El mito de los 70 años de declive
La semana pasada en España, acompañado de otros dirigentes de derecha, Macri volvió sobre una idea que él mismo difundió hacia el final de su presidencia. Sus desatinos habían empujado al país a una severa crisis económica, pero él culpó a “los 70 años de peronismo”. Como si en los últimos 70 años no hubiese gobernado más que el PJ. Y como si el desastre inapelable de su propia gestión no tuviese nada que ver. Ahora, en España le agregó un elemento comparativo nuevo. La Argentina es “la sociedad más fracasada de los últimos setenta años”. El país estaba “entre los cinco más ricos” del mundo pero, incomprensiblemente, entró en un interminable declive. Venimos haciéndolo peor que nadie desde hace siete décadas. Todos son mejores que nosotros. Y por supuesto la culpa la tiene el peronismo.
Casi al mismo tiempo, en la columna que regularmente publica en otro diario, un escritor ultraliberal aportó datos supuestos de esa “abrumadora decadencia de la Argentina”. Como prueba, incluyó un cuadrito –el hombre es todo un experto en generar cuadros mal hechos o mal interpretados para que otros compartan en las redes– que muestra una caída de la participación del PBI argentino en el total de América Latina: de representar el 27% del producto del subcontinente a comienzos del siglo XX, pasó al 10%, “en un proceso que se acelera a mediados de la década del 40”. Todo encaja, parece. Peronismo = Argentina decadente.
La falacia es tan grosera que es imposible que no haya sido adrede. El PBI argentino como porción del de América Latina cayó, como cayó el de cualquier otro de los países de desarrollo más temprano, por el simple hecho de que entraron otros jugadores a la cancha. No podría no haber sucedido: más países producen más, más se agranda la torta, más se achica la participación en el total de los primeros en llegar. Lo mismo les pasó a los países más ricos. La economía de Estados Unidos representaba el 40% del PBI global en 1960. Hoy es menos que la mitad de eso. En el medio fue el giro neoliberal de Reagan, pero claro, nadie lo culparía a él ni a nadie por alguna “abrumadora decadencia de los EEUU” sobre la base de un dato tan tonto.
En los mentideros de las redes sociales, mientras tanto, no dejan de compartir un gráfico generado con idéntica (falta de) seriedad que parecería confirmar la idea del declive secular. Muestra la evolución de la Argentina en el ranking de países con más PBI per cápita. La curva parece indicar que picábamos muy en punta en 1910 y todo venía bien hasta 1945, cuando se inicia una caída abrupta. Ya se explicó hasta el hartazgo que el gráfico está mal construido. No importa: lo siguen compartiendo. Hay que aprender a autodenigrarse. Nadie lo hizo peor que vos, Argentina. Todos progresan menos vos, Argentina. Sos horrible.
De derecha a izquierda, todos los historiadores económicos serios coinciden en que los datos empíricos reales no muestran nada parecido. Incluso historiadores económicos que simpatizan con Macri. La Argentina nunca estuvo entre los países más ricos. Tuvo durante un tiempo, eso sí, un PBI per cápita que daba alto, fruto de una situación excepcional que duró poco. Hacia 1910 estuvo bien situada entre el pequeño grupo de países de los que hay datos de PBI per cápita para esa época. Pero eso no significa que fuese un país rico, ni mucho menos que estuviese entre los más ricos del mundo. Creer que Argentina estaba en 1910 en la misma liga que EEUU o Inglaterra es una tontería equivalente a aquella de Aníbal Fernández, cuando dijo que la Argentina tenía menos pobreza que Alemania. La Argentina era entonces, como ahora, un país de nivel intermedio de desarrollo. Ni de los más pobres, ni de los más avanzados.
Problemas irresueltos
La economía argentina arrastra problemas irresueltos desde que se agotara el modelo agroexportador en 1930. Y no necesito explicar a nadie que sufrimos crisis periódicas desde entonces. Pero es sencillamente falso que vengamos en declive desde hace setenta años. La evolución del PBI per cápita argentino fue comparable a la de países que hoy son ricos hasta 1975. En los treinta años posteriores a 1945 la Argentina duplicó su ingreso per cápita y amplió su producto a ritmos superiores a los de Estados Unidos y también a los del Reino Unido, Australia o Nueva Zelanda (aunque fueron superados por los de algunos países de Europa). Leen bien: con todos sus problemas, la economía argentina crecía entonces a un ritmo más veloz que el de las principales potencias occidentales. Es recién en 1975 que la economía local sufre una caída abrupta y pierde terreno por comparación no sólo con los países más avanzados, sino prácticamente con todo el mundo. Desde 1975 sí, puede decirse que el país sufre un declive. Estos datos son bien conocidos. Los produjo, entre otros, un joven economista que luego formó parte del gobierno de Macri y que hoy parece haberlos olvidado.
Los datos empíricos son registros de la realidad a los que deberíamos someternos todos. No hay tal cosa como una “decadencia de 70 años”, al menos no en la economía. Por supuesto, todo dato se puede interpretar de múltiples maneras. Pero no pueden falsearse. En mi opinión, el declive posterior a 1975 está relacionado con las políticas ortodoxas que comenzó a aplicar ese año Celestino Rodrigo, ministro de Isabel Perón, que profundizaron luego los militares, después Menem-De la Rúa y finalmente Macri. Lo que permite ver que la responsabilidad es multipartidaria: el peronismo ciertamente participó en la imposición del modelo neoliberal que viene sumergiéndonos –de hecho, puede decirse que Menem fue el que lo llevó más lejos y produjo los efectos más nocivos–, pero junto con él también lo hicieron militares, radicales y el PRO. Macri es hoy antiperonista, pero sus políticas fueron similares a las de Menem, líder peronista del que él mismo era admirador en los años noventa, y también a las de Martínez de Hoz en la última dictadura militar (las que, dicho sea de paso, cimentaron la fortuna de su familia).
Contrariamente a lo que les gusta creer tanto a kirchneristas como a cambiemitas, la camiseta política no es demasiado relevante para entender nuestra historia económica. Importa mucho más la orientación de la política que se implemente. Cuando desplazan las culpas a los supuestos “70 años de peronismo”, lo hacen precisamente para que no veamos que lo que afecta el desempeño son las políticas económicas, antes que el carnet de afiliación del presidente de turno. Y que, detrás de los cambios de gobierno, hay un común denominador en el tipo de política (ortodoxa) que nos empobrece.
Pero el eslogan de los “70 años” también hace algo más: participa de los discursos de autodenigración nacional que viene patrocinando la derecha de manera cada vez más agresiva desde que empezó a hundirse el gobierno de Macri. Nos invita a despreciarnos, a vernos como incapaces, fracasados, presa de una tara eterna, casi genética. Incitar al odio por todo lo que somos, a sentirnos humillados por nuestro pasado, a dudar de nuestras capacidades, aparece, para ellos, como una manera válida de empujarnos al cambio. Un cambio que vendrá así menos por la alegría y la convicción de marchar hacia un futuro mejor, que por el placer sombrío de alejarnos de un presente que nos da asco. Hacia donde sea que nos inviten. Porque nada podría ser peor que esto que somos.
CC
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