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Polémica abierta
Servicios de inteligencia

La presión opositora por los fondos reservados de la SIDE pone en jaque los planes del Gobierno

La histórica sede central de la SIDE, en 25 de Mayo 11, a escasos metros de la Casa Rosada.

Pedro Lacour

16 de agosto de 2024 14:42 h

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La flamante Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) no deja de dar que hablar en la opinión pública, y no precisamente por sus logros. El fallido intento de algunos bloques opositores de tratar en el Congreso el DNU de Javier Milei que le asignó $100.000 millones en materia de fondos reservados a la central de espías logró poner en el centro de la escena un dato que, paradójicamente, suma mayor incertidumbre al asunto: cerca del 80% de ese dinero, girado al organismo el pasado 23 de julio, ya habría sido “devengado”.

La información, negada tímidamente por fuentes oficiales a elDiarioAR y dada a conocer por el diputado de la Coalición Cívica Maximiliano Ferraro a través de su cuenta de X, surge en realidad de un análisis detallado de los datos del sitio Presupuesto Abierto, que da cuenta de todos los ítems en los que se gastan los fondos públicos. Allí se muestra cómo el presupuesto de gastos reservados de la SIDE pasó de $650 millones iniciales a $103.000 millones, de los cuales casi 81.000 millones figuran en el rubro “comprometido/devengado”. Se trata del 78,29% del total.

“La SIDE pasó de tener un presupuesto donde los gastos reservados eran el 8.6% del total, a un presupuesto con 75% de gastos reservados, discrecionales y sin control. Para algunas cosas ‘sí hay plata’”, había apuntado en su momento Ferraro, legislador cercano a Elisa Carrió, quien el miércoles, con los números sobre la mesa, calculó que la Casa Rosada gasta “tres millones de dólares por día en espionaje”.

Según datos oficiales, desde la llegada de Milei a Balcarce 50, los gastos reservados de la ahora ex AFI (Agencia Federal de Inteligencia, el nombre con que la SIDE fue rebautizada durante el kirchnerismo) se incrementaron en un 778%. Su presupuesto general, en tanto, también tuvo un aumento exponencial y al mes de julio contaba con una partida de $136.741 millones, mientras que el gasto total que se destinaba al sistema nacional de inteligencia en su conjunto era de $168.490 millones.

El rearme de un área siempre delicada como es el espionaje, encabezada hoy por el inexperto Sergio Neiffert, pero comandada en las sombras por el cada vez más poderoso asesor presidencial Santiago Caputo, abrió una incógnita alrededor de un tema que siempre generó polémica: el carácter secreto de esas partidas presupuestarias, cuyos gastos únicamente pueden ser controlados por una comisión bicameral del Congreso. Exceptuando esa instancia, prima la total discrecionalidad.

En el Gobierno lo que abunda es el hermetismo. Pese a que en el decreto de julio se especifica que la decisión de tal excepcional incremento presupuestario es para “garantizar la seguridad, defensa e integridad de la República Argentina”, con el fin de acceder a nuevo equipamiento y “fortalecer” así el “diezmado” sistema de inteligencia, una versión recorre como un fantasma los despachos oficiales: que esos fondos son utilizados, entre otros fines espurios, para financiar los “tanques” digitales de Milei.

“La plata ya la están gastando para el ejército de trolls”, llegó a afirmar el senador kirchnerista Oscar Parrilli durante la discusión que tuvo lugar la semana pasada en la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo del Congreso, en medio la conmoción por la denuncia de la ex primera dama Fabiola Yañez contra Alberto Fernández.

Otro legislador que se puso al frente de las críticas a las usinas comunicacionales del Gobierno fue el diputado nacional Nicolás Massot del flamante bloque Encuentro Federal que encabeza Miguel Ángel Pichetto. Quien fuera jefe de bloque PRO durante la presidencia de Mauricio Macri no se contuvo y salió a cruzarse en redes con un soldado clave en la escudería digital de Santiago Caputo: Daniel Parisini, mejor conocido en X como @GordoDan_, quien había apuntado contra él por acompañar una moción del kirchnerismo en contra del DNU debido a que incrementó la partidaria presupuestaria para el espionaje sin pasar por el Poder Legislativo.

