Fred Vermorel, biógrafo de Sex Pistols
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Entrevista
“Por mucho que la gente lo desee, el punk no se repetirá”
De todos los libros que se han publicado sobre el origen del punk, no hay ninguno tan fiel al acontecimiento como Dios salve a los Sex Pistols (Contra, 2021), de Fred y Judy Vermorel; ni tan siquiera la autobiografía de su líder Johnny Rotten, No Irish, No Blacks, No Dogs (Acuarela y Antonio Machado Libros, 2008), escrita desde el dulzor —y el amargor— de la distancia, es capaz de atrapar el momento de semejante manera.
Los Vermorel se acercan al grupo a mediados de 1977. Fred conocía a Malcolm McLaren, el manager de la banda, desde 1965, cuando coincidieron en la Escuela de Arte de Harrow. El matrimonio comienza muy pronto a realizar entrevistas y a reunir material para hacer un libro que es mucho más un collage que un ensayo, más un cuaderno de recortes tipo scrapbook que un artículo periodístico.
Las entrevistas —en bruto, sin redactar—, se alternan con recortes de prensa, documentos oficiales y el diario íntimo de una persona muy implicada en los acontecimientos de aquellos días tan mitificados del Londres en el que Margaret Thatcher, como líder de la oposición, se preparaba para dar el salto a Downing Street, donde se mantendría como inquilina durante los siguientes 11 años. “No hay futuro”, decían los Sex Pistols; estaba a punto de caer sobre las calles del Reino Unido el invierno del descontento.
Fred Vermorel, que desde aquel primer trabajo ha continuado una carrera de destacadas biografías, como las de Kate Bush, Adam Ant, Gary Numan o el ensayo sobre el fenómeno fan Starlust, atiende a este diario para recordar los detalles de la confección de lo que el periódico musical NME definió como “un estudio sólido y revelador de un grupo cuyas actividades hediondas han padecido frecuentemente la tergiversación y un punto de vista sesgado”.
Preservar el momento
El libro comienza con cierta semejanza al formato “historia oral”, como el referencial trabajo Por favor, mátame, sobre el punk de los 70 en Estados Unidos, anterior al británico. El primer testimonