Jones Huala rompe el silencio: “Seguiré resistiendo, el proceso histórico que vive el pueblo mapuche es imparable”
Luego de un año prófugo, el 30 de enero pasado Facundo Jones Huala fue detenido por la Policía de Río Negro. No cayó combatiendo, como soñó en largas noches de clandestinidad. Hacía un año que había escapado de Chile, donde cumplía una condena por incendio y posesión de armas. Había cruzado la cordillera por un paso ilegal, para refugiarse en El Bolsón. Soportó la clandestinidad casi sin recursos. Mantuvo mínimos contactos con algunos jóvenes que reivindican su pertenencia a la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), organización que, insiste, “existe y está activa”. Su nombre se revistió de épica para los grupos más extremistas de la lucha de ese pueblo originario. Pero fue detenido “en un momento de flaqueza”, borracho. “Aún siento vergüenza”, le dice a elDiarioAR: “Hubiera preferido morir”.
El próximo 3 de julio se realizará el juicio de extradición que puede sellar su traslado a Chile, donde aún le queda un año de condena por purgar. Mientras prepara la ceremonia de winoy tripantu (solsticio de invierno y renovación del ciclo para la cosmovisión mapuche) que realizará el próximo viernes 23 de junio desde las 7 de la mañana en la Unidad Penitenciaria 14 de Esquel, Facundo Jones Huala atiende el teléfono del pabellón 5 de la prisión para hacer su primera entrevista periodística desde la detención. Anticipa que seguirá “resistiendo” y califica como “imparable” el proceso histórico del pueblo mapuche.
- A la luz de lo que sucedió, ¿cómo evaluás la decisión de profugarte de Chile?, ¿cómo fue ese año en la clandestinidad y tu posterior detención?
- Fue una situación complicada. Más que otras veces, porque no fue la primera vez que yo tuve que estar clandestino. La verdad es que me sucedieron muchas cosas a nivel personal que me llevaron a cometer errores, en mi vida personal, lo que también derivó en otras situaciones a nivel político, porque yo soy una persona militante. Yo pertenezco a un movimiento político confrontacional, por llamarlo de alguna manera. Me encontré con una realidad bastante compleja y triste, debido a la dispersión y la fragmentación del movimiento mapuche autonomista. En ese sentido, yo sigo planteando que (hacia el interior del pueblo mapuche) hay mucha confusión. Si bien el enemigo no está dentro de nuestro pueblo, digamos que tiene elementos o cuadros, gente que ha logrado cooptar y que directamente se pasaron a la vereda de enfrente. Esa situación genera que gente que no es malintencionada termine siendo arrastrada y funcional al colonialismo y a los intereses económicos de los poderosos. Entonces a mí esa situación me generó mucho malestar, mucha tristeza. Caí en una depresión. Es medio vergonzoso para mí decirlo, pero bueno, es así. Sumado a otras situaciones a nivel personal más complicadas, entonces pasó lo que pasó y caí como caí.
-¿Cuando fuiste detenido en estado de ebriedad y disfrazado?
-Me sigue generando vergüenza. Hubiera preferido morir. Eso me llevó a reflexionar muchas cosas, porque siempre he sido una persona muy rígida y autodisciplinada.
-¿Desde chico?
- Sí, por traumas heredados de la adolescencia, de la infancia, por distintas situaciones que tienen que ver con la pobreza, que tiene que ver con la marginalidad, con la violencia intrafamiliar. Son situaciones que también generó el colonialismo, no nosotros. No es una situación que viva solo yo, no, pasa en las comunidades y en los barrios, en todos lados, porque es una herencia del colonialismo. De alguna manera lo planteaba (Frantz) Fanon en Los condenados de la tierra o Piel negra, máscaras blancas. Esta situación tiene que ver con traumas heredados, históricos. El colonialismo se impone de esa manera y nosotros vivimos y crecemos en situaciones de violencia extrema, en los barrios, a nivel familiar, porque así nos han educado y educaron nuestros padres y a nuestros abuelos. A partir de que perdimos una confrontación histórica o que fuimos derrotados en ciertas batallas -como en la Conquista del Desierto en Argentina y la Pacificación de la Araucanía en Chile-, fuimos obligados a asimilarnos y en esa asimilación forzada adoptamos patrones de conducta del enemigo.
