Tengo 65 años y 300.000 dólares de deuda estudiantil
La Casa Blanca anunció hace unos días su esperado plan de cancelación de deuda: el presidente, Joe Biden, cancelará el equivalente a 10.000 dólares de deuda de préstamos universitarios a las personas cuyos ingresos anuales no lleguen a los 125.000; y 20.000 a los que sean receptores de becas especiales. Además de eso se extiende hasta el 31 de diciembre la moratoria federal para el pago de préstamos estudiantiles.
Lamentablemente, en este plan no hay ninguna ayuda para mí ni para millones de personas como yo, y está muy lejos de lo que exige la justicia económica y racial. Por eso me he unido a más de 250 personas, todas mayores de 50 años, que piden que se cancelen nuestros préstamos estudiantiles cuando se reanuden las amortizaciones. Cada día que pasa somos más.
La mayoría de la gente piensa que la crisis de los préstamos estudiantiles es un problema que afecta a los jóvenes. Sin embargo yo, como mujer de 65 años, estoy dentro del grupo demográfico que registra el más rápido crecimiento en el número de deudores. Sabemos que, a menos que alcemos la voz y luchemos contra ella, la deuda no desaparecerá, ni para nosotros ni para los estadounidenses de otras edades. Por eso estamos preparados para actuar y dejar de pagar las cuotas.
Tengo más de 300.000 dólares de deuda estudiantil, una carga que está afectando negativamente a mi existencia emocional y física. Tal vez se estén preguntando cómo es posible acumular una deuda estudiantil tan grande. Permítanme explicarlo.
Así pasó
Como mujer soltera, inmigrante y negra, siempre dije a mis cuatro hijos que la educación era la parte más importante de su crianza. Pero no tardé en darme cuenta de que ni siquiera yo seguía mi propio consejo. No me sentía cómoda diciéndole a mis hijos que aspiraran al máximo nivel de educación cuando yo misma no lo hacía. Como mentora, educadora y consejera de mis hijos, quería que mi tutoría y mis recomendaciones tuvieran una base intelectual y educativa firme.
En enero de 2010, comencé un programa de doctorado en gestión de recursos humanos, donde mi mayor error fue matricularme en una institución educativa privada. En agosto de 2016, alcancé mis objetivos académicos pero la sensación de éxito no duró mucho. Poco después de la graduación tuve que empezar a devolver los préstamos estudiantiles.
Mi universidad no jugó limpio conmigo mientras hacía mi doctorado. Los administradores extendieron la duración del programa, de tres a seis años. Se dedicaron a apartarme de mi investigación original, en torno a los efectos de la esclavitud y de la globalización, para alargar mi programa de estudio. Mientras tanto, yo seguía pagando. Del préstamo inicial de 75.000 dólares al año mi deuda aumentó hasta 300.000.
Entonces fue cuando mis hijos comenzaron la universidad. Debido a mi propia deuda, no pude pedir un préstamo para padres de estudiantes con el que ayudar a mis dos hijos menores a financiar su educación universitaria. Tampoco pude hacer planes para el futuro. Pedí el adelanto de mis fondos de jubilación tratando de devolver estos préstamos y no he podido volver a dotar esos fondos porque, como buena ciudadana, mi prioridad ha sido el pago de los préstamos estudiantiles por encima de todo.
Sin calidad de vida
Mi deuda estudiantil es una sangría económica y también emocional. El estrés que durante 12 años he sufrido por ella se ha cobrado un precio muy tangible en mi salud física. Sufro de hipertensión, tengo el colesterol alto y hace poco me operaron de urgencia para extirparme la vesícula biliar por problemas digestivos derivados del exceso de estrés.
Paso mucho tiempo pensando en el hecho de que tengo 65 años y los pagos programados para devolver los préstamos abarcan mis próximos 21 años de vida. Es decir, que tendré 86 años cuando termine de pagar.
Cuando uno está agobiado por las deudas estudiantiles, no hay calidad de vida personal ni laboral. Te quedas en casa. Renuncias a las vacaciones y a las conferencias profesionales, a visitar a familiares y amigos. Renuncias a todo.
Cuando uno está agobiado por las deudas estudiantiles, no hay calidad de vida personal ni laboral. Te quedas en casa. Renuncias a las vacaciones y a las conferencias profesionales, a visitar a familiares y amigos. Renuncias a todo.
Como otras personas con deudas, me ha resultado difícil ver la salida. Como persona mayor con deuda estudiantil, muchas veces me he sentido especialmente sola. Cuando conocí el Colectivo de Deudores, el primer sindicato de deudores de Estados Unidos, me di cuenta de que no estaba sola. Encontré a personas, muchas de ellas mayores, con historias y experiencias parecidas. Como grupo entendemos que en la unión está nuestra fuerza. Y estamos actuando. Si Biden no cancela nuestra deuda, suspenderemos los pagos.
Me he unido al movimiento '50 over 50' [50 personas mayores de 50 años que suspenderán los pagos de sus préstamos estudiantiles] para que el mundo sepa que los deudores mayores existen, y que somos cada vez más. Ya que los préstamos estudiantiles están diseñados como una trampa de endeudamiento, cada día que pasa hay más personas mayores con este tipo de deuda. Mis compañeros en el movimiento '50 over 50' y yo no podemos pagar, y no lo vamos a hacer. No deberíamos tener que adelantar el dinero de nuestra jubilación para pagar la universidad. He contraído esta deuda estudiantil gigantesca por la falta de apoyo y de intervención de los organismos gubernamentales frente a las políticas inhumanas de instituciones de crédito y escuelas con fines de lucro.
Biden tiene el poder de cancelar la deuda estudiantil de todos nosotros de forma automática e inmediata. ¿Por qué no lo ejerce? Le ruego a Joe Biden que haga las cosas bien y cancele toda la deuda estudiantil.
Traducción de Francisco de Zárate
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