Debes creer en la primavera
Escribo estas líneas desde la humedad del país, esperando que los aromitos den pimpollos, que los lapachos adornen los parques. Quiero creer en la primavera, al son de Bill Evans, pero en Rosario somos dueños de un sopor embolante. En septiembre de 1979, Bill Evans vino a la Argentina y me gusta pensar que, de paso entre San Nicolás y Rosario, visitó pueblos rurales.
Viajo algunos kilómetros, hacia San Lorenzo, es sábado a la noche en la parrilla Puerto de la Gloria, frente al Campo de la Gloria. Todavía suena la potencia del concierto Apiazzollándonos ejecutado por la Banda Municipal Orlando Scalona, cuya directora es Danisa Alesandroni. Se organiza un repertorio enorme, histórico y delirante a lo largo de una hora diez. Los vientos hacen lo suyo en modo jazzero. Con el Amelitango se me abre el corazón.
Me arrimo al río, a la baranda del Campo de la Gloria, quiero abrazar a la gente que quiero y no está acá. Llueve, los zapatos se hunden en estos andurriales. Más tarde emprenderemos viaje al Río Uruguay, a Chajarí, hacia el norte de Entre Ríos, y después de varios días de recorrida, volveremos a la ciudad embole. Primero cruzamos el puente Rosario-Victoria. Lo que antes era el brillo del agua, ahora, en la noche encapotada, solo es tierra yerma opaca. Está húmedo el ambiente y seco el lecho del río. Sigo buscando la primavera.
Nos detenemos un ratito en la ciudad de Victoria, para charlar con el colectivo Taller Flotante. Conjugan una serie de actividades con despliegue territorial. Sole Ferrería nos cuenta: “Taller Flotante es una agrupación que tiene sede en Victoria, pero que trabaja en un modo ‘viaje y movimiento’. Es una plataforma de proyectos relacionados al territorio islas y costa de la cuenca sur del Plata-Paraná. Es un espacio de producción, investigación y experimentación extradisciplinar y autogestivo, que busca superar visiones establecidas y divisiones políticas”.
Prosigue: “En el acto de recorrer, viajar, propiciar el encuentro y el relato, activamos representaciones de un espacio emocional colectivo y volvemos a dotar a las representaciones territoriales de su vocación. En su modo de contar las prácticas tratamos de re-dotar al agua (marrón) de su aspecto simbólico, que pierde en su construcción moderna como H2O (agua universal incolora, inodora, insípida). El agua marrón del Paraná, que arma y desarma lugares, por donde entran y salen migrantes de todo tipo y especie. Quizás allí resida una clave de identidades mestizas; un territorio inestable, que construye identidades en tránsito permanente. Trabajamos desde la circulación de los territorios como forma de conocimiento, de lectura y escritura simultánea, a través de expedicionarios, investigadores, escritores, comunicadores, docentes, baqueanos, etc. Nuestra modalidad es de talleres o laboratorios. Cada proyecto desenlaza datos, relatos, informes, imágenes, objetos, formas que desocultan la escala íntima del territorio y lo exponen empoderado en las escalas regional y global que lo atraviesan: la Hidrovía Paraná-Paraguay, corredor bi-oceánico. Desde allí constituimos lo colectivo y construimos lo público”.
En la actualidad, les integrantes del Taller Flotante están participando en la Red de Turismo Comunitario del Litoral, que llevan adelante junto al Movimiento Cuidadores de la Casa Común. También están impulsando la Red Río Feminista, anticapitalista y decolonialista, con eje en lo territorial mestizo fluvial. En paralelo, están desarrollando proyectos productivos relacionados con la alimentación. Asimismo, crearon una escuela popular de género y activan talleres de gráfica en infancias. “Hilamos narrativas que hablan de los territorios mestizos que habitamos”. Así apuestan a construir conocimiento desde las periferias, generando nuevas categorías descentradas.
Sigo rumbo al norte, bancando el letargo del ambiente y creyendo en la llegada de la primavera, mientras algunos de mis seres queridos duermen en el asiento de atrás. Recorro parte de la provincia de Entre Ríos en una concatenación de sugerencias, gracias a las recomendaciones de Eliana Zanini y Virginia Negri. Precisamente entre 2017 y 2018, Virginia creó El Rancho Cósmico junto a Tony Marquez, “un club cultural a cielo abierto, en el corazón de la selva montielera”. Ubicado en el paraje rural Las Delicias, de unos 400 habitantes, en esa hectárea se sucedieron miles de cosas: El Rancho Cósmico funcionó sin parar organizando encuentros, talleres, recitales, cebando arte, militancia y respiración vital.
Avanzamos hasta Chajarí, nos detenemos antes del Río Mocoretá. Conversamos con Alejandro Fangi, artista, docente y gestor oriundo de esta ciudad, quien nos cuenta en detalle cómo su vida, su hábitat y su obra se cruzan en el trabajo autogestivo. Ejecuta un programa de residencias para artistas y escritores. Ha creado una biblioteca llamada La Lechuza en la que confluyen objetivos de producción, creación e intercambio de conocimiento, junto a un legado familiar en acción. Sostiene una perspectiva regional y la expectativa de avanzar por sobre las fronteras nacionales, tejiendo puentes con distintos países.
Seguimos camino y nos detenemos un rato en Liebig, el pueblo industrial fantasma, que seguramente será tema de otra crónica díscola. Más tarde llegamos a San José y tenemos una larga conversación con Eliana Zanini, quien se desempeña como coordinadora de Cultura en esa localidad. Actualmente está llevando adelante el proyecto La Tribu y el Territorio, con amplio impacto en distintos puntos de la provincia. Constituye la primera residencia artística impulsada por el Gobierno de Entre Ríos, planificada en tres etapas. Se llevarán a cabo residencias de arte entrerriano, que se ejecutarán durante 2021. En cada una habrá unx artista, que será quien facilite conceptos del arte visual contemporáneo, visitas e indagaciones del territorio, junto a cuatro tutores que mediarán entre las personas, los conceptos y el territorio. El objetivo que se establece es la producción de obras que permitan problematizar el territorio de trabajo, construyendo masa crítica de artistas contemporánexs de Entre Ríos. Eliana explica que la intención es otorgarles visibilidad a los artistas contemporáneos de esta provincia. En su mapa traza genealogías con tradiciones y también con prácticas actuales, problematizando sobre las escenas, lxs artistas emergentes, el coleccionismo y el rol del Estado.
En un pequeño comentario al margen, Eliana me cuenta sobre Celia Vernaz, historiadora legendaria de San José, Colón, Caseros, El Palmar, y me permite recuperar un testimonio de ella: “Una imagen, que no se me borra desde la niñez, es una plantación de lino. Yo venía desde la escuela a pie, me volvía a la siesta. Con ese sol radiante de noviembre se producía allá a lo lejos como un espejismo, en el horizonte donde vivíamos nosotros. Se iba reproduciendo a medida que uno avanzaba. Eran las flores celestes del lino, que se acercaban hasta que al final nos metíamos adentro del lino, habíamos llegado a casa. Esa imagen ondulaba con el viento, yo lo vivía con transparencia, con ilusión, con amor, me encantaba ese panorama. Y eso me ayudó mucho con mi expresión literaria”. Recobramos otras sentencias. “No todos creen, pero ahí está la libertad”. “Íbamos descalzas, trabajábamos la tierra”. “Los árboles te traen recuerdos”. “Yo identifico el espíritu con el amor. Me dieron tanto amor que lo incorporé. Y cuando muera quedará lo que me dieron en los que me quieren. Es una forma de entender el pasar”.
La Tribu y el Territorio pareciera ser un modo para que lxs artistas entrerrianxs puedan reconocerse y seguir caminando descalzos por las zonas fluviales. Yo sigo esperando la primavera. Así descubro Wake-Up, que se define en la voz de Germán Díaz como un encuentro esporádico de amigos, una tertulia artística, que gravita entre Concepción del Uruguay, Colón, Villa Elisa. Sus dinámicas promueven el intercambio entre autores y artistas. Están batallando para conformar una escena cultural emergente y poner en conversación sus problemáticas con otras localidades de la zona.
Federico Peralta, gestor cultural y músico de Gualeguaychú, nos relata el proceso embrionario de La Solapa Club. El origen de este espacio se remonta al 1 de enero de 2012. Se originó como un proyecto familiar, funcionando como una peña. Siempre han trabajado de manera autogestiva, muy en sintonía con el movimiento cooperativo. En la actualidad están por lograr la matrícula y han diversificado sus programaciones y contenidos, ampliando su infraestructura y herramientas. También cuentan con una radio online llamada Minka, pensada para la difusión de la cultura local. La Solapa se encuentra en permanente transformación, expandiendo sus fronteras. También actúan junto con otras instituciones intermedias, vinculadas al ambiente, las prácticas de cuidado, la vivienda y la educación alternativa.
La columna vertebral, que uno u otro río organiza, define movimientos históricos, sociales, plásticos, políticos y económicos. Ante esta polifonía que relata el trabajo cultural de comunidades fluviales, puedo confiar en que llegará el florecimiento. Sin embargo, mi espera continúa. ¿Necesito ponerle una banda sonora de chamarritas o valses preciosos? ¿O traer desde Paysandú, en la voz de Liliana Herrero, a Ki Chororo? El dulce río caminito de cristal, que nos rodea de ternura. En este cúmulo de digresiones, pronto se disparará la primavera. El tráfico del cuerpo a un paisaje imposible y alucinante.
LS/CB
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