-¿Cómo fue tu formación?
-No pasé por ninguna escuela política formal de partido, de izquierda ni de ningún tipo, y mucha gente nuestra tampoco. También hemos carecido de elementos que nos permitan tener otros elementos de construcción. El Movimiento Mapuche Autónomo del Puelmapu (territorio mapuche al este de la cordillera de los Andes) se ha formado a partir de la autogestión, muy autodidacta. Entonces hemos tenido que buscar por nosotros mismos elementos para poder aglutinar, construir y poder enfrentar distintas situaciones. En el caso mío al menos, mi escuela es muy práctica y basada en los hechos reales, más acción que palabras. La parte del desarrollo político tiene que ver, por un lado y principalmente, por la formación que nos dio la gente mayor mapuche, los ancianos de las comunidades. Yo ni siquiera puedo terminar secundaria acá en la cárcel. En mi caso particular ha sido un proceso autodidacta muy de largo plazo, lo cual no te permite tener las herramientas de sistematización de conocimiento y te obliga a ir construyendo en el camino. Entonces hemos podido elaborar una estrategia a partir de tomar elementos de la estrategia de liberación nacional mapuche que se plantea desde hace más de 20 años en Gulumapu (Chile).
-¿Cualquier gobierno es igual desde la perspectiva de esa mirada?
-Si seguimos siendo agenda es porque les representamos un peligro y nos tienen miedo. Después está toda esa mirada más humanista, de derechos humanos o progre de algunos gobiernos que quieren ayudar a los pobres indiecitos. Existen muchas trampas y engaños del progresismo. Porque este progresismo falso sigue estando al servicio del gran capital de las transnacionales. Cuando llegan gobiernos que se dicen más preocupados por los derechos humanos, que se dicen más supuestamente hacia la izquierda o menos hacia la derecha, no dejan de ser en realidad gobiernos de derecha que están bajo los intereses no solamente de las transnacionales y de los terratenientes, de las burguesías nacionales, sino también del imperialismo. Lo vemos ahora con este gobierno que está totalmente de rodillas ante el Fondo Monetario Internacional. La derecha cuando asume genera ciertos niveles de unidad en distintos sectores de la sociedad más oprimida, y en el caso nuestro siempre ha quedado demostrado en ambos lados de la cordillera que cuando la derecha asume muchos sectores que están titubeantes, que están confundidos, cierran filas para proteger lo que ven en peligro. Y ahí es donde se imponen organizaciones que nosotros vemos como quinta columna del colonialismo, que son las organizaciones mapuche estatistas. Porque si una organización mapuche o una comunidad mapuche transa con las petroleras o con las mineras, con los terratenientes, está en la vereda de enfrente, consciente o inconscientemente.
-¿Cómo definirías el movimiento que integrás?
-Es un movimiento revolucionario, autonomista y anticapitalista. Nosotros aprendimos a defendernos porque (ante una recuperación territorial) llegaban la policía y los parapoliciales, los matones de los terratenientes, a atacar a nuestra gente. ¿Y cómo nos defendíamos? Los primeros enfrentamientos, ellos llegaban armados y nosotros nos defendíamos con piedras. Y ahí en el camino fuimos aprendiendo a pelear. Yo recuerdo situaciones de confrontación hace más de 15 años, no me acuerdo qué año, pero enfrentamientos donde llegaban a tirar tiros y nosotros salíamos a los piedrazos, nos defendíamos como podíamos. Ahí fuimos aprendiendo a pelear, que teníamos que tener formación, que teníamos que estudiar teoría, táctica, estrategia. Crecimos, nos desarrollamos y ya entonces había que hacerse cargo de la idea, ponerle el pecho a la idea, ponerle el pecho a las palabras. No podíamos decirle a la gente que es posible transformar la realidad, hacer una revolución y que vamos a dar la vida por nuestro pueblo y después cuando te aprieta un poco el zapato, decir no, mejor no. Acá hay gente que murió por esto. Me hago bien cargo: la RAM y el movimiento mapuche autónomo del Puelmapu irrumpieron desde lo social en el escenario político y plantean formas de la autodefensa.
- ¿Autodefensa?
- El sabotaje como acción, pero también la recuperación de tierras y la autodefensa en esos espacios de recuperación. Se pudo instalar en Puelmapu otra forma de hacer política, otra forma de resistencia. Y nos tenemos que hacer cargo nosotros. Si bien, como te digo, después hubo dispersión y división y fragmentación, esa escuela está clara. Nosotros no estamos de acuerdo con los diálogos con el Estado, con el gobierno. No podemos estar de acuerdo con los acuerdos que se hacen con el enemigo.
- Esa historia te cruzó desde muy chico. ¿Cuánto postergaste de tener, digamos, una vida normal?
-Yo dejé todo por esto. Yo conocí la calle de muy chico. Así como conocí la calle, conocí las comunidades también. Desde los 13 o 14 años. Y entonces entre la calle y las comunidades me fui formando. Y ahí tuve mis primeras lecturas políticas más serias, en formato fanzine, yo recuerdo haber leído a Orwell o a otros autores, fanzines de corte contestatario, de distinto tipo, anarquistas, comunistas, marxistas, antisistémico. Si bien tuve cierta simpatía por el anarquismo, nunca me definí como tal y siempre supe que era mapuche y busqué a mi gente y la encontré y seguí con ella hasta ahora que tengo 37 años.
Mi vida ha estado cruzada por la lucha, por la recuperación del mapuche, la reconstrucción de nuestro mundo. Yo realmente dejé todo. Perdí muchas cosas que son dolorosas para una persona normal. Perdí muchas cosas y no me arrepiento de eso, pero sí es muy doloroso. A veces quisiera vivir como cualquier persona, tener una familia, construir un hogar, estar con los seres queridos. En mi caso no fue así, por el nivel de persecución que se desató tuve que estar escondido muchas veces. Nosotros andábamos militando, caminando dos o tres días para llegar de una comunidad a otra. De esa manera se construyó el movimiento.
No me arrepiento porque yo soy consciente de que somos una continuidad histórica de la lucha de nuestros antepasados, pero también del movimiento político más reciente. Y yo terminé así de perseguido, empecé a estar clandestino, más clandestino todavía. Me fui, crucé la frontera, estaba enfermo, fui a buscar medicinas y me dijeron que tenía que ser longko (jefe político de una comunidad). Llegué a Gulumapu (Chile), también di todo de mí, combatí al lado de la gente de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) y quedé en cana. Aquí, con la RAM, tomé un poco de connotación pública. A partir de eso he tenido que sacrificar otras cosas, para seguir siendo consecuente, para que esto siga andando tuve que sacrificar mi vida personal. La lucha de los pueblos oprimidos y la confrontación contra el sistema siempre es inspiradora para cualquier otro oprimido de otra parte del mundo. Entonces, aquí mismo, nosotros sabemos que la confrontación y las formas de lucha han inspirado otras dinámicas también. En los últimos años no solamente la RAM ha generado sabotajes en Puelmapu, sino que han habido otras expresiones orgánicas, otras dinámicas con otros nombres y otros sin nombres que también han atacado al capital. Han ha generado daños a infraestructura, a maquinaria de las empresas extractivistas, y también se han defendido.
- Planteado así pareciera difícil ver cuál es la solución a este conflicto o a este proceso histórico. ¿Para para ustedes cuál sería la solución?, ¿el reconocimiento territorial absoluto? ¿el reconocimiento de autonomía?
- Nuestra estrategia es de largo plazo. El proceso histórico que vive el pueblo mapuche es imparable. La solución mágica -que no va a existir- sería que se devuelva todo el territorio usurpado y que hoy reclaman las comunidades, y que se nos permita vivir de nuestra forma en nuestro territorio, con la expulsión de las transnacionales y de los grandes terratenientes y grandes latifundios, el reparto de esa tierra para las comunidades que las habitan. Pero eso no va a pasar. Nosotros planteamos un proceso de reconstrucción de nuestro mundo y de autonomía, pero es difícil que el Estado pueda resolver eso. El Estado, lo que te puede resolver, es alguna demanda inmediata. El tema es que seguimos supeditados al pensamiento occidental, porque el territorio no se ve desde la perspectiva propia mapuche, sino que se ve desde una perspectiva occidental, medida por hectáreas, valor comercial, etcétera. Para el mapuche tiene una connotación mucho más profunda, espiritual, cultural, filosófica. Entonces, realmente el desafío más grande que nosotros tenemos y la solución real, la tenemos nosotros en nuestras manos, no la va a dar el Estado opresor.
-Alguna vez dijiste que la muerte o la prisión eran estadíos de la lucha. Existe una construcción de un mito, del guerrillero heroico, del héroe que muere joven en combate... ¿Cuál es hoy tu relación con la muerte?
- La misma. Es triste, pero es así. Yo igual no me arrepiento de nada de lo que he hecho. Elegí un camino que no tiene vuelta atrás. Pero hoy me pesa mucho más que antes. Porque ha muerto gente que también tenía una vida. Tenía familia, tenía seres queridos. Y desde esa perspectiva hoy para mi rendirse, retirarse, bajar los brazos, es traicionar. Es traicionar la sangre derramada. Es traicionar a esos que murieron y de alguna manera creyeron o escucharon nuestros discursos. Ellos no sabían que los iban a matar. Nosotros tampoco lo sabíamos. Entonces, desde ahí nosotros no nos podemos dar el lujo de bajar los brazos. Creemos en esta lucha. Y lamentablemente esto va a seguir pasando. Además siempre nos mataron a nosotros, siempre nos mataron. Cuando no luchábamos igual nos mataban.
-Muchas veces enfrentaste la muerte, ¿alguna vez la deseaste?
-Sí, también, sí, pero no siempre. Estuve en enfrentamientos con las Fuerzas Armadas, no solamente con la policía. Y la verdad, en ese momento uno va a morir orgulloso y digno. No le importa, pero porque va a morir por algo digno y justo por su gente. Muchas veces me hubiese gustado morir en combate, porque es un honor. Pero por otro lado, también veo que nos falta mucho por construir, por reconstruir, mucho por sanar a nivel interno. A mí me da mucha tristeza la situación en la que estamos, entonces cuando voy a pelear voy a pelear feliz porque estoy tratando de cambiar algo, de hacer algo en beneficio de mi gente, para proteger mi cultura, mi territorio. Uno no vive feliz porque la realidad es muy brutal, es muy dura, es triste. Saber que mi gente está marginada, oprimida, hambreada, violentada.
Yo muchas veces he pensado ‘que me lleven mis mayores, que me lleven mis antepasados’. Quisiera a veces estar con mis abuelos en otro mundo, y ayudar desde ahí. Pero no, no se puede. Tengo que seguir en este mundo, seguir combatiendo, tratando de aportar lo más posible a ese cambio, a esa transformación y ese sueño que tuvieron los antepasados. Fuimos, con nuestros problemas, un mundo pleno, una sociedad, una civilización íntegra que sabía cómo solucionar sus problemas, que fue feliz de alguna manera, que tuvo sus propios parámetros de felicidad, de amor, de belleza. Fuimos un pueblo que tuvo su propia perspectiva del amor, de la libertad. En el pueblo mapuche no existen la palabra libertad ni la palabra opresión, simplemente porque éramos libres.
SR
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