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Sobre este blog

Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

La conquista del Archivo de la Memoria Trans: la historia bajo nuestra propia mirada

Junto a Claudia Pía, con quien la autora compartió la vida y militancia. Fundaron juntas una organización travesti en 1993, cuando en la CABA todavía regían los edictos policiales que permitían detenerlas solo por la ropa que llevaban puesta.

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El Archivo de la Memoria Trans (AMT) es y siempre fue una reunión familiar. Tras la muerte de mi compañera Claudia Pía Baudracco en marzo de 2012, heredé su collar, sus cenizas y una caja llena de todas sus fotos, cartas y documentos. Durante un tiempo y en medio de un duelo muy difícil, me pregunté qué hacer con todo eso. También en aquellos días, vi un documental, no recuerdo si de Madres o Abuelas de Plaza de Mayo, en donde les preguntaban cómo habían hecho para construir el archivo más importante de la dictadura, siendo que el Estado se había encargado de destruir todas las pruebas existentes sobre el horror que había perpetrado durante esos años. Ellas respondieron que lo habían logrado a partir de lo más importante: la memoria de les sobrevivientes. Esa declaración fue un puntapié indispensable para darle a mis ideas la estructura de “archivo”. Me gusta especialmente recordar esta fuente de enseñanza que fueron —y son— para mí las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. El AMT, por lo general, es visto como pionero en Latinoamérica y, en cuestiones de identidad trans, lo es. Pero —como en muchas otras cosas— también nosotres aprendemos y tomamos la sabiduría de nuestres antepasades. Es importante tener presente que el conocimiento y la búsqueda de memoria, verdad y justicia pueden heredarse y homenajearse mediante prácticas que pueden volverse propias y que nos permitan seguir luchando, resistiendo y cuidando nuestra historia, en pos de cuidar también nuestro futuro y el de les otres.

Historia y la misión del Archivo

Lo primero fue realizar una exposición en un espacio LGTBIQ+ con todo el material que tenía. Fue una experiencia muy emotiva a la que se acercaron muchas compañeras de la comunidad. En cierto momento, me empezaron a contar que ellas también tenían fotos guardadas y que les gustaba la idea de compartirlas con las demás. A partir de ahí, armé un grupo privado en Facebook, para que tuviéramos un espacio, aunque fuera virtual, para encontrarnos. Más que nada —o antes que nada—, para sabernos vivas. Esa fue la primera acción más importante del Archivo: sabernos vivas. 

Con el correr de los días, empezamos a conformar una colección que se consideró un tesoro. No es una exageración adjudicarle ese término a cada una de nuestras fotos y pertenencias por más pequeñas que sean, por más desenfocadas que puedan estar: por mucho tiempo, en nuestro país —y en muchos otros países de América Latina—, nuestras historias han sido desdibujadas, incluso borradas en su totalidad. No solo las leyes y los edictos policiales penalizaban nuestra existencia y avalaban nuestra persecución y la tortura de la que éramos víctimas —y que nos llevaba, cruelmente, a la desaparición—; nuestras historias también fueron ocultadas, incontables veces, por nuestras propias familias. En muchos hogares de personas trans, si es que una tenía el coraje de guardar algo en la propia casa, todo lo que representara la expresión de nuestras identidades era quemado o arrojado a la basura. Nuestras familias, muchas de ellas sumidas en la vergüenza y el rechazo, nos silenciaron, o intentaron cambiarnos, o incluso nos echaron de nuestras casas cuando notaron que eso no iba a ser posible. Todos esos fueron actos reflejo de una sociedad que todavía no había empezado a despertar del sueño pesado de la discriminación y el odio ante lo diferente. Quiero decir, sobre este punto, que aún queda mucho, muchísimo por hacer.

A pesar de haber sufrido tanta muerte, y de tantas formas distintas, en cada foto recuperada y ante nuestros ojos adultos, nuestras vidas se volvieron aún más intensas, más brillantes. Nuestra necesidad, ahora compartida y expresada en los mensajes que intercambiábamos en cada publicación de nuestro grupo privado de Facebook, era la de contar y preservar estas historias, y también la de volvernos a abrazar. Volvernos a mirar. Reencontrarnos después de más de treinta años con aquellas compañeras que creíamos muertas, o con aquellas de las que nos habíamos distanciado, ya fuera por discusiones o por habernos exiliado (para muchas, el exilio había sido la única puerta de escape posible hacia la libertad). A su vez, logramos entrar en contacto con los recuerdos de las que, con pena, confirmábamos que ya no estaban: rendirles homenaje a través de la memoria que se abría paso en cada imagen que las mantenía entre nosotras. Todas estas fotografías reunidas comenzaron a dar cuenta de nuestra “militancia antes de la militancia”, de nuestra existencia-resistencia.

