Niñas y niños con altas capacidades y 'superdotados', ¿cómo reconocerlos?
El calificativo “superdotado” se usa, de forma coloquial, para referirse a personas -sobre todo a niños- con capacidades muy elevadas o desarrolladas de manera precoz. En términos científicos, no obstante, establecer cuándo alguien es superdotado resulta bastante complejo.
Esto se debe a que no existe un perfil único. La definición clásica determinaba que era superdotado cualquier niño cuyo coeficiente intelectual se ubicaba por encima de 130. Pero en las últimas décadas los modelos y conceptos de inteligencia han evolucionado, y atienden a muchos otros parámetros, que exceden a ese coeficiente.
Además, desde hace años los expertos prefieren usar un concepto más amplio: el de niños con altas capacidades intelectuales. Así lo explica una guía de “orientaciones educativas” para este alumnado publicada por el Gobierno Vasco.
Superdotación, talentos, precocidad
El grupo de niños con altas capacidades intelectuales incluye a los superdotados, aquellos con un alto nivel en todos los recursos intelectuales: memoria, atención, concentración y otros que se describen en detalle unos párrafos más abajo. Pero dentro de ese conjunto también están los talentosos y los precoces.
Los niños talentosos se caracterizan por altos rendimientos en una o varias áreas específicas. Los talentos se dividen -de acuerdo con la clasificación más aceptada- en simples (verbal, matemático, lógico, creativo, social) y complejos (académico y artístico-figurativo).
Por su parte, los niños precoces son aquellos que muestran un desarrollo evolutivo mayor (o adquieren conocimientos o destrezas antes) que el resto de niños de su misma edad cronológica.
En cualquiera de estos casos, los niños y niñas no se comportan como la mayoría de los de su edad. Y si bien esta excepcionalidad representa muchas oportunidades positivas, también implica un gran desafío para madres y padres.
Señales para reconocer a niños con altas capacidades
Por eso, para poder acudir en busca de la ayuda educativa y profesional pertinente y acompañar a cada niño del modo más apropiado para su desarrollo, es importante poder determinar si cuenta, en efecto, con altas capacidades. A continuación, un listado de nueve pistas para reconocerlos.
1. Desarrollo precoz del lenguaje. A los pocos meses de vida estos niños ya articulan sus primeras palabras, y entre el año y el año y medio algunos pueden mantener conversaciones con un léxico y una sintaxis propios de fases bastante más avanzadas en su crecimiento.
2. Adquisición de talentos tempranos. Ciertos aprendizajes específicos (por ejemplo, la lectura y los cálculos matemáticos) también se dan en ellos mucho antes que en la mayoría de los niños, y a menudo de manera autónoma. También muestran una gran facilidad para trasladar conocimientos de unas áreas a otras con naturalidad.
3. Observación y curiosidad. Son niños a los que todo llama la atención, tanto -en un principio- del mundo que los rodea como -no mucho después- de temas abstractos o mucho más amplios, como el origen de la vida, la muerte, la hipotética existencia de Dios, el universo, etc. Por eso, suelen realizar muchas preguntas inusuales para su edad.
4. Creatividad. Sus expresiones artísticas o construcciones durante sus juegos suelen ser manifestar grandes dosis de creatividad, fantasía e imaginación.
5. Concentración y lógica. Estos niños alcanzan elevados niveles de concentración en tareas que captan su interés. Aplican razonamientos lógicos, persisten en sus objetivos y con frecuencia encuentran soluciones alternativas para los problemas que se les presentan, cercanos al llamado “pensamiento lateral”.
6. Numerosos intereses y hobbies. A menudo, estos niños se vuelcan a disciplinas y aficiones diversas: lectura, música, dibujo, pintura, juegos de palabras o de mesa, deportes, etc. En algunos casos, también son muy autoexigentes y vulnerables al fracaso o ante la falta de progreso.
7. Intensidad emocional. Muchos de estos niños también son hipersensibles, y sus reacciones emocionales pueden tornarse un tanto desproporcionadas en relación con lo que las provoca. También suelen presentar la llamada disincronía evolutiva: un desarrollo emocional con un ritmo mucho más lento que el intelectual.
8. Mucha energía y actividad. Los niños con altas capacidades intelectuales suelen tener también excedentes de energía, lo que hace que en ocasiones sean diagnosticados -de manera errónea- con trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
9. Facilidad para el aburrimiento. Esta es una de las características más comunes en estos niños. Como entender y aprender conceptos les resulta sencillo, se aburren e impacientan con facilidad ante tareas muy repetitivas o que no representan un desafío. Esto los lleva a tener problemas de conducta y -paradójicamente- bajo rendimiento escolar, y contribuye también con los falsos diagnósticos de TDAH.
¿Cómo actuar con un niño de altas capacidades intelectuales?
Como hemos mencionado, la ayuda profesional -sobre todo, la adaptación de los entornos educativos- suele ser muy importante en estos casos. Más allá de eso, la pedagoga Coloma Mateu, quien además es madre de un niño con altas capacidades intelectuales, enumera una serie de consejos para el trato con estos pequeños:
No pedirles silencio. Son niños que en general hablan mucho, porque tienen muchos intereses, inquietudes y -en consecuencia- preguntas. Hay que procurar enseñarles, sí, a respetar los turnos para hablar.
Aceptar su necesidad de permanecer activos. Es fundamental acompañar sus necesidades de movimiento y desafíos. Si en general la actividad física es importante para los niños, en estos casos se torna indispensable.
Enseñar a regular las respuestas emocionales. Dado que estos niños suelen ser muy intensos a nivel emocional, los adultos deben hacer todo lo posible por mantener la calma y no enfadarse ni gritar cuando el niño también lo hace. Esta es la mejor manera de que, poco a poco, el pequeño aprenda también a controlar esos impulsos.
Establecer normas y límites. Dada su gran capacidad intelectual, y también de razonamiento y comunicación, estos niños suelen ser muy hábiles para salirse con las suyas en las negociaciones y discusiones. Pero los adultos no deben olvidar el lugar que ocupan y poner límites que, en el largo plazo, el niño agradecerá.
Tener en cuenta su edad. Aunque sean muy inteligentes, son niños, y hay que entender que se comporten como tales. Hay que recordar el concepto de disincronía evolutiva: que sepan leer y hacer cálculos matemáticos a corta edad no quiere decir que no puedan hacer berrinches porque -por ejemplo- no encuentran el juguete que buscan.
Jugar con ellos. Dedicar tiempo de calidad a los juegos con los niños es muy importante, y más aún si los propios pequeños lo piden. Pero también se debe entender que a veces quieran jugar solos. Y aunque es positivo sugerir cosas, no se debe tratar de dirigir los juegos: estos niños son muy autónomos e imaginativos.
Ayudarles a adquirir hábitos de estudio. Enseñar técnicas de estudio puede ser muy útil para estos niños, que tienden a aburrirse de los contenidos escolares.
No vivirlo como un problema. Hay que recordar lo ya mencionado: las altas capacidades intelectuales implican un desafío, pero también muchas oportunidades. Por eso dice Mateu que lo importante es lo que cada familia haga con las posibilidades que aporta.
Y por eso enfatiza el valor de “educar en el respeto y acompañar afectivamente”, para que cada niño aprenda a enfrentarse al mundo con “fortaleza y equilibrio emocional”, y de esa forma pueda desarrollarse en toda su plenitud.
CV
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