Lo que no hay: no hay una fila larguísima de gente esperando que den puerta, no hay banda soporte, no hay telón, no hay vallas, no hay camarines, no hay vestuario para tocar. Lo que hay: unas cien personas que rondan los 40 años y visten remeras de Loquero, Todos tus muertos, Fun People, Cadena Perpetua, y que toman cerveza y buscan con la linterna del teléfono esa tuca que se cayó. Son las diez de la noche del viernes, en un club de la Ciudad, y después de cinco años sin tocar, María Fernanda Aldana está por subir al escenario con su nueva banda, XMF.
María Fernanda es la bajista de El Otro Yo, un grupo emblema de los noventa y 2000. Y es la hermana de Cristian Aldana, creador y líder de El Otro Yo, el primer rockero argentino en ser condenado a 22 años de cárcel por el delito de corrupción de menores. El juicio fue, según su familia, irregular, y la sentencia no está firme, pero hace cinco años y medio que Aldana está preso en el penal de Marcos Paz. En esta noche de viernes, María Fernanda subirá a un escenario por primera vez desde “lo que pasó con Cris”, como dijo a elDiarioAR unos días antes del recital.
El show agotó entradas. María Fernanda aparece entre el público, que forma un pasillo humano. Flor espléndida; raya al medio, dos trencitas; los ojos delineados a fuerza de lápiz negro, los párpados bajo una sombra celeste; el vestidito, los medias blancas, las zapas; la voz aniñada, dulce, tan suya. Ahí está, a los 48 años, la referente musical y estética de una generación que creció en democracia. “¿Se animan a tomar de la mano al que tienen al lado aunque no lo conozcan?”, pregunta María Fernanda. Meditamos con su guía, en comunión. Y entonces, el show. El primer tema es un guiño: Violet. El cierre, también: Filadelfia. Ambos fueron compuestos por ella para El Otro Yo, la música que escuchábamos todos. Un chico del público grita “¡Cristian!”. Será la única vez en toda la noche que se nombre al hermano de María Fernanda.
“Lo que pasó con Cris fue como una bomba atómica. Fue horrible. Ya te digo, yo como mujer en el rock, siempre estuve re cuidada. Jamás, jamás recibí violencia de nadie, ni de una pareja, ni de un hombre, nada. Jamás hubiera permitido que nadie, incluso mi hermano, le hiciera mal a alguien. Si yo hubiera visto algo así le parto algo en la cabeza. Si veo una injusticia no lo permito”, dice María Fernanda Aldana. Es martes, un día dorado de otoño. En tres días, hará la primera presentación en vivo con su nueva banda, XMF. Es un trío que funciona a la distancia: la bajista, Lucía Driftwood, y el baterista, Joan Sprei, viven en Buenos Aires, y María Fernanda se instaló en Bariloche hace 15 años.
Estamos en una confitería muy cerca de la estación de tren de Adrogué. Entre Adrogué y Temperley nació El Otro Yo. María tenía 14 años cuando formaron la banda. Ella ya había estudiado órgano, piano y guitarra, primero por su cuenta y después en el conservatorio de música Julián Aguirre. Practicaba yoga y natación, pintaba, hacía sus propias composiciones musicales. Desde 1988, El Otro Yo tocó en el club del barrio, en la casa de un vecino, en un establo en San Juan y en un camión en movimiento. Llenó Cemento en diciembre de 2001, días después de la gran represión en Plaza de Mayo que terminó en la renuncia del presidente de entonces, Fernando de la Rúa. Abrió los recitales de Pixies y The Smashing Pumpkins en Buenos Aires. Tocó en Japón y en The Cavern, en Londres.
