¿Memoria completa? ¡Sí, por favor!

Las guerritas culturales zonzas a las que ya nos tiene acostumbrados el Gobierno tuvieron una nueva entrega este 24 de marzo, con el video que un conocido difusor de ideas de ultraderecha grabó para la ocasión y Casa Rosada difundió. El video vuelve sobre el eslogan “Memoria completa”, que un puñado de extremistas partidarios de la última dictadura había enarbolado en soledad durante décadas, hasta que los intelectuales macristas del Club Político le dieron nueva vida luego de 2016, cuando también iniciaron la discusión banal del número de desaparecidos. Los partidarios de Milei abrazaron ambas cosas con pasión y aquí estamos, discutiendo pavadas.
El video reproduce falsedades ya muy conocidas, como el testimonio del exmontonero Luis Labraña, quien se atribuye haber “inventado” la cifra de 30.000 desaparecidos. Lo que es un invento es su testimonio: los historiadores ya han demostrado hace tiempo que la cifra circulaba desde mucho antes de la reunión en la que Labraña imagina haber hecho su aporte.
Pero vayamos a lo importante: la pretensión del video de “completar la memoria” reponiendo datos “que nos han ocultado”. Es extraño: todos los datos que el locutor imagina estar “revelando” tras un largo ocultamiento son conocidísimos.
Para empezar, nunca nadie ignoró que las organizaciones guerrilleras hicieron atentados, mataron gente, coparon cuarteles, hicieron secuestros extorsivos. El locutor lista una retahíla de casos, como si nos estuviese contando algo que nos ocultaron. Pero no hay persona que haya vivido esos años, o que esté mínimamente informada, que no los conozca. Cada atentado que realizaron los Montoneros o el ERP fue informado por la prensa en su momento, con frecuencia en la tapa de los diarios. Los militares y los medios de comunicación no recordaron la “amenaza de la subversión” sin cesar entre 1976 y 1983. Hay decenas de documentales, libros muy vendidos y programas de TV que siguieron informando al respecto desde 1983 y hasta hoy. La guerrilla y sus acciones están perfectamente presentes en la memoria colectiva. Nadie las olvidó.

Que el video nos “revele” que la represión militar no comenzó en 1976 sino en 1975, por orden del gobierno peronista, es ya rayano al ridículo. Hay que no haber leído nada al respecto para creer que eso es una novedad. No hay libro de historia que no lo diga; el propio locutor cita nada menos que el informe Nunca Más para validar la “novedad” que nos trae. Si ya lo dijo el principal documento que dejó el movimiento de derechos humanos ¿Dónde está el “ocultamiento”? Absurdo.
Es extraño ese énfasis en denunciar ocultamientos de hechos que son perfectamente conocidos y siempre lo fueron. Pasa que, en verdad, “Memoria completa” no busca reponer información escamoteada, sino que cambiemos el modo en que valoramos esos hechos, ya conocidos por todos. No nos dice “Ey, sucedieron estas cosas que no sabías”. Nos dice “Quiero que recuerdes estos hechos con la misma intensidad con la que recordás la represión militar y que les des el lugar de haber sido causantes de la dictadura”. Porque eso es lo que está en juego: quieren que hagamos equivalentes las violencias de los 70 y, subrepticiamente, que consideremos que la de los militares “respondió” a una previa, que es la de los guerrilleros. Que creamos que hubo una “guerra” desatada por un ataque de izquierdista y extranjero –el video machaca con una “conexión cubana” exageradísima— en la que, bien o mal, las Fuerzas Armadas defendieron el país. Lo que quieren no es que a los niños en las escuelas les enseñen que hubo guerrillas: quieren que el relato de los setenta comience con ellas, que sus acciones parezcan igualmente abominables, que se les de una magnitud mayor que la que tuvieron. Y sobre todo, que parezca que los que empezaron fueron los guerrilleros.
Esto no es otra cosa que una justificación de la dictadura. De nada vale que, de mala gana, el muchacho diga rapidito a cámara que hubo excesos injustificables en la represión. Lo mismo dijo Milei en el debate presidencial, retomando a su vez, textual, las mismas palabras de Emilio Massera en el Juicio a las Juntas, cuando intentó exculparse presentando el asunto como una “guerra” en la que hubo algunos lamentables excesos, qué se le va a hacer. “Memoria completa” es eso: un intento poco sutil para regresar a la narración de los hechos que habían planteado los militares. Una justificación lisa y llana de la dictadura. Eso es lo que intenta Milei.
