Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Opinión

Del dicho al hecho hay poco trecho: los discursos de odio son el marco de los atentados contra políticos

El expresidente estadounidense Donald Trump es sacado del escenario por el Servicio Secreto tras un ataque durante un mitin de campaña este sábado, en Pensilvania.

0

Luego de que la bala disparada por Matthew Crook rozara la cabeza de Donald Trump, su flamante candidato a vicepresidente, J.D. Vance, compartió una reflexión que resuena tanto en estos lares como a nivel global. Para Vance, el intento de asesinato no fue un incidente aislado, sino el producto de una campaña presidencial, la de Biden, que constantemente insiste en que Trump es un peligro para la democracia que debe ser detenido como sea. Hay mucho de cinismo en que este análisis venga del espacio de Trump: el magnate tiene en su prontuario cosas tales como compartir un video de un seguidor suyo que expresa “el único demócrata bueno es un demócrata muerto” o como alentar una toma violenta del Congreso. Pero este cinismo no hace a la reflexión de Vance menos interesante ni menos atinada: que le quepa también a Trump no quiere decir que esté errada.

Cuando la vida con la que se quiso terminar fue la de Cristina Fernández de Kirchner, uno de los focos del análisis sociológico sobre lo que había pasado fue la retórica violenta con que la oposición y algunos medios se referían, constantemente, a la entonces vicepresidenta. Las expresiones estigmatizantes que existieron por años se habían intensificado en los meses previos al ataque de Sabag Montiel: bolsas mortuorias en Plaza de Mayo con leyendas tales como “los pibes de la Cámpora” o “Estela de Carlotto” y horcas y guillotinas acompañadas de la frase “Presos, muertos o exiliados” habían pasado a tener un lugar en el discurso público. Esto llevó a gran parte del espectro político a señalar algo similar a lo marcado por Vance: el atentado sólo podía ser leído en un contexto de crecientes discursos de odio.

Si viajamos hasta Eslovaquia, luego de que, el 15 de mayo de este año, cinco balas impactaran en el primer ministro Robert Fico, la presidenta Zuzana Čaputová señaló que lo sucedido había sido producto de un ambiente de agresiones y odio entre políticos, y llamó a los diferentes partidos a bajar el tono de sus campañas al parlamento europeo. Una vez recuperado, Fico también marcó el rol de ciertos medios de comunicación en la difusión de discursos violentos.

Percibir la conexión entre la creciente virulencia del debate político y el reavivamiento de formas de violencia política que por largo tiempo habían sido controladas es, quizás, la lección más importante para sacar algo positivo de eventos como los de Trump, Fico o Cristina y construir una sociedad mejor y más funcional. Si el adversario es presentado como un enemigo y el debate no es de conveniencia de una política sobre otra, sino entre el bien y el mal, es esperable que muchos demonicen a dirigentes políticos, les atribuyan las culpas de todas sus desgracias y tomen decisiones tan radicales como intentar matarlos. 

Por ahora, al menos en nuestro país, venimos mal. Tal vez el trumpismo férreo del presidente de la Nación y de la ministra de Seguridad les haga llegar las consideraciones de Vance y puedan meditar sobre sus propias acciones. Tal vez, así se den cuenta de que llamar a exterminar al kirchnerismo, decir que el Congreso es un nido de ratas o ser los únicos que no repudiaron el atentado contra CFK es, exactamente, el tipo de conducta que su principal referente ahora denuncia. 

Etiquetas
stats