El miércoles, tanto Massot como Ferraro fueron quienes intentaron impulsar ese debate en el recinto de la Cámara de Diputados, pero se encontraron con los votos negativos de La Libertad Avanza, el PRO y algunos radicales. Es que, según indicaron fuentes del Congreso, para bajar la sesión que hubiera tenido lugar ayer, un sector de la UCR negoció con el oficialismo constituir finalmente la estratégica Comisión Bicameral de Seguimiento de los Organismos de Seguridad e Inteligencia, el único órgano autorizado para controlar en qué se gastan los fondos reservados de la SIDE. La fecha elegida es el próximo martes 20.

¿Está entre los puntos de ese acuerdo entre el Gobierno y el radicalismo que sea Martín Lousteau quien asuma al frente de la presidencia de la bicameral? El rumor comenzó a correr en las últimas horas. Había sorprendido, hace un mes, el repentino deseo del exministro de Economía de Cristina Kirchner de formar parte de ese cuerpo. No faltaron por entonces quienes vieron en ese movimiento un gesto más de buena sintonía entre la Casa Rosada y el referente del radicalismo porteño, Emiliano YacobittiEl hombre fuerte de la UBA tiene línea directa con Caputo, quien en la única entrevista que concedió se dio el lujo de mencionar, no por casualidad, a un funcionario: José Luis Vila. Se trata del actual secretario de Estrategia Nacional, cargo dedicado a coordinar las áreas de seguridad, defensa e inteligencia del Estado. Y, al igual que Yacobitti y Lousteau, una figura cercana al histórico operador radical Enrique “Coti” Nosiglia

En La Libertad Avanza saben que cuentan con un obstáculo propio de su debilidad legislativa: la titularidad de la comisión, por reglamento, le corresponde a un integrante de la Cámara alta, pero no hay senadores libertarios que vayan a formar parte de ella, sino solo diputados. Por ese motivo, están particularmente interesados en que la bicameral cuente con una mayoría de legisladores lo más afines posible que frenen cualquier decisión incómoda para la Casa Rosada.

Hasta la aparición de Lousteau, la presidencia de la comisión se la disputaban el dirigente misionero del PRO Martín Goerling y el peronista entrerriano Edgardo Kueider. El principal impulsor de la candidatura del senador del PJ es ni más ni menos que Caputo. Ambos estrecharon lazos a partir de un gesto concreto: el acompañamiento de Kueider a la ley Bases. “Muy peronista”, acotan cerca de la titular del Senado, Victoria Villarruel, que se inclinaría, en cambio, por Goerling.

Un hecho, sin embargo, marcó un antes y un después en la dinámica interna de la bicameral: a mediados de julio, el presidente de la Cámara baja, Martín Menem, decidió quitarle a Emilio Monzó el lugar que le había prometido para dárselo a un diputado libertario, una jugada que detonó varios de los puentes construidos con el bloque comandado por Pichetto. En la mesa chica del Presidente no había caído bien la ausencia del diputado al Pacto de Mayo en Tucumán. “Sabían que era un evento importante para el Gobierno y aún así no fueron”, deslizan, no sin cierto rencor, desde el entorno de Milei.

A diferencia del resto de las comisiones, la bicameral de Inteligencia cuenta con algunas peculiaridades: sus miembros sesionan en secreto, en una oficina del quinto piso del edificio anexo del Senado, donde reciben a los agentes y estudian la documentación enviada por los funcionarios. Durante los cuatro años del gobierno del Frente de Todos, el órgano estuvo presidido por el diputado Leopoldo Moreau, que conservaría su silla, al igual que sus compañeros de bancada Rodolfo Tailhade y Blanca Osuna.

Desde la llegada de La Libertad Avanza al poder, el Congreso no pudo estudiar los informes de gastos que cada mes envió la ex AFI, comandada hasta mayo por el abogado Silvestre Sívori, mano derecha del malhadado exjefe de Gabinete, Nicolás Posse. La salida quien fuera uno de los funcionarios más cercanos a Milei estuvo signada por los rumores de supuesto espionaje ilegal hacia importantes figuras del propio oficialismo, una versión emanada de las usinas gubernamentales. La inminente conformación de la comisión bicameral podría desmentir las sospechas que salpican al mundo del espionaje libertario. O, por el contrario, terminar de confirmarlas.

PL/JJD

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