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Macron y una parte de los empresarios buscan la ruptura del Nuevo Frente Popular en Francia

El presidente Emmanuel Macron tras votar en la segunda vuelta de las elecciones legislativas, el 7 de julio de 2024.

Amado Herrero

París —

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La recomposición parlamentaria en Francia se complica cada día. Las reuniones se suceden, los partidos negocian y un juego de construcción de alianzas está en marcha alrededor de los dos bloques que más escaños obtuvieron en las elecciones del domingo: el Nuevo Frente Popular (182 diputados) y la coalición centrista que lidera Renacimiento, el partido del presidente Emmanuel Macron (168 diputados).

Entre los representantes de la coalición macronista, dos líneas comienzan a trazarse claramente, amenazando con romper el partido. Por un lado, los partidarios de una alianza con los diputados de la derecha, encabezada por un primer ministro conservador –el nombre del actual ministro del Interior, Gérald Darmanin, es el que suena con más fuerza–. El propio Darmanin trató de marcar el tono nada más conocerse los resultados de las elecciones legislativas el pasado domingo: “Debemos gobernar en la derecha y no en coalición con Francia Insumisa (LFI) y con el Frente Popular (NFP)”. Por otro lado, están los favorables de un gran bloque que se extienda, al menos temporalmente, a los socialdemócratas del Partido Socialista y de Europa Ecología-Los Verdes.

No obstante, tanto en el centro como en la izquierda, las voces se multiplican para demonizar a Francia Insumisa y bloquear cualquier intento del partido de acceder al gobierno. Pero lo cierto es que LFI es a día de hoy el partido con más diputados dentro del bloque mayoritario, el progresista. Y como tal, la dirección del partido sigue reclamando el liderazgo para nombrar un primer ministro y aplicar “el programa del Nuevo Frente Popular, sólo el programa pero todo el programa”, en palabras de su líder, Jean-Luc Mélenchon.

Macron extiende los plazos y gana tiempo

De acuerdo con la Constitución francesa, el jefe de Estado es libre de designar al primer ministro de su elección, pero la lógica institucional dicta que debe ser una figura con un apoyo mayoritario en la Asamblea, capaz de resistir una moción de censura. Aunque el bloque de izquierda ganó las elecciones, se quedó lejos de la mayoría absoluta (289 diputados) que le permitiría exigir el poder.

Pero sin esa mayoría clara, Macron está dejando tiempo para que se exploren otras alternativas. En realidad no hay un calendario definido para que el presidente reemplace al actual Gobierno o nombre a uno nuevo. “Nadie ganó. Ninguna fuerza política obtuvo una mayoría suficiente y los bloques o coaliciones surgidos de estas elecciones fueron todos minoritarios”, afirmó este miércoles Macron en una carta abierta. “Hago un llamamiento a todas las fuerzas políticas que se reconocen en las instituciones republicanas, el Estado de Derecho, el parlamentarismo, la orientación europea y la defensa de la independencia de Francia a que entablen un diálogo sincero y leal para construir una mayoría sólida, necesariamente plural, para el país”.

Un llamamiento claro a un acuerdo que excluya a LFI y al partido de Marine Le Pen que, a sus ojos, no comparten ese respeto de las instituciones. Entre tanto, Macron decidió que el Gobierno de Gabriel Attal continúe con plena capacidad, en lugar de que esté en funciones hasta la formación del nuevo Ejecutivo, una decisión muy criticada por el resto de fuerzas políticas. En este contexto, diferentes voces en el NFP vienen acusando en los últimos días al presidente de maniobrar para impedir que la coalición de izquierda forme gobierno.

“Único en el mundo democrático: el presidente se niega a reconocer el resultado de las urnas que sitúan al Nuevo Frente Popular a la cabeza en votos y escaños en la Asamblea”, respondió Jean-Luc Mélenchon a la carta del presidente. “Es el regreso del veto real sobre el sufragio universal ¡Afirma dar tiempo para formar otra coalición mediante tramas después de las elecciones! Es el regreso de las intrigas de la Cuarta República. Basta. Debe inclinarse y convocar al Nuevo Frente Popular. Es simplemente democracia”.

“El presidente de la República, desde el domingo por la noche, está dando la impresión de buscar todos los medios necesarios para intentar ignorar el resultado de las elecciones y el hecho de que el NFP haya ganado”, denunció Manuel Bompard, diputado del NFP. “Hay una composición de gobierno en discusión, no terminamos aún, pero al menos el presidente de la República debe manifestar públicamente una intención”.