Sacar a la luz lo privado

Con la ayuda de la fotógrafa Cecilia Estalles, profundizamos el trabajo de recopilación y cuidado, y empezamos también a digitalizar todo el material. El objetivo era conservarlo en las mejores condiciones, en primera instancia, pero también empezó a convivir con nosotras la idea de darle visibilidad. Con respecto a este punto y en un primer momento, yo no consideraba que nuestro archivo tuviera que ser visible, ya que se trataba de nuestras fotos personales, recuerdos que, en su mayoría, eran íntimos. Pero la visión de Estalles me hizo pensarlo de otra manera: la visibilidad, ahora decidida por nosotras mismas, podría romper con muchas de las cargas que la sociedad nos había impuesto hasta ese momento en cada oportunidad en que se habían referido a nosotras, más que nada en los medios masivos de comunicación. Así fue cómo hacernos visibles mediante la publicación de nuestros recuerdos más personales fue un movimiento que logró romper, por ejemplo, con el algoritmo de Google: hasta que no compartimos nuestro material en primera persona, si buscabas una foto de una chica travesti/trans argentina, te salían fotos de crossdressers o fotos de la prensa amarillista que tanto daño le hizo a nuestra comunidad, difamando nuestras identidades, contando nuestras historias desde puntos de vista falsos, y tratándonos con adjetivos denigrantes durante muchísimos años. Hoy, entonces, nuestro material le gana a todas esas imágenes del pasado: nos mostramos como somos y mostramos lo que queremos mostrar, bajo nuestra propia mirada. 

Ni hablar de la belleza y dedicación estética que puede apreciarse en gran parte de nuestro acervo. En los atuendos, se refleja mucho sobre la historia de un país, la memoria colectiva de la elección de prendas y telas diversas en cada época para cubrir los cuerpos y adentrarse  y desarrollarse en la sociedad. Cada quien desde su lugar y sus posibilidades. En este sentido, para casi todas nosotras, la vestimenta fue un elemento indiscutidamente trascendente: podía darnos la libertad de expresarnos tal como lo sentíamos y, a la vez y de una manera muy violenta y cruel, podía ser el motivo de una detención por parte de la policía. Una prenda, para nosotras, era a la vez las puertas del cielo y las del calabozo. Es importante reivindicar nuestra ropa en cada una de nuestras fotos y ser conscientes —y hacer consciente a toda persona que se acerque a conocer nuestro archivo—, de que elegir una remera, para nosotras y en aquel momento, significaba un peligro muy y absolutamente tangible. Lo mismo sucede detrás de cada pestaña con rimmel, cachetes con rubor o labios pintados. El acto de expresar creativamente nuestra identidad mediante los hábitos atribuidos a las mujeres cis eran actos de valentía. Salir a la calle representando exteriormente nuestro interior era un acto de valentía. Las fotos que hoy pueden recibir halagos por parte de quienes consumen con amor y respeto nuestro material, muestran de lleno las excusas que había hace no tantos años para privarnos de nuestra libertad, cuestionar nuestra existencia sobre el planeta, denigrarnos, torturarnos, e incluso, por supuesto, matarnos. Cada elemento de lo que vemos nos habla de algo mucho más profundo.

Archivo en presente

Al día de hoy, el Archivo de la Memoria Trans contiene más de 25 mil piezas y su acervo se va incrementando día a día. El material con el que contamos es tanto físico como digital. También hemos creado libros construidos a partir de fotos del acervo, cartas y relatos en primera persona, testimonios históricos de nuestras compañeras sobrevivientes. Hoy por hoy, llevamos editados 5 libros: Archivo de la Memoria Trans Argentina (“El libro rosa”, editado por primera vez en 2020), Si te viera tu madre (agosto, 2022), Nuestros Códigos (julio, 2023), Kumas (marzo, 2024) y la segunda y más reciente edición del libro rosa: Archivo de la Memoria Trans (diciembre, 2024). También publicamos dos fanzines: La abuela y la Travesti (marzo, 2024) y El amor volverá (agosto, 2024). Sin mencionar las exposiciones en donde hemos abierto parte de nuestro acervo para que todes puedan acercarse y conocernos. El proyecto nos ha contactado con galerías, museos y universidades de todo el mundo.

También realizamos capacitaciones en digitalización de imágenes, fotografía contemporánea y escritura creativa para las personas trans que trabajan en él. Nuestras archivistas son adultas trans mayores que lograron insertarse en un mundo laboral y profesional que jamás creyeron posible. Ese también es un logro muy grande que hemos podido alcanzar sin siquiera haberlo proyectado en los primeros momentos. Tenemos asimismo una editorial propia y un Archivo Oral que construimos semana a semana, entrevistando a compañeras sobrevivientes que se acercan a compartir su historia con nosotras. Hay muchos efectos secundarios muy relevantes que se fueron sucediendo a partir del deseo de origen, y eso es muy gratificante.

Desde siempre, desde chiquitas y jóvenes adultas, estar juntas fue la manera que encontramos de resistir a las múltiples formas de violencia ejercidas por la sociedad civil y el Estado. Mantenernos aún juntas es lo que hacemos para reforzar, mediante la construcción de este archivo, el poder de nuestros lazos y la voz de nuestras luchas, que aún continúan. Este, creado con nuestro material personal, es el relato más próximo y verdadero que puede existir sobre nuestra comunidad, porque lo construimos nosotras: las sobrevivientes.

MA

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Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

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