Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
El pescador de libros

Autos y Evo. Dos historias.

Dos libros, dos historias.

Nacho Iraola

0

“Un cuento siempre cuenta dos historias”, decía Ricardo Piglia: una historia en la superficie y otra más subterránea que le da sustento. Como con los cuentos, un libro también puede tener dos niveles de lectura. El eje temático del libro es la primera, la lectura más obvia. Pero hay una segunda lectura, que quizá no es tan obvia y para mí, como lector, además es la que puede hacerlo más atractivo, porque a partir de ella un libro se torna recomendable de manera más simpática y empática.

Dos libros de reciente publicación bien pueden ir por ahí. Uno es Estoy enamorado de mi auto (In love with my car), de Fernando García, y el otro Vértigos de lo inesperado, de Martín Sivak

Estoy enamorado de mi auto cuenta la historia familiar del autor a partir de la muerte y del trabajo de su padre, quien se dedicaba a la compraventa de autos usados. A través de los distintos autos que tuvo la familia, García va contando viajes a la costa, cómo aprendió a manejar, el lavado en la calle el domingo, hasta llegar al clímax de la narración con el Ford Fiesta, el último auto que manejó su padre y que él heredó.

En Vértigos de lo inesperado, Sivak cuenta el ascenso, triunfo y caída de Evo Morales. Sivak es “Evólogo” o “Bolivianólogo”, ya que este es el cuarto libro que escribe sobre Bolivia, incluyendo el monumental best seller mundial Jefazo, la gran biografía de Morales.  

Estas lecturas serían el primer nivel, el más obvio, la lectura más rápida, pero estos libros son mucho más que eso. En Estoy enamorado de mi auto, Fernando García nos cuenta la clase media argentina y, en parte, la historia de nuestro país a partir de los distintos autos que se fabricaron en Argentina: Falcon, Torino, Fitito, Di Tella, Rambler, cruzándolos con la política, el cine, el deporte, y con mucho dato amigable, algo que yo reivindico absolutamente en los libros (¡y es el dato que te permite lucir en una charla!).

Algunos ejemplos:

  • Cuando habla del Ford Falcon, se va a 1962, año en que el auto se empezó a fabricar acá, y cuando se lanzó con un espectacular festejo en el Teatro Maipo. Advertido de este lanzamiento, el guionista Hugo Moser se contacta con los directivos de Ford y les propone promover la venta del auto desde una serie para toda la familia, serie que él les dice tener escrita, pero de la cual no tenía ni una línea. Lo convocan para el día siguiente a una comida, a la que cae con un elenco de actores y actrices de primera línea que no t iene muy claro a qué van. Moser les vende e inventa ahí La familia Falcón, que tiene ese apellido por el auto. La serie dura nueve años y dispara las ventas del Falcon a un nivel ridículo, siendo aún hoy el auto más vendido. 
  • Hay una segunda lectura del Falcon, esta vez política. En 1975, siendo ya el auto de la Triple A y a un año de convertirse en el auto del terror de la dictadura, hay un relanzamiento del vehículo. Se arma una mega publicidad que termina con el eslogan (hoy claim) “tu amigo de fierro”. Y como frutilla del postre, el actor de la publicidad es… Pachi Armas. 
  • La vinculación de Ford con la época horrible no termina ahí. La dictadura arma un acuerdo con la empresa para que provea de autos al Estado, algo que, junto con la apertura de la importación, mata a muchas marcas, sobre todo a Chevrolet, que debe dejar el país. 
  • El Torino, auto netamente argentino (sólo se exportaron unos pocos autos a países limítrofe) se convierte en EL auto deportivo argentino, mezcla de potencia yanki con diseño europeo. Es el auto de Galíndez, de Monzón, el auto al que no alcanza a subir el sindicalista José Ignacio Rucci cuando es asesinado (en la famosa Operación Traviata), como así también el auto del jugador René Houseman, de quien se dice que, borracho, chocaba siempre y no entrenaba hasta que Huracán, su club, le daba uno nuevo. 
  • El Fiat 600, el auto de la juventud en los sesenta y setenta, que fue el primer auto de muchas y muchos jóvenes, debe su apodo (Fitito) a los ingleses y a los italianos y no a nosotros: varios ingleses viajan a Italia, a la sede de Fiat, para tratar de copiar el modelo y hacer el Mini Cooper. Los mecánicos italianos apuestan a los ingleses que entran diez personas dentro de un Fiat 600. Lo logran, ganan la apuesta y los ingleses les dicen que no es un Fiat si no un “Fit” -del vergo “caber” en inglés-, y ahí los italianos lo apodan “Fitito”. 
  • Perón compra un Cadillac descapotable a dos meses de su derrocamiento en 1955 y nunca lo puede usar. Cuando vuelve a la presidencia en 1973, usa un Rambler de fabricación nacional totalmente blindado por miedo a algún atentado. El Cadillac es usado luego por radicales: Frondizi, Illia y Alfonsín. 
  • Y por último el Siam Di Tella, el auto por el cual los taxis son amarillos y negros: al ser un vehículo mediano, económico y de mecánica sencilla, fue muy utilizado como taxi. Avivados de esto, los Siam lanzan un modelo negro con techo amarillo (llamado “huevo frito” e inspirado en los taxis amarillos de Nueva York) y al ser tantos, la municipalidad adopta ese color para los taxis, algo que perdura hasta la actualidad.
  • El Siam Di Tella también fue el taxi de la exitosísima telenovela Rolando Rivas taxista (1972/73), que medía 40 puntos de rating. La novela tiene puntos de contacto con Taxi driver: el arranque era un paseo nocturno por Buenos Aires con un bandoneón tanguero de fondo (que en la película del tándem De Niro/Scorsese es saxo y jazz) y en el último capítulo, Alberto Migré, director y factótum de Rolando Rivas, clava un cameo a bordo del taxi, tal como Scorsese en Taxi driver.
  • Hay una conexión entre Estoy enamorado de mi auto y un capítulo glorioso de la serie Mad men que se llama Carrousel. Ahí, el director creativo de la agencia de publicidad y protagonista, Don Draper, convence a Kodak de una publicidad de “la rueda” de diapositivas llamándola, precisamente, Carrousel. Draper proyecta diapositivas de su propia familia y habla del lazo sentimental con el producto, y de un lazo más profundo, que es la nostalgia. Lo compara con una máquina del tiempo, porque juega con el pasado y con el presente, y nos lleva a un lugar al que deseamos volver: nos lleva a la niñez, a ese lugar donde sabemos que nos aman. Eso es exactamente Estoy enamorado de mi auto

