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No elogies solo los logros de tu hijo ni le compares: cómo construir una buena autoestima infantil

Dos alumnas en una escuela infantil.

Ana M. Longo

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“Puedes”, “vales”, “eres poderoso/a”, son frases de aliento que cualquier progenitor puede dedicar a sus hijos. La autoestima o capacidad de quererse a uno mismo, tanto en niños como adolescentes, depende mucho del buen hacer de los progenitores y de cómo satisfagan sus necesidades. Una autoestima sana supone también aceptar lo que venga con más confianza, los fallos e incluso las limitaciones: “Lo has intentado, estoy orgulloso, pero esta vez no ha podido ser”. Cultivar desde pequeños una buena autoestima hace que los menores puedan hacer frente a muchas problemáticas y desafíos futuros en mejores condiciones.

“Resulta esencial fomentar la autoestima en los menores para un crecimiento personal y social sano”, apunta Eva Bach, pedagoga y experta en educación emocional. “Asociar la autoestima al elogio y al refuerzo positivo puede acabar generando una gran autoexigencia en los niños y su adicción al logro y al reconocimiento externo. Abundan los consejos y frases de manual que son formulismos vacíos e ineficaces”, refiere.

La también maestra y autora de doce libros —uno de ellos trata la autoestima: La belleza de sentir: De las emociones a la sensibilidad (Plataforma Editorial, 2014)—, añade que la autoestima “es indispensable para el sentido de la propia dignidad y para otros sentimientos como el de seguridad, pertenencia, autoaceptación, autorrespeto, autocuidado o autocompasión, a su vez necesarios para la aceptación, respeto, cuidado y compasión hacia otras personas. Sin autoestima no hay empatía ni asertividad verdaderas”, asegura.

No siempre todo es maravilloso. Bach hace hincapié en que los abordajes focalizados en las cualidades, las fortalezas, lo positivo... distorsionan la realidad: “Nadie brilla todo el tiempo, vale para todo ni puede con todo. Esos tratamientos pueden llevar a tapar o desestimar el sentir interno de la persona donde hay dolor, miedos, impotencia, limitaciones, sombras, frustraciones...”. Una autoestima sana no quiere decir aspirar a algo alejado de la propia realidad u ocultar lo que uno es o siente.

Amarte por la persona que eres

Los padres deben tener claro que sus sentimientos hacia el hijo o hija son la base de los sentimientos que este va a tener de sí mismo. “La autoestima no se forja con frases, elogios ni logros sino mirando, amando y cuidando con exquisita ternura y respeto la esencia sagrada, única y singular de cada niño”, dice la experta.

Cualidades y logros nunca son garantía de autoestima para Bach, quien destaca que uno puede tener un sentimiento desagradable sobre sí mismo pese a alcanzar grandes éxitos y un sentimiento grato pese a carecer de ellos. “La autoestima del logro acaba promoviendo el ‘te quiero por lo que vales, lo que haces y lo que logras’ debiendo ser un ‘tú vales, claro que vales, pero no te quiero por lo que vales, logras o haces, te quiero porque eres y por quién eres y, aunque rompas mis esquemas y expectativas, te seguiré queriendo’”, concluye.

Anna Morató García es escritora, y autora de la colección de los tres libros De mayor quiero ser... feliz (Beascoa) para potenciar la autoestima y la positividad. Considera que vivimos en una sociedad bombardeada por mensajes que prometen la felicidad. “Para mí es importante que mis hijos entiendan e interioricen que la felicidad se encuentra en ellos y que tengan hábitos para cuidar y sanar su mundo interno, para que de mayores sean felices”, refiere.

La autora de los tres volúmenes que cuentan con seis cuentos cada uno entiende que antes de llegar a la adolescencia se puede preparar a los hijos con este tipo de libros, que “se convierten en una herramienta fantástica para que las familias puedan tratar con ellos estos conceptos”.

Suele ser habitual comparar a unos niños con otros, y Morató aclara que ello puede contribuir a una autoestima baja. “Nuestros hijos deben ir aprendiendo, desde bien pequeños, a centrarse más en ellos mismos que en los demás y entender e interiorizar que cada uno tiene su propio ritmo y habilidades. Por este motivo, resulta conveniente que los adultos no colaboremos en esa comparación”, dice.

En De mayor quiero ser...feliz 3, para niños y niñas de entre cuatro y ocho años, la autora subraya que elegir el camino más fácil no siempre es lo mejor. Según ella, al tomar una decisión es preciso asegurarse que no sólo va a beneficiarnos a nosotros, sino que no perjudicará a los demás. “Nuestros hijos se encontrarán en muchas situaciones ante esa disyuntiva. Será sustancial que elijan hacer lo correcto, tanto por ellos mismos como por los demás”, puntualiza.

Educar a los hijos significa prepararlos para el día de mañana y que sepan afrontar solos las dificultades, por lo tanto, el exceso de protección es perjudicial. Morató considera que no hay que estar siempre pendiente de los niños para evitarles las frustraciones cotidianas porque si no, no aprenden. “Podemos acompañarlos, es decir, estar a su lado y darles herramientas para poder afrontar esas dificultades. Y, cuanto más hayan practicado a utilizar un lenguaje positivo, tener confianza en ellos mismos, empatía y ser agradecidos, más preparados estarán”, confirma.

Aceptar, acompañar y dejar de lado las expectativas

Cometer errores es una parte importante del proceso de aprendizaje en la vida. “Vale la pena que los niños entiendan que todos cometemos errores, que es algo natural y que, sobre todo, debemos aprender de ellos. Debemos fomentar con nuestras palabras que aprendan de sus errores, en vez de hacer que sientan culpa, vergüenza o humillación por cometerlos”, manifiesta la escritora.

Morató considera que en general los adultos albergan ciertas expectativas de cómo se deben de comportar los niños que llevan a sentir desengaño ya que distan de la realidad. “Hace falta más aceptación y acompañamiento por nuestra parte y no tanto que se cumplan nuestras expectativas. Es una carrera de fondo y las semillas que vamos plantando darán su fruto a largo plazo”, cuenta.

Que algunos hábitos precisan revisión para resultar ejemplo para los hijos es lo que entiende el psicólogo y experto en psicopatología clínica Xavier Guix. “Es importante poner mucha atención en el lenguaje que se usa, puesto que los niños no sólo aprenden palabras, sino con ellas los mandatos de lo que está bien y lo que no”, certifica este especialista en comunicación y procesos de autoconocimiento.

El autor de El problema de ser demasiado bueno (Arpa Editores, 2024) resalta que llevamos algunos años interiorizando la idea de la felicidad y el bienestar por encima de todo, “algo que conlleva mucho consentimiento y poco esfuerzo”. “Pretender que sepan frustrarse de mayores es un error si no se han entrenado ya desde pequeñitos a que no todo puede ser, ni todo es inmediato”, explica.

Este profesional comunica que la clave radica en la ejemplaridad y la pedagogía paciente de impulsar conductas y hábitos dirigidos hacia los valores que se quieren fomentar. “Resulta acertado que los progenitores permitan a sus hijos explorar sus tendencias, aquello que manifiestan de forma espontánea. Es ahí donde verán qué deben reforzar y en qué deben educar”, indica.

Para Guix, decir “pórtate bien” se entiende como un mensaje de obediencia y no de practicidad. Para él, decir “deberías hacerlo mejor” implica concretar al hijo qué es lo que debe hacerse de otra manera y cómo. “De lo contrario, el mensaje acaba siendo: no estás cumpliendo con las expectativas que tenemos sobre ti”, concluye.

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