Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
SOY GORDA (ESEGÉ)

Era en abril el ritmo tibio

Dalila Puzzovio

0

A Judit Buchalter la conocimos por sus actuaciones en las películas El secreto de sus ojos, (2009), Un novio para mi mujer (2008) y Sinfonía para Ana (2017). Tiempo antes, en el Teatro Fray Mocho, formó parte del elenco de Milagro en el mercado viejo, de Osvaldo Dragún, dirigida por Ernesto Pocho Michel. Hoy a las 19 en @elteatroazul, esta gran actriz del circuito independiente hará la segunda función del unipersonal Intimidad de los puentes.

El título de la obra me recuerda a un cuento de Julio Cortázar. En rigor, a todos los cuentos, el cuento. Luisa Valenzuela decía, a propósito del escritor del jazz y los gatos, que “puente es una palabra que en mi imaginario se traduce por su nombre, excelso espión del Secreto, favorito de los dioses de los Upanishads, quienes aman el enigma y sienten repugnancia por lo manifiesto”.

Acaso, la pieza en la que Buchalter interpreta a una madre idishe y a su hija, que ella misma adaptó y codirigió con Aldo Gómez Di Giuseppe, sea el buceo por los oscuros laberintos de ese vínculo familiar esencial y el eco que resuena en varias generaciones de lectores cortazarianos. Enrique Novick es el autor del texto original

Lo cierto es que Judith logra en escena un desdoblamiento increíble: con un gorro de lana, un vestido verde con botones y un cambio en la voz, su cuerpo es a un tiempo una joven que desea cambiar su apellido y, alternativamente, una vieja que intenta convencerla de lo imprescindible que le resulta la permanencia en el nombre del padre. Es decir, de su amor desamorado.

Actuar sola, sin tener de donde agarrarse más allá de los diálogos, con apenas un perchero y una silla, no debe ser tarea sencilla, Sin embargo, la actriz lo hace y transfiere a los personajes, visibles e invisibles, la realidad de sus emociones. Cantos y alegría, bajo el influjo de la iluminación y asesoramiento de Maia Verona y la puesta de luces y el sonido de Rodrigo Medrano. Lu Clerici se ocupa de dar sala y de acompañar la obra con su magia para las fotos y los videos, en los que se anuncia que las funciones son a la gorra, un recurso muy inteligente para estos tiempos con pocos mangos.

Estuvimos con Dalila Puzzovio en el Moderno. La multiartista es una insoslayable del pop argentino y mucho más. Fotógrafa, plástica, modelo de sus propios retratos y de otros ajenos, Dalila es la mujer de Charlie Squirru, tía de Ludovica y una belleza de persona. En el flyer de difusión, (gracias, Verita Padilla) con una imagen suya de 1971, aparece con un tricot que la envuelve en celeste, disparado por Juan Carlos Franceschini. Y en la exhibición que le rinde homenaje , se pueden ver sus plataformas emblemáticas, sus autorretratos, las vinchas y tocados que coronan su cabeza, flores y patos, todo un archivo documental con material inédito que abrió gentilmente a Patricio Orellana y Pino Monkes, los curadores. Muy cerca, en el Café del Moderno, nos topamos con otro tributo, esta vez a Bárbara Bianca LaVogue. Tu presencia en mí se llama la expo de una figura que fue central en el under de fines de los 80 hasta el 2000. También modelo y estrella irrefutable de la noche porteña, Bárbara legó su imaginario creativo por medio de pequeñas y magnéticas ilustraciones. La curaduría fue conversada por Rodrigo Barcos con Álvaro Rufiner.

Es indudable que el Moderno se ha convertido en un espacio que aloja la obra de la contemporaneidad y lo admiran no sólo los argentinos sino los viajeros del exterior y los amantes del arte de otros sitios del mundo. La gestión cuidadosa, de un compromiso enorme, plena de conocimientos y proactiva es el resultado de la incansable labor de su directora, Victoria Northoorn y todo su equipo de colaboradores. 

“La mujer que lleva este diario no duerme, se pasa toda la noche en vela”, dice Magalí Etchebarne sobre la bitácora de la imposibilidad del sueño de Flor Monfort.

Ese despertar permanente de la periodista, editora del suplemente Las 12, docente, nadadora y escritora, no es una elección. Es el debate entre su potencia de ser y amar y las dificultades para el rélax.

“La noche de la votación, los slogans que me gustan: ‘Acá no duerme nadie’. Acampe, velas, comida que sale de las tiendas como en Las mil y una noches. Panes especiados, mates humeantes, pañuelos que se anudan para armar barricadas, escribe @calistapunch, mamá de Gian e hija de Anna María Muchnick en su Diario del insomnio. Ese cuerpo de muchas, uno solo formado por miles la acomnpaña. Monfort forma parte.

Valer la pena, dijo Juan Gelman.

“Escribir te rompe el cuerpo. No dormir también”.

¿Y qué hace Flor en su soledad noctámbula?. Lo que otres y lo que ella misma inventa para que ese tiempo también le traiga el idioma de las ancestras, la pulsión de vida. Flor se abre como una flor y los capullos emergen. Entre los paisajes oníricos, a lo Roger Dean, y la duermevela, se cuenta historias diminutas, cápsulas que funcionan como pócimas brujerildas o pastillas como flechas aladas.

Las niñeces la rodean y nutren. A veces, la montaña cerca le trae fantasías de Charlie, la fábrica de chocolate, Matildas y criaturas de Roal Dahl que ella misma produce. En sus noches Flor prepara alimentos, como hacía la señora Lovett de Helena Bonham Carter en Sweeney Todd: El barbero demoníaco de la calle Fleet. A veces, las historias se continúan en el día, ofreciendo sorpresas monfortianas en el Diario del insomnio.

Al libro lo disfruté con una lágrima en el Bar Tokio, recién abierto y recuperado en la calle Alvarez Jonte, cerca de mi casa. Me atendió el señor Julio, muy amable. Miguel Ángel Feas, hijo del fundador de este gran salón de flamantes noventa años, me contó que esta noche habrá fiesta, entre las 19 y las 22. El barrio, con sus aromas y sus aromos vuelve a florecer, aún en otoño.

Ah, me mudo en 30/40 días a la calle Ramón Falcón. Yo le digo Osvaldo Bayer

LH/MF

Etiquetas
stats