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Investigación

Cien millones de dólares en disputa después de la muerte de la mujer más importante del Opus Dei en Sudamérica

Elina Gianoli Gainza

Paula Bistagnino

20 de noviembre de 2021 00:45 h

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“Se murió Elina. Se murió la gallina de los huevos de oro del Opus Dei”. Ese mensaje circulaba entre ex miembros de la Obra durante la mañana del domingo 14 de noviembre, mientras la Argentina sólo hablaba de elecciones. Después de la noticia, la conversación fue creciendo a lo largo del día también en Uruguay, Chile, Paraguay y Bolivia. A los 80 años, en el Hospital Austral de la ciudad de Pilar había muerto Elina Gianoli Gainza, la mujer más importante de la Obra en Sudamérica y parte de una de las familias que más fortuna le aportó a la institución católica ultraconservadora. Sobre el mediodía apareció otra pregunta en esos círculos: “¿Y ahora qué pasará con las herencias?”.

Gianoli Gainza había ingresado como numeraria en Montevideo cuando era apenas una adolescente, a principios de la década del 50. Una vez mayor se trasladó a la Argentina y desde entonces vivió bajo compromisos -equivalentes a los votos de los religiosos- de castidad, obediencia y pobreza. La pobreza que el Opus Dei les pide a sus miembros numerarios implica una entrega de todas sus posesiones y la firma de un testamento a favor de la institución. No es una obligación, sino una invitación que la mayoría de los miembros cumple. Y Elina cumplió: su herencia en bienes y empresas irá a engrosar las arcas de la Obra. A cuánto asciende la fortuna es un misterio: por lo menos son 100 millones de dólares, pero quienes conocen de cerca los negocios de la familia dicen que ese número podría multiplicarse varias veces.  

Hay otro testamento de una Gianoli Gainza que espera el Opus Dei, pero que no podrá ejecutar por ahora: es el de una de las hermanas de Elina, María Luisa. La mujer de 86 años, viuda y sin hijos, lleva años internada en una clínica psiquiátrica de Montevideo y antes vivió durante décadas entre internaciones temporarias. El testamento se firmó el 15 de noviembre de 2000 y hoy está con dos causas judiciales en Montevideo, una civil y otra penal. Según consta en la denuncia por “abuso patrimonial de incapaz” que once sobrinos de las dos mujeres hicieron en 2016, Elina manipuló a su hermana para hacerla firmar ese testamento para la Asociación Cultural y Técnica de Montevideo, una de las asociaciones civiles que tiene la Obra en ese país. Como ocurre en los 68 países en los que está presente, funciona a través de una red de este tipo de organizaciones que manejan sus instituciones y sus bienes.   

Aunque lo declarado son unos 20 millones de dólares, con lo que se halló hasta ahora a partir de la causa se estima que podrían llegar a ser unos 100 millones de dólares -por eso se cree que Elina, que siguió en los negocios de la familia, tendría mucho más-. La causa involucra a abogados, escribanos y psiquiatras del Opus Dei en Uruguay. A principios de 2020 la justicia de ese país pidió la extradición de Gianoli Gainza. Por la pandemia y su estado de salud frágil no pudo concretarse. Antes la habían destituido como curadora de su hermana: lo era desde 2009, a pesar de la incompatibilidad por ser socias en empresas. La demanda penal -hoy en el Juzgado Letrado en lo Penal de 22° Turno de Montevideo-  señala que se hicieron “donaciones prohibidas de los bienes de la incapaz”, que Elina como curadora no realizó un inventario completo y estimativo de los bienes de su hermana en forma fidedigna y legal y, entre otros hechos, que jamás realizó rendición de cuentas en debida forma.

Antes de ir a la justicia y también después, varios de sus sobrinos intentaron acercarse a Elina para poder conversar sobre su accionar.  “Nosotros entendemos que todo esto, también la apropiación de la herencia que nos corresponde y no recibimos, es responsabilidad del Opus Dei. Nosotros teníamos una buena relación con ella pero en los últimos años nos cortaron el vínculo y nos impidieron visitarla y hasta hablarle. Le armaron una coraza infranqueable”, dice Tomás Gatica Gianoli, uno de los once sobrinos que la denunciaron después de intentar llegar a un acuerdo. Él y dos de sus hermanos asistieron al funeral en el cementerio privado Jardín de Paz de Pilar el lunes. A pesar de que la mujer tenía muchas personas conocidas, ni las autoridades de la casa en la que pasó sus últimos años ni las nacionales quisieron hacer un velatorio. Elina vivía en una casa de mujeres del Opus en la Ciudad de Buenos Aires, sobre la calle Austria, en el barrio de la Recoleta. Y sólo recibía los llamados que le pasaban.

Una familia del Opus Dei

Creado en España por el cura y hoy santo de la Iglesia Católica Josemaría Escrivá de Balaguer, el Opus Dei funcionó durante sus primeros años en secreto porque no tenía aval de la Iglesia Católica. El acceso al poder durante la dictadura de Francisco Franco lo ayudó a conseguir el primer respaldo de la Iglesia española en 1941 y desde ahí penetraron en el Vaticano, que en 1950 los legitimó. Con esos permisos iniciaron la expansión mundial y ese mismo año desembarcaron en el Cono sur. Al llegar a Chile, muy pronto identificaron a la uruguaya Elina Gainza de Gianoli, madre de cinco hijos, muy católica y, sobre todo, viuda de uno de los empresarios más ricos del país, con inversiones en minería y metalurgia. En pocos años consiguieron sus primeras donaciones y que incluyera a numerarios en los directorios de las empresas familiares. La primera casa de mujeres del Opus Dei en Santiago la donó ella y el aula Magna de la Universidad de los Andes, iniciativa de la institución, lleva su nombre como agradecimiento a las donaciones que permitieron construirla. 

