El número dos de Hamas asesinado en Beirut era el enlace con Irán y Hezbollah
El asesinato de Saleh al-Arouri en Beirut es el primer golpe de una campaña de asesinatos en el extranjero prometida por funcionarios israelíes desde hace varios meses.
El objetivo fue cuidadosamente elegido: uno de los más altos dirigentes de Hamas y principal enlace de la organización con Irán y la milicia libanesa Hezbollah. Arouri también tenía influencia en la Cisjordania ocupada, donde nació y donde la violencia se ha disparado en los últimos meses.
Algunos funcionarios israelíes creen también que Arouri, de 57 años, conocía de antemano los planes del grupo del 7 de octubre de lanzar sangrientos ataques contra Israel, en los que murieron alrededor de 1.200 israelíes, en su mayoría civiles.
Arouri se involucró en el activismo islamista cuando era estudiante en la universidad de Hebrón a mediados de la década de 1980, una época en la que estas ideologías estaban surgiendo en todo Oriente Próximo. Se unió a Hamas poco después de su fundación, inmediatamente después de la primera intifada, y ayudó a crear el ala militar de Hamas, las brigadas Izz al-Din al-Qassem.
Encarcelado por Israel en 1992, Arouri pasó casi todos los siguientes 18 años en prisión. En 2010 ayudó a negociar la liberación por Israel de más de 1.000 presos palestinos a cambio de un único soldado israelí secuestrado.
Afincado primero en Siria, luego en Qatar y finalmente en Líbano, Arouri se labró una reputación de astuto operador con contactos en todo Oriente Próximo, pero especialmente con Irán. También amplió las redes y la influencia de Hamas en Cisjordania y negoció con Al Fatah, el veterano partido laico que domina la Autoridad Palestina.
Poco después llegó el ascenso político. Arouri, que ya era miembro del poderoso “politburó” de Hamas, fue elegido adjunto de Ismail Haniyeh, líder de la organización, en 2017. Desde entonces, ha sido un emisario de alto perfil para el grupo, involucrado en casi todas las decisiones políticas importantes, y un portavoz clave.
Pero Arouri también mantuvo sus credenciales de línea dura. En 2015, el Tesoro estadounidense acusó a Arouri de financiar y dirigir las operaciones militares de Hamas en Cisjordania y lo vinculó a varios atentados terroristas y secuestros. Estados Unidos designó a Arouri terrorista global y ofreció hasta 5 millones de dólares por información que llevara a su detención.
Poco después de los atentados del 7 de octubre, Arouri se reunió con Hassan Nasrallah, el líder de Hezbollah, para discutir estrategias para lograr “una victoria real en su guerra contra Israel”. Fotografías de los dos hombres los mostraban conversando bajo los retratos del primer líder supremo de Irán, el ayatolá Jomeini, y del actual titular, Alí Jamenei.
Más recientemente, Arouri desempeñó un papel importante en las conversaciones mediadas por Qatar, que condujeron a la liberación de algunos de los 240 rehenes tomados por Hamas. Según expertos israelíes, el veterano negociador se encargó de elaborar las listas de las personas que debían ser liberadas por ambas partes. Se dijo que el papel de Arouri era “indispensable”.
Benjamín Netanyahu, el primer ministro israelí, ha señalado repetidamente en los últimos meses que los líderes de Hamas son objetivos. En noviembre, Netanyahu declaró en una rueda de prensa que había dado instrucciones al Mossad, el servicio de inteligencia exterior israelí, para que “asesinara a todos los dirigentes de Hamas dondequiera que estuvieran”.
A principios de diciembre se filtró una grabación en la que Ronen Bar, jefe del Shin Bet, la agencia de seguridad interior israelí, decía a los parlamentarios israelíes que los dirigentes de Hamas serían asesinados “en Gaza, en Cisjordania, en Líbano, en Turquía, en Qatar, en todas partes”.
Ha habido comparaciones explícitas con la campaña de asesinatos tras el ataque de 1972 de una facción palestina armada contra el equipo israelí en los Juegos Olímpicos de Múnich. Al igual que aquella operación, esto también puede tranquilizar a los israelíes y reforzar el apoyo a un Gobierno sometido a una inmensa presión tras un gravísimo fallo de los servicios de inteligencia.
Pero existe la preocupación de que esta estrategia pueda resultar contraproducente. Antiguos objetivos de los asesinatos israelíes han declarado a The Guardian que eso no les ha disuadido, sino que se han mostrado más decididos. Otros sugieren que cualquier daño causado a las organizaciones extremistas y terroristas es temporal.
Los analistas también afirman que las consecuencias de los asesinatos suelen ser muy impredecibles. La muerte de un líder puede obligar a un grupo a cambiar de estrategia, o incluso a renunciar a la violencia, pero también puede propiciar el ascenso de otro más intransigente.
Por último, las consecuencias estratégicas podrían ser muy importantes. Nasrallah tiene previsto pronunciar un discurso el miércoles y ya ha prometido que “cualquier asesinato en suelo libanés contra un libanés sirio, iraní o palestino será respondido con contundencia”.
El asesinato de Arouri el martes podría llevar a Israel a librar una guerra en dos frentes, un escenario que hasta ahora había intentado evitar.
Traducción de Javier Biosca
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