobierno mantendría “el equilibrio fiscal para crecer” y subrayó que preservaría “el superávit primario” y honraría “sus compromisos”. Estos acuerdos fueron cumplidos y Lula dejó el gobierno el 1º de enero de 2011 con 86% de popularidad. Hoy, cuando avanza en dirección hacia una nueva reelección: la de un tercer mandato a partir de enero de 2023, el ex jefe de Estado considera innecesario repetir aquel gesto.
No habrá una nueva Carta porque es “totalmente innecesaria” juzgó Lula. Para él sobra con el ejemplo de sus 8 años en el Palacio del Planalto, cuando ejecutó estrictamente el contrato con establecido con el mundo financiero y productivo. Pero además, esta vez va con un compañero de fórmula que satisface de sobra las prevenciones del poder económico: el ex gobernador paulista Geraldo Alckmin, un ex militante de la socialdemocracia brasileña, de orientación centroderechista y allegado a Fernando Henrique Cardoso. El político se acaba de afiliar al Partido Socialista de Brasil (PSB) para seguir a Lula como vice del binomio presidencial.
Según la columnista de Folha de Sao Paulo, Mónica Bergamo, desde que “quedó claro que el ex presidente disputaría las presidenciales y con chance real de triunfar, va en aumento la fila de empresarios que buscan reunirse con él”. Sin embargo, por el momento, Lula prefiere atender a los movimientos sociales: acaba de visitar un asentamiento del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) del estado de Paraná, donde estuvo junto al dirigente histórico de esa organización Joao Pedro Stedile. Y luego, estuvo en un proyecto de construcción de viviendas del Movimiento de los Sin Techo, junto a Guilherme Boulos, un sociólogo y político paulista que dirigió esa agrupación. Se supone de él que será uno de los ministros de un futuro gobierno lulista, ya que es la figura joven a la que apuesta el líder del Partido de los Trabajadores.
Lula confirma que mantendrá reuniones con las élites brasileñas pero luego que se inicie la campaña (en agosto próximo). El dirigente rescata lo escrito en el pasado al afirmar que tiene “conciencia” de las dificultades que se le avecinan, luego de los “desmadres” del gobierno de Jair Bolsonaro, por ahora su único y principal adversario en la contienda. Como ocurrió hace dos décadas, tampoco ahora hay “un pase mágico” que asegure cambios de un día para el otro. “No hay milagros en la vida de un pueblo y de un país”, dice. Pese a esto, sigue intacta su defensa de principios como los de “fomentar la producción, el empleo y la justicia social”.
Pero, ¿pueden Lula y Bolsonaro confiar que serán los dos rivales en la segunda vuelta de estos comicios de octubre? Las encuestas indican que, en este momento, es nula la probabilidad de un candidato de la tercera vía tumbar al jefe de Estado y a su opositor principal.
Tres de ellos tendrían alguna posibilidad de desempeñar un papel razonable: Ciro Gomes (laborista del PDT); Sergio Moro de Podemos y Joao Doria del PSDB. Pero todo indica que deberán realizar un esfuerzo inaudito para salir con una imagen no damnificada. Es que tanto Gomes (6%) como Moro (7%) , los mejor calificados, no logran superar esa triste barrera de un dígito de popularidad. Y Doria tendría que esforzarse en demasía para elevarse por encima del 2% de popularidad, sin seguridad en cuanto a los resultados. Este político socialdemócrata, que abandonará en breve el cargo de gobernador de San Pablo para dedicarse a su campaña, cuenta con su pasado como ejemplo de superación. Ganó primero la intendencia paulistana y luego la gobernación por sus propios medios y con acciones electorales de su cuño particular. Hoy no cuenta con el apoyo de sus colegas de partido, que hubiera preferido una figura más joven y simpática como postulante presidencial.
De todos modos, hay que tener en cuenta algunos datos de la historia brasileña reciente. Si bien es “cero” la probabilidad actual de victoria de una personalidad de la tercera vía, también es cierto que “las últimas semanas son las que definen una elección en Brasil”, mencionó un especialista en “polling data”, Neale Eldash. Con Lula en 43% y Bolsonaro en 26%, el resto de los aspirantes a presidente tendrían que trepar una montaña para colocarse en el segundo turno, decisivo en las elecciones de la democracia.
EG/CC
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