María Elina volvió a su Montevideo natal unos años después y allí también ayudó a fundar la rama femenina de la Obra. De sus cinco hijos, tres se hicieron miembros del Opus Dei. Como supernumerarios, formaron familia y educaron a sus hijos en las enseñanzas de Escrivá en Uruguay y Argentina. De las otras dos, una fue María Luisa, quien se casó, pero siempre lidió con sus trastornos psiquiátricos y no tuvo hijos. La otra fue Elina, la única que se consagró a la vida de numeraria en la Argentina. Treinta años de su vida transcurrieron en una casa de mujeres -centros donde conviven los miembros numerarios, separados por género- de Rosario que se llama Nabla. Desde ahí, donde era la autoridad máxima, también ejercía un poder mayor. Hasta fines de los 90 no se involucró demasiado en las finanzas de la familia, pero de pronto decidió involucrarse y, según dicen quienes compartieron con ella la vida intramuros, empezó la época de transferencia de recursos. De ese tiempo son también las 14 donaciones por varios millones de dólares que la Justicia uruguaya detectó que hizo María Luisa: ocho firmadas mientras estaba en internaciones psiquiátricas. Algunas fueron para personas particulares y varias para instituciones del Opus Dei, como dos de 200.000 y 500.000 dólares a la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, donde Elina Gianoli Gainza presentó su cátedra en la Facultad de Comunicación en 2018. Según anunciaron entonces, la cátedra apunta a darle apoyo al Proyecto Familia & Media, el think tank internacional del Opus Dei que analiza la relación entre familia, medios y sociedad.

Hace unos años Elina era la segunda mayor benefactora en la historia de la Universidad de Los Andes, en Chile. Según una investigación publicada en 2019 por Pauta, aportó más de 9 millones de dólares a esa casa de estudios. Elina aparece como parte de una empresa en Panamá desde la década del 80 y hasta 2019 junto al numerario español José Enrique Diez, el primer “agente” del Opus Dei en Chile e incorporado a los directorios de las empresas de los Gianoli. También es presidenta de la Fundación G&D en Suiza en la que Diez estuvo hasta que falleció. Los sobrinos también señalan a los numerarios José Domingo Arnaiz y Gonzalo Ibáñez Langlois como parte de esta intrusión del Opus Dei en las finanzas familiares y piden explicaciones a la institución.

A fines de 2019 consiguieron una audiencia con una autoridad de alta jerarquía de la Obra en Buenos Aires, pero les dijo que no podía hacer nada para acercarlos a su tía. “El Opus Dei no es responsable de lo que hacen sus miembros”, les dijo. Y prometió rezar por ellos: “Eso es todo lo que yo puedo hacer por ustedes”.

Puertas adentro de la institución, Gianoli Gainza era una figura de poder. “Bastaba con que dijeran ‘Elina’ para que supiéramos que lo que ella decía era incuestionable”, recuerda una exnumeraria que convivió en Buenos Aires y Rosario. “Ella era como 'el padre' -Escrivá de Balaguer- en Rosario. Y cuando había alguna numeraria en crisis porque se quería ir la mandaban a hablar con ella. Fue muy buena con varias, porque les daba una libertad para decidir que el Opus no te da. Para ella era muy importante que estuvieran contentas”, recuerda otra exnumeraria. Casi todas coinciden en que era alegre y que estaba convencida de su vocación. 

“Era una mujer muy agradable y educada, que siempre sonreía y que parecía que vivía su tarea con convicción”. También una de las exnumerarias auxiliares -el servicio doméstico del Opus Dei- la recuerda con cariño: “La conocí en Rosario. Elina era una persona humana y cariñosa. Estaba muy atenta a nuestras necesidades y velaba por nuestro descanso. Me acuerdo de un día que nos llevó a todas a pasear al río y le dijo al director de la residencia de numerarios varones donde nosotras trabajábamos que se ocuparan de la comida. Eso no lo hacía ninguna directora ahí ”. La que habla es Claudia Carrero, que es una de las 42 mujeres que denunció al Opus Dei ante el Vaticano por explotación laboral. Es la primera demanda colectiva que se formaliza en Roma en la historia de la institución y elDiarioAR publicó la exclusiva a principios de octubre. Luego la recogió la agencia Associated Press y la reprodujo el Washington Post

Una frase se repite entre ellas cuando recuerdan a Gianoli Gainza: “No fue una mala persona, pero el monstruo se la devoró y ella hizo todo lo que había que hacer. Todo lo que le pedía la Obra”.

Lo que viene

Con la sucesión de Elina en marcha, existen algunos obstáculos que el Opus Dei va a tener que sortear para  ejecutar su testamento: pasivos contables -entre ellos parte de un crédito que María Luisa le dio a ella por seis millones de dólares y una garantía que nunca pagó- y también las deudas legales. “Murió siendo requerida por la justicia a la que no respondió”, dicen allegados a la causa en Uruguay. Además, los sobrinos podrán seguir su reclamo por el abuso patrimonial de María Luisa: quieren demostrar que Elina demoró la declaración de incapacidad de su hermana para hacerle testar su patrimonio al Opus Dei. 

PB

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