El Otro Yo tuvo su pico de éxito entre 1999 y 2003, con los discos Abrecaminos y Colmena. Para entonces, Cristian Aldana había creado su propio sello, Besótico, y la Unión de Músicos Independientes (UMI), una organización que defendía los derechos de los artistas que se autogestionan. Fue parte del Instituto Nacional de la Música e impulsor de la Ley Nacional de la Música. Para 2013, se candidateó a diputado -testimonial- en la lista del Frente para la Victoria (FPV) por la Ciudad de Buenos Aires. Ahí andaba Cristian Aldana, entre la música, la gestión y la política cuando a mediados de 2016 una de las mujeres que lo denunciaría en la Justicia publicó su testimonio en un blog que ella misma había creado, Ya no nos callamos más. El 22 de diciembre de ese año, cuando la experiencia pasó de la virtualidad a la Justicia -y ya no era uno, sino siete testimonios en su contra-, le avisaron a Aldana que la policía lo buscaba en su casa. En ese momento, él estaba ensayando con El Otro Yo en San Miguel. Cuenta María Fernanda, ahora en la confitería de Adrogué, que su hermano dejó todo y se fue: “Cris siempre estuvo a derecho”.
“Estábamos ensayando para un recital que iba a ser en diciembre y lo llaman a Cris, que tenía que ir a su casa porque estaba la policía. Cris se va y desde ahí no nos lo devolvieron más. Fue horrible. Es muy triste. Porque se perdió el derecho de presunción de inocencia. Cuando empezaron las denuncias mediáticas, él fue al Tribunal y dijo ’yo vivo en este lugar, cuando me necesiten…’. Todavía no tiene condena firme y ya van como seis años que está ahí”, sigue María Fernanda.
En 2016, siete mujeres lo denunciaron por abuso sexual, una serie de hechos que habrían ocurrido más de un década antes, entre 2003 y 2007. De las siete denuncias, una fue desacreditada por la Justicia y otras dos prescribieron. Para la familia de Aldana, el juicio estuvo plagado de irregularidades y debe ser anulado. Por ejemplo, porque el Tribunal desestimó los certificados médicos que había presentado su abogado defensor, Rodolfo Patiño, que lo excusaban de dos inasistencias y lo “echaron”. A cambio, asumió la defensa una abogada a la que designaron, cuando ya habían pasado 28 audiencias y unos 50 testigos. También aseguran que no hay pruebas en contra del músico: ni del allanamiento en su casa ni de las pericias en teléfonos y computadoras surgió evidencia que lo comprometa. Las pericias psicológicas a las denunciantes y a Aldana no configuraron el delito que le imputan. Él pidió careos con las denunciantes, pero se los negaron. El juicio, que era oral y público, pero prohibieron el ingreso a la mayoría de las audiencias.
“Yo no soy culpable de lo que me acusan, porque no soy violador, ni abusador ni violento; quiero que quede bien claro”, dijo el músico cuando le concedieron las últimas palabras antes de la condena, en 2019. A Aldana lo habían investigado por abuso sexual pero lo condenaron por corrupción de menores a 22 años de cárcel. En ese tiempo, María Fernanda intentaba tocar pero “la bajaban” de los eventos. Pasó en Bariloche, donde vive, en Mendoza y en Buenos Aires. Se sentía censurada.
¿Cómo está tu hermano?
Cris está bien, está muy bien. Está muy espiritualizado. Para trascender esta prueba tan grande, eso es lo que lo está salvando. Muchas veces Cristian me llama por teléfono y me levanta el ánimo. Yo nunca le tuve que levantar el ánimo a él. El siempre se mantiene en un estado de paz y mucha compasión con las personas que le hicieron esto. Porque lo normal u obvio sería que les tenga bronca, pero nada que ver. Un alma como él, que es un pájaro, no es un colgado. Él es super activo, es una persona a la que le importa la comunidad. Porque lo que hacía iba más allá de la banda, ¿viste? Quería enaltecer la escena musical. Ahora está haciendo música en la cárcel. Están muy lindas las canciones y no puedo creer como suenan… Lo graban con una computadora destartalada en el penal. Juntó a los músicos de ahí, y él y otro chico dan taller de música. Y para las efemérides tocan ahí en vivo para todos. Que Dios te bendiga se llama el disco. Está en Spotify.
Muchas veces Cristian me llama por teléfono y me levanta el ánimo. Yo nunca le tuve que levantar el ánimo a él
¿Y para vos cómo fue todo este proceso?
