Cicerón: “Quousque tandem abutere, Jamoncito, patientia nostra?”
1. Él cita a Cicerón, yo cito a Cicerón.
Pero mi cita es mucho más famosa que la suya, aunque no sea vox populi (otro latinajo, como urbi et orbi, mens sana in corpore sano, ubi sunt, carpe díem, dura lex sed lex, alea jacta est, requiescat in pace, errare humanum est o el mismísimo et cetera). Hay que explicarla un poco. Marco Tulio Cicerón era Cónsul hacia el final de la República romana –una república muy poco republicana y bastante oligárquica, en el siglo I AC– y enfrentó dos conspiraciones de lo que hoy la prensa llamaría un “líder populista”: Catilina. En sus famosos discursos contra Catilina, pronunciados en el Senado romano y conocidos como Catilinarias, Cicerón pronunció esa frase célebre: “Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia”. La frase se volvió obligatoria para cualquiera que haya pasado por alguna clase de latín en algún momento de su vida; uno de ellos fue Rodolfo Walsh, de quien su compañera cuenta que caminaba por los cuartos de su casa clandestina en San Vicente repitiendo “Quousque tandem abutere, Videla, patientia nostra”.
Hasta cuándo, Jamoncito. Quosque tandem.
La historia cuenta que Cicerón le tiró los ejércitos encima a Catilina, que murió decapitado en el 63 AC. También cuenta que el populismo retornó con Julio César y luego con Octavio y Antonio, que decapitaron a su vez a Cicerón veinte años después, por charlatán de feria y cobarde.
Pero no queremos hablar de decapitaciones, sino de paciencia.
2. Este tipo la colma. En exceso.
Citar a Cicerón es otro gesto del narcisismo monumental que lo organiza. La retórica de Milei consiste en tres movimientos: el narcisismo –“uno de los dos políticos más importantes del mundo”–, la hipérbole –“el mayor ajuste de la historia”– y la ignorancia –“el mayor PBI del mundo en 1904”–. El narcisismo es tan brutal que, para ser hiperbólicos a la vez, es el más grande que haya pisado jamás las instituciones políticas argentinas –no olvidemos que eso incluye al Perón que alguna vez dijo “peronistas son todos” –. Por eso, Milei se piensa a sí mismo como un académico de fuste, un economista sin parangón, un orador ciceroniano. Por eso, esa cita.
Cicerón, dejate de joder. Cicerón. Habiendo tanta cita a mano, citar a un Cónsul que no manejaba la economía romana. La manejaban los cuestores, no los cónsules. Cicerón pasó a la historia como orador, no como economista ni como administrador. Y para colmo, ignorante al fin y al cabo, el presidente no se molestó en chequear la frase: Cicerón jamás la dijo. Mi cita, en cambio, la tengo a la vista en la edición de las Catilinarias de editorial Colihue. Cuesta pocos pesos, pero hay más baratas y cualquiera la piratea sin que Cicerón proteste.
3. La hipérbole es tan grosera como mecanismo que ni vale la pena detenerse en ella (“el país con mayor cantidad de impuestos del mundo”, “el mayor defaulteador serial del mundo”, “encabezaremos los rankings de libertad económica del mundo”): somos, siempre, los campeones del mundo, para bien o para mal. Esa hipérbole, combinada con el narcisismo, es claramente una herencia de su paso por el fútbol, el lugar por excelencia de las hipérboles: el mejor equipo del mundo, la mejor hinchada de la galaxia.
Pero la ignorancia del presidente es supina (otro latinajo). No hace falta ser economista para reponer un dato de una obviedad fatal: casi todas las economías del mundo tienen déficit fiscal. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea superan el 3%, aún cuando la UE pone un límite del 3% anual a los países de la zona euro. Zafan pocos: Noruega, por ejemplo, donde desayunan, almuerzan y cenan petróleo con bacalao. O Mongolia, un paraíso vital, meca de inversores, turistas y bon vivants. A Qatar le va bastante bien (otra sociedad modélica). Alemania tiene el 2,50% de déficit, pero allí está bien, según nuestro conductor. (Por supuesto, eso no significa suscribir esa idea banal de que el déficit puede ser infinito: administrar democráticamente exige una responsabilidad que se perdió hacia 2011, según los números y algunos consensos).
Por cierto, no lo citó, pero la última persona que dijo “hay que achicar el estado para agrandar la Nación” fue Martínez de Hoz, el ministro de economía de Videla. Debe ser ese modelo inconsciente el que lo lleva a achicar el gasto en todo menos en armas, aviones de guerra y cartuchos de gas lacrimógeno. Milei lo parafrasea, apenas: “gestionar es achicar el estado para engrandecer la sociedad”. La derecha argentina cada vez tiene menos remilgos.
4. Ah, y el cáncer del déficit. Hace cuarenta años, el gran sociólogo Emilio De Ipola nos enseñó que las metáforas biologicistas son clásicas del discurso de derecha. Por eso, nos aplicaron cirugía mayor sin anestesia. Y ni así aprendimos.
5. Ya todos sabemos lo obvio, lo que quedó en claro: que el rating televisivo se derrumbó, que “los leones se han despertado” pero son incapaces de llenar la placita Vélez Sarsfield (Avellaneda y Bahía Blanca, una modesta manzana con árboles), que el mundo se divide entre justos y ratas, que se presentó el presupuesto pero no se presentó el presupuesto porque no hubo ningún número –salvo lo que tiró Espert al salir, sobre una presunta inflación anual del 20% para 2025, el mejor chiste político desde el “pasaron cosas” de Macri–. Hubo una sutileza que puede ser peligrosísima: si el estado nacional sólo debe garantizar la estabilidad macroeconómica y el imperio de la ley, todo lo demás –desde la educación hasta la ciencia, pasando por la salud y las jubilaciones– debe quedar en manos del mercado o de las “unidades subnacionales”.
Me temo, señores gobernadores, que les acaban de tirar algunas cosas por la cabeza.
6. En definitiva: hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia. Me vuelvo a preguntar: ¿de dónde sacamos tanta paciencia? Insisto: ¿tendremos más paciencia, y esperaremos hasta que el daño sea irreparable? ¿O vamos a comenzar a hacer política de una buena vez por todas?
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