De hecho, lo que se proponen no es completar la memoria, sino cercenarla. Porque no hay que olvidar que fue el movimiento de derechos humanos y la sociedad argentina los que fueron completando una memoria muy parcial y condicionada por el relato de los militares. Para empezar, hubo que traer a la vista algo que sí se ocultó, que fue la represión clandestina, los secuestros en medio de la noche, las desapariciones, las torturas, los vuelos de la muerte, los niños apropiados. A diferencia del accionar de la guerrilla, que siempre se conoció, la memoria de todo eso hubo que asegurarla.
Luego, hubo que incorporar un hecho que el relato militar negaba y hoy el video de Milei vuelve a esconder: que la represión no fue solo contra los que optaron por la lucha armada, sino contra los que luchaban por un mundo mejor de manera pacífica: delegados sindicales, sacerdotes, intelectuales, estudiantes, artistas. Nada dice sobre ellos la “Memoria completa”: los omite completamente para que creamos que el problema comenzaba y terminaba en el ataque que desató la guerrilla.
También tuvimos que ir reponiendo otro contexto que “Memoria completa” nos escamotea: que el ciclo de violencia de entonces no comenzó con la fundación de organizaciones armadas sino mucho antes. Los actores de la época lo decían con todas las letras: el país vivía en la violencia, la ilegalidad y la arbitrariedad desde el bombardeo a Plaza de Mayo de junio de 1955 que causó más de 300 muertes; desde que Perón fue derrocado en septiembre de ese año y se inició una proscripción de 18 años; desde los fusilamientos de militantes de José León Suárez en 1956; desde que Onganía asumió el poder en 1966 anunciando que se iba a quedar para siempre; desde que se aplastó a balazos al Cordobazo de 1969. Toda esa violencia antecedió a la formación de organizaciones armadas. El ciclo de violencia no comenzó desde abajo, sino desde arriba, con regímenes dictatoriales que representaban los intereses de las clases altas. Y si algún agente extranjero estuvo involucrado, fue Estados Unidos del lado de los dictadores. Esa parte de la memoria la borran.
También debimos completar la memoria con la constatación de que la dictadura no fue “militar”, sino “cívico-militar”. Que en el régimen de terror participó activamente el sector empresarial. Que la dictadura no tuvo que ver con controlar una guerrilla que en 1976 estaba ya políticamente derrotada –otro dato que tuvimos que reponer en la memoria–, sino con la vocación de quebrar el movimiento social para implementar un cambio en el modelo de país que el electorado no aceptaba. Y que ese modelo de país, impulsado por los sectores civiles que fueron cómplices y aliados del golpe de Estado, siguió generando efectos empobrecedores en las décadas siguientes, cuando ya los militares se habían ido.
Los que hoy piden “Memoria completa” omiten todo eso. Quieren que lo olvidemos. Que contemos una historia recortada y fantasiosa a su gusto: cayeron en paracaídas unos guerrilleros enviados por Cuba, sus agresiones desataron una guerra, las Fuerzas Armadas tuvieron que restituir la paz, fin. Sí, cometieron “excesos”, qué mal.
Conocer la verdad completa es siempre un imperativo. Es siempre necesario y bienvenido. Pero ni el video ni las voces que hoy enarbolan el eslogan “Memoria completa” buscan la verdad. Más bien lo contrario. “Memoria completa” no apunta a completar nuestra memoria, sino exactamente lo contrario, a cercenarla, volviendo a un relato lleno de omisiones y datos ocultos.
Bienvenido todo ejercicio de la memoria. ¿Completarla? ¡Claro! Todavía nos falta conocer cosas que se nos han ocultado. Nos falta, nada menos, saber qué hicieron con los desaparecidos. Y dónde están los cientos de niños nacidos en cautiverio que las Abuelas todavía buscan. Ya que tienen tan buen vínculo con los militares condenados por la represión ilegal, ya que los visitan tanto, los mileístas bien podrían aprovechar para preguntarles. Podrían ayudar así a completar la memoria. De verdad.
EA/DTC
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