Para complicar más las cosas, la cohesión interna de LFI también está debilitándose. Cinco diputados críticos con la dirección rompieron con el partido y escribieron el martes a los presidentes salientes de los grupos Comunista y Ecologista para proponerles la creación de un nuevo “grupo conjunto”. “Como saben, la ruptura entre nosotros y Francia Insumisa es total y no nos sentaremos en el grupo”, escribieron Clémentine Autain, Alexis Corbière, Hendrik Davi, François Ruffin y Danielle Simonnet.

Demonización de la Francia Insumisa de Mélenchon

Pasadas las elecciones, dirigentes de centro y derecha, como la presidenta de la región parisina, Valérie Pécresse, o las ministras Aurore Bergé y Rachida Dati piden construir un nuevo cordón sanitario alrededor del partido Francia Insumisa. Una demonización de LFI a la que contribuyó Emmanuel Macron durante gran parte de la campaña al equiparar a “los dos extremos” y al afirmar que pueden conducir a Francia a la “guerra civil”. Si en los días anteriores a la segunda vuelta de los comicios, celebrada el pasado domingo, Macron rebajó el tono respecto a los insumisos, una vez pasó el espectro de una mayoría de la extrema derecha en la Asamblea (el bloque de Marine Le Pen finalmente es tercero), los ataques volvieron a ganar intensidad.

El martes, el secretario general de Renacimiento, Stéphane Séjourné, publicó una tribuna en la prensa dirigida a “los líderes de la izquierda republicana”, proponiendo un compromiso. Pero después de las elecciones, una parte de los diputados macronistas comienzan a desmarcarse de la línea del partido y del presidente de la República. Es el caso de Sacha Houlié, uno de los principales representantes del ala más a la izquierda de la que fue desde 2017 la mayoría en la Asamblea y uno de los más críticos con la ley sobre inmigración aprobada en diciembre. Houlié anunció este martes en un artículo publicado en la revista Society que ya no formará parte del grupo de Renacimiento en la Asamblea y que aspira a crear una nueva formación con otros disidentes de tendencia progresista de Renacimiento y sus aliados.

Desde el partido socialista, algunos líderes –en particular tres de las figuras más importantes en la reconstrucción del partido: Carole Delga, presidenta de la región de Occitania; la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, y el eurodiputado Raphaël Glucksman–, son partidarios de buscar alianzas más allá del NFP. “La izquierda, por sí sola, no está hoy en condiciones de tener una mayoría”, declaró Delga en una entrevista en la cadena TF1, en la que defendió que la coalición debe “construirse en torno a los socialistas y tender la mano a ”algunos diputados de Renacimiento“, si estos aceptaban apoyar un ”programa claro y de izquierdas“.

Delga, lo mismo que Hidalgo, pidieron defender una parte del programa, como la revalorización del salario mínimo o la derogación de la reforma de las pensiones, pero pidió flexibilidad con el resto de puntos. Y, en esa entrevista, señaló que el secretario general del PS, Olivier Faure, es el candidato “lógico” para ocupar el puesto de primer ministro.

Jérôme Jaffré, director del Centro de Estudios y Conocimiento de la Opinión Pública, afirmaba que el problema fue que “el combate político del NFP” durante la campaña electoral se llevó a cabo “con un programa maximalista sobre varios puntos”. “El PS exigió garantías a LFI sobre el antisemitismo, sobre la condena a Hamas y sobre conflictuar la vida pública, pero a cambio aceptó el programa económico de los insumisos”, explicaba.

Precisamente, un importante frente contra LFI procede de los círculos económicos. En un contexto de aumento del déficit y de llamadas de atención de las agencias de calificación de riesgo –las últimas, de Moody’s y Standard & Poor’s–, las medidas de gasto social fueron muy criticadas, en concreto la subida del salario mínimo, la congelación de ciertos precios o el aumento de la fiscalidad a las rentas más altas.

En un comunicado publicado hace unos días el presidente de la patronal Medef, Patrick Martin, explicó que la aplicación de estas medidas sumiría a “Francia en una crisis económica profunda y duradera”. E instó a Emmanuel Macron a “elegir el país por encima de los intereses partidistas”, llamando a una unión de “social-liberales” y “socialdemócratas” para que estas fuerzas políticas, consideradas “razonables” y alejadas de los “extremos”, puedan gobernar juntas. El mismo llamamiento que hicieron otras personalidades representativas del mundo empresarial y las agencias de calificación de riesgo, que reclamaron la rápida formación de una gran coalición estable con un programa económico que mantenga el rumbo de la política de oferta.

En una entrevista en el diario Les Echos publicada el martes, el presidente de la patronal francesa estimaba que su posición “habría sido otra si se hubiera presentado un programa económico socialdemócrata. Podríamos haberlo suscrito. No olvido que fue un Gobierno de izquierdas el que inició el paso a una política basada en la oferta hace nueve años [en referencia al pacto de competitividad, firmado por François Hollande y Manuel Valls con la patronal]”.

AH/CRM

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