Vértigos de lo inesperado, por otra parte, está lejos de ser (meramente) “un libro sobe Evo Morales”. Lo es, pero también es una enorme aventura periodística que Martín Sivak emprende junto un camarógrafo, metiéndose en una suerte de realismo mágico boliviano. 

Morales quiere un cuarto mandato y sabe que debe ganar por diez puntos, porque también sabe que una segunda vuelta implica la derrota. Es así que monta una campaña demencial: va girar por todo el país de una manera incansable, con entre cinco y ocho inauguraciones por día: gimnasios, estadios de futbol, iluminación de un barrio, de todo. Para ello monta “hangares vivibles” en los nueve aeropuertos de Bolivia, cada uno con una sala de reuniones para cuarenta personas, habitación, cocina y gimnasio.

Sivak es el periodista que más conoce a Morales. Lo conoce desde 1995, cuando coincidieron en una facultad y Evo creyó que el joven periodista era de la CIA. Luego se convirtió en un sherpa, su guía en Buenos Aires, e incluso Morales le ofreció ser canciller cuando ganó la primera elección, ignorando que un canciller de Bolivia… debe ser boliviano. Sivak se sube a la nueva campaña de 2019 y le propone a Evo un documental. No sabe que va a vivir veinte días frenéticos siguiendo la campaña en helicópteros, aviones, autos potentes y autos destartalados por caminos de tierra, y que también verá su caída en cámara lenta. Esa es la aventura que cuenta este libro y estas algunas cosas con las que nos encontraremos:

  • Un hombre obsesionado con su cuerpo: se levanta a las cuatro de la mañana y hace tres mil abdominales.
  • Fanático del fútbol, Morales se rompió los ligamentos cruzados. Médicos cubanos le ponen los de un atleta cubano muerto.
  • A Evo le resulta difícil hablar con los bizcos y por esto se le complicaba hablar con Kirchner. 
  • En cada descenso en un aeropuerto, en la puerta de los hangares, siempre lo espera un asistente con un vaso con agua tibia, harina de coca y miel, un energizante natural que lo pone “como un toro”. 
  •  La hija de Obama fue a practicar español a Bolivia. Evo dice: “El Obama me llamó para contarme”. 
  • Otro personaje: un teniente encargado de llevar la medalla presidencial de Simón Bolívar, la banda y el bastón, pierde el vuelo con todo encima y en vez de esperar otro avión, va a dos prostíbulos. Deja todo en un auto y se lo roban.  
  • Lo escucharemos decir a Evo “de tus manos hasta veneno” a una camarera que le ofrecía café o jugo.

Llegan las elecciones, Morales ve que no llega a los diez puntos de diferencia, complica el conteo de votos y se inicia ahí el golpe de estado que lo derrocaría y lo llevaría primero al exilio mexicano y luego a otro en Buenos Aires. Ya en Argentina, Sivak fue su chofer, telefonista, agente inmobiliario, rival de ajedrez, editor de un libro de campaña y, sobre todo, compañía durante la f ilmación del documental. También será testigo de una campaña virtual durante la pandemia de covid, y de un regreso increíble a Bolivia entrando por Villazón, ya traicionado y sin poder.

Dos librazos, dos historias espectaculares en cualquiera de sus niveles de lectura.

AB

Etiquetas
stats