El médico ucraniano que trata con ketamina a los veteranos del ejército: “El 80% tendrá problemas de salud mental”
“Hubo un momento en que pasaron todos los que están muertos. Pasan volando, trato de detenerlos y se alejan”. En el vídeo habla Ihor, un soldado ucraniano que en abril de 2022 sobrevivió al asedio a la planta siderúrgica de Azovstal, en Mariupol, y luego fue capturado y torturado por el ejército ruso.
Ihor está bajo los efectos de la ketamina, un anestésico que también se usa como droga recreativa y que durante el último lustro ha revolucionado los tratamientos para la depresión severa. Le atiende Vladislav Matrenitsky, un antiguo médico especialista en fisiología y biología molecular que se pasó a la psiquiatría hace dos décadas.
Matrenitsky dirige la única clínica de toda Ucrania que lleva a cabo este tipo de terapia y defiende su potencial, así como el de otros psicodélicos como el MDMA y la psilocibina, ante la epidemia de salud mental en soldados y civiles que anticipa la guerra en el país.
“El 80% de los soldados tendrá problemas de salud mental”, asegura. “Habrá una gran necesidad de asistencia en este tipo de trastornos”.
Situada en el norte de Kiev, en su clínica ha atendido ya a centenares de veteranos del ejército y también a civiles con traumas derivados del conflicto. La sesión dura unos 40 minutos y cuesta, al cambio, unos 100 euros, si bien el centro ofrece algunos tratamientos gratuitos para soldados.
Para algunos psiquiatras, la terapia asistida con ketamina supone la principal innovación médica relevante contra la depresión en prácticamente 50 años. Se han publicado ya más de 80 estudios que demuestran sus efectos positivos en casos de depresión severa, si bien todavía no hay suficiente evidencia médica respecto a otras patologías como el estrés postraumático.
“Por supuesto que la ketamina no es la panacea y no ayuda a todo el mundo”, matiza el terapeuta, “pero en líneas generales te diría que es un 50% más efectiva que los tratamientos tradicionales”.
Eduard Vieta, jefe de Psiquiatría del Hospital Clínic de Barcelona, señalaba hace un par de años que el tratamiento había logrado curar a pacientes con muchos años de depresiones severas a sus espaldas. “Ha sido muy impactante”, resumía.
Matrenitsky, que abrió su clínica en 2018 cuando el Gobierno dio permiso para utilizar este anestésico, se dedica ahora a recoger datos que avalen el uso de la sustancia tanto para la depresión como para otras enfermedades mentales. Su intención es que el Ejecutivo de Zelenski permita también el tratamiento con otros psicodélicos que a día de hoy no están permitidos.
“El objetivo es que el tratamiento con ketamina pueda extenderse a todos los hospitales estatales”, explicaba durante un receso en el congreso de Barcelona. “Actualmente el Gobierno ha creado un comité para considerar las posibilidades y esperamos en un año tener permisos para hacer estudios clínicos con otros psicodélicos y quizás también usarlos”.
Sesiones preliminares y terapias asistidas
En la clínica de Matrenitsky, los psicólogos suelen realizar una o dos sesiones preliminares con los potenciales pacientes para determinar si pueden someterse al tratamiento y comprobar que las terapias más convencionales no han funcionado. Pasado este primer filtro, se llevan a cabo dos sesiones semanales en las que se inyecta la sustancia con una jeringuilla. El tratamiento puede durar entre seis y 12 semanas.
Matrenitsky ve la terapia con ketamina como una efectiva puerta de entrada al subconsciente a partir del que se pueden abordar los traumas: los ruidos de detonaciones, las explosiones, las imágenes de cadáveres grabadas en el subconsciente. “Cuando uno ve lo que ocurre en el frente la psique se convierte en vulnerable”, explica.
Durante las sesiones, los psicólogos van haciendo preguntas al paciente acerca de lo que ve, los olores y texturas que siente, las imágenes que recuerda... Y van guiando la sesión para intentar “liberar” los traumas de los soldados.
El tratamiento tampoco está exento del estigma que todavía tienen este tipo de terapias. “Parte de la población todavía no entiende la diferencia entre consumir drogas y llevar a cabo estos tratamientos, aunque en el último año hemos visto cierto cambio”, apunta el terapeuta. “La mayoría de nuestros pacientes son ciudadanos con estudios y bien informados, la intención es que los prejuicios se vayan diluyendo en toda la ciudadanía”.
Tampoco hay en el país, cuya herencia soviética todavía pervive, una gran cultura de abrirse ante un terapeuta. “Poco a poco la gente va entendiendo la necesidad de abordar sus traumas”, apunta. “El problema es que buena parte de los terapeutas no tienen experiencia a la hora de tratar con soldados”.
Matrenitsky también ve la terapia con ketamina como una vía para evitar el abuso de alcohol y otras sustancias en soldados con traumas de la guerra. “Muchos soldados abusan de las drogas porque no pueden encontrar otra manera de disminuir su dolor interior”, sostiene. “Por eso es relevante que puedan buscar vías para curarse y evitar el abuso del alcohol y otras sustancias”.
¿Podrían estos pacientes acabar enganchados a la ketamina? Matrenitsky considera que no y recuerda que la sustancia no genera adicción si se consume una docena de veces de manera esporádica.
Uno de sus pacientes, sin embargo, señalaba en un documental que la terapia le había logrado curar la depresión pero se dio cuenta de que quería seguir consumiendo el anestésico. “Noté que quería más y esa fue la señal de que esto te puede capturar”, relataba.
Durante la conversación, el terapeuta insiste en varias ocasiones en la epidemia de trastornos mentales que vendrá el día que acabe la guerra. “Cuestan más de curar las heridas psicológicas que las físicas y suelen aparecer al cabo de un tiempo”, argumenta. “Las heridas durarán mucho tiempo y el tratamiento con psicodélicos puede ayudar a que se curen antes”.
DM
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