Y… 2016 fue horrible. Me amenazaron de muerte, me mandaron mails, uno tenía una foto de una picana eléctrica. Nosotros queríamos tocar y no nos dejaban. Íbamos a tocar en el teatro Avellaneda, que es precioso, prendieron fuego la puerta del teatro, hicieron caca y pis ahí. Hicieron unas pintadas con aerosol…
¿Qué escribieron?
Cosas feas. No importa. Y todo esto que te contaba antes… Que no paramos nunca de tocar. Éramos una locomotora que venía a toda velocidad… Y de pronto ¡blum! No pudimos tocar más. Cuando pasó lo de Cris hubo que parar sí o sí. Y bueno me volqué de lleno a estas herramientas espirituales que por suerte siempre estuvieron en mi vida. Desde que los hermanos Hare Krishna traían alimentos hechos a conciencia, bendecidos, a los conciertos de El Otro Yo. Me siento mucho más fortalecida después de todo esto que pasó. Estamos más unidos como familia.
¿Cuánto influyó la mediatización del “Caso Aldana”?
Muchísimo, muchísimo. Los medios no vinieron a hablar conmigo ni me respondieron, yo les escribí para que les cuente mi campana. Entonces se quedaron con palabras espantosas para definirlo y, obvio, si ya dijeron “éste es violín”, le tirás un cascotazo en la cabeza; decís “flaco, te voy a matar”. Y la gente no sabe que el juicio fue ilegal, que le sacaron los abogados de confianza, que… Bueno no quería meterme mucho en este tema porque me angustia, la verdad. Lo que quiero decir de esto es que el juicio se tiene que anular. Evidentemente no se anuló porque, según hablé con abogados que dan clase en la UBA, estaba lleno de prensa y un montón de mujeres afuera gritando “muerte al macho”. Y los jueces habrán sentido que… No. Lo de mi hermano estuvo armado. Desde el primer momento fue así.
¿Por qué “armado”?
Mi hermano se había candidateado a diputado por el kirchnerismo. Con El Otro Yo tocamos en la plaza Congreso por la Ley de Medios, por la Ley de la Música. Y la estallamos. La plaza entera haciendo pogo. Para mí eso tiene que ver, porque mi hermano estaba logrando muchas cosas y es empecinado y no le tiene miedo a nada y yo creo que eso no le gusta al Poder.
Pero la Justicia acreditó los testimonios de algunas mujeres…
Eran cuatro querellantes. A Cris lo investigan por abuso pero lo condenan por corrupción de menores. Pero para que sea corrupción de menores vos tenés que tener una computadora llena o por lo menos dos o tres fotos de menores desnudos o un prostíbulo con menores. O tenés que haber ido vos al prostíbulo y haber pagado con tu tarjeta de crédito… Y eso no pasó. Y Cristian no fue investigado por eso.
A ojos de hoy, vos eras muy chica para ser parte del universo del rock.
Yo la pasaba súper bien. La pasaba bomba. No sé cómo explicártelo… A mí me vino bien ser la mujer de la banda. Yo siempre me sentí feminista, porque aparte estaba rodeada de varones y estábamos todos por igual… A mí nunca me mandó nadie. Al contrario, me cuidaban más. Era la primera que me iba a dormir, la última en despertarse. A mí me encanta descansar, llegar, bañarme, ponerme la ropita limpita, tener todo ordenadito. En ese sentido, como mujer, yo siempre fui la mimada.
María Fernanda dice que está floreciendo, que un monje tibetano la llamó Madhavi, un nombre espiritual que significa “flor celestial que florece en las cuatro estaciones”. Otro maestro espiritual le agregó Priya. Sigue María: “Y pertenezco a la comunidad Hare Krishna. De esa familia soy lo menos ortodoxa y buena devota que se podría ser, porque soy rockera, pero ellos me quieren igual. Porque todos somos hermanos. Nosotras somos hermanas también. Somos hermanas, incluso, de las personas que nos hacen daño. De ellos también soy hermana”.
VDM/MS
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