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La pelea de los aliados

Macri y su confusa relación con Milei: el temor a Caputo, el límite de Karina y el liderazgo solo de una facción del PRO

Macri el 1 de agosto pasado, cuando formalizó su vuelta al PRO como presidente.

Mauricio Caminos

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Hay una escena en Diputados que pasó desapercibida en el frenesí parlamentario de los últimos días: Cristian Ritondo, jefe de la bancada del PRO, ingresando al Palacio junto a Oscar Zago, ex titular del bloque oficialista y ahora al frente del MID (Movimiento de Integración y Desarrollo). Se los vio en confianza, charlando como viejos conocidos que son desde que compartían bancada en la Legislatura porteña hace más de una década. Pero la casualidad que ahora los encontró en los pasillos del Congreso bien podría transformarse en causalidad: entre ambas fuerzas hay una alianza política que se está forjando de hecho, aunque no exista en los papeles.

El acercamiento de Ritondo a Zago es parte de la estrategia de condicionamiento controlado a La Libertad Avanza que Mauricio Macri quiere impregnarle a su partido para negociar mejor ante el Gobierno. Busca hacerle saber al oficialismo que en determinados temas se puede convertir en oposición rabiosa, incluso votando junto con el kirchnerismo. Quedó cristalizado el miércoles cuando diputados de la bancada amarilla rechazaron el DNU que le otorgó cuantiosos fondos reservados a la SIDE. Y se repitió el jueves cuando todos los senadores del PRO acompañaron la nueva fórmula jubilatoria. 

Pero lejos de ser una jugada maestra, en la táctica Macri mostró la costura. El martes en el despacho de Martín Menem ya sabían que al día siguiente él líder del PRO iba a pedir en un Zoom a sus diputados que voten en contra del Gobierno, supo elDiarioAR. La orden que transmitió el exmandatario no fue acatada por todos, solo 20 de los 37 amarillos apoyaron voltear el decreto presidencial. Los bullrichistas votaron en contra y varios sugestivamente se ausentaron. Entre las ausencias estaba Ritondo, excusado por un viaje a Estados Unidos, aunque participó de la reunión virtual partidaria. A Silvia Lospennato le tocó hacer de policía buena frente a LLA dentro de Diputados, pero igualmente votó a favor.

El movimiento provocó la furia pública de Patricia Bullrich y muy probablemente el enojo en silencio de Santiago Caputo, jefe virtual de los espías, quien justo esta semana viajó a la Patagonia a modo de descanso. El miércoles Macri cenó con Milei y su hermana Karina para sellar una paz que duró poco. 

Un día después no pudo –o no quiso– controlar a los seis senadores del bloque para morigerar el palazo que le asestó el arco opositor completo al Gobierno en el Senado. Otra vez votaron con “los K”. Menos de 24 horas después, el empresario salió a fustigar contra los legisladores amarillos y avaló el veto presidencial a la mejora de los jubilados. “No es mi jefe político”, apuntó a este medio una encumbrada legisladora amarilla. “Estábamos entre ‘la nada’ o acompañar un proyecto para favorecer a los jubilados. Elegimos lo último”, le dijo a La Nación la senadora Guadalupe Tagliaferri (CABA), referenciada en Horacio Rodríguez Larreta. Macri es presidente del PRO pero lidera solo a una facción.

El zigzagueo de Macri revela entonces que su encono es con Caputo. O solo puede ser contra él. Sabe que no puede apuntar contra los Milei. Por eso la ecuación que no se entiende: los fondos de la SIDE, sí; pero la mejora a los jubilados, no. 

Una explicación que dio una fuente que conoce la mesa chica del PRO es que al expresidente le preocupa sobremanera lo que puede hacer el asesor estrella del libertario con $100.000 millones sin control. No teme al ruido que pueden ocasionar los trolls en sus redes sociales, sino hasta dónde pueden llegar a espiarlo. “Mauricio conoce lo que pueden hacer los servicios. Nadie puede decir que él no espiaba y nadie quiere ser espiado. Por eso le teme a Caputo, que ya le demostró el músculo de contragolpe que tiene con sus haters en Twitter”, apuntó la voz consultada. Se le dio vuelta la taba a Macri, quien durante su gobierno llegó a espiar hasta a los propios, como Larreta o Diego Santilli.

La avanzada de Macri contra un área exclusiva del asesor también se entiende ante la negativa de Caputo de darle al PRO la conducción de la sensible comisión bicameral de Inteligencia, que puede observar en qué se gastan los fondos reservados para los espías. La carta del senador amarillo por Misiones Martin Goerling fue vetada por el estratega de Milei, que quería al peronista disidente Eduardo Kueider (Unidad Federal-Entre Ríos). Que haya quedado al frente el radical Martín Lousteau –enemistado con Macri– se puede leer tanto como una jugada del kirchnerismo contra el Gobierno como la preferencia menos mala para Caputo: mejor darle ese resorte al Enrique “Coti” Nosiglia que a Macri.

Macri tiene otro límite frente a Milei: la sangre. Fue Karina la que le bajó el pulgar a una posible fusión del PRO con LLA. Contra El Jefe el expresidente no puede hacer mucho. “Macri se tiene que enfocar en pegarle a Caputo porque con Karina no puede, es la hermana de Javier, o sea es pegarle a él”, señaló un operador todoterreno de LLA. “Una cosa es pegarle a Caputo y otra a Karina. Ella es familia”, coincidió un mauricista.

Ante ese dique es que Macri tiene que aprender a ser sutil en cómo condicionar al Presidente. Ahí entra a jugar la alianza Ritondo-Zago, que cobra más sentido ahora que LLA va a perder una ficha con la expulsión interna de Lourdes Arrieta, una de las diputadas que participó en la visita a genocidas en Ezeiza. “La idea de un interbloque se conversa mucho, todo el tiempo, aunque reglamentariamente esa figura no existe, va a ocurrir en los hechos”, dijeron en un encumbrado despacho del PRO. “Pronto, pronto”, respondió críptica una voz en el MID.

La matemática entonces favorecería al macrismo: sus 37 diputados más los 3 del MID son superiores a los 37 que van a tener los libertarios. Ni que hablar si esa alianza quiere armar una ambulancia para salvar a Arrieta y a otras fichas desencantadas con LLA, como Rocío Bonacci –otra de las libertarias que visitó a los represores pero que aún no se va a ir del bloque–, Marcela Pagano –quien tampoco se fue pero que rompió relaciones con Menem tras el sainete de la comisión de Juicio Político– o incluso Carolina Píparo –que armó su propio bloque Buenos Aires Libre de dos bancas cunado fue ninguneada por Milei–. “Sería una ambulancia viejísima, sin VTV y toda chocada”, metaforeó un operador oficialista.

Pero en la política las matemáticas no son duras. Porque si ya quedó demostrado que a Macri le pueden responderle solo una veintena de los 37 miembros del PRO, una decena al menos sigue incólume con Bullrich, contando entre los que votaron en contra y algunos que se abstuvieron o se ausentaron el miércoles en el momento de la definición del DNU de la SIDE. En esa pecera el oficialismo también busca pescar a los amarillos desencantados con el expresidente. Sugestiva entonces fue que el miércoles a la tarde, cuando ya se había dado el batacazo opositor y antes de que escandalosa reunión del oficialismo que tuvo gritos y llantos, la ultramileísta Lilia Lemoine recibió en su despacho del anexo de Diputados al ultrabullrichista Gerardo Milman.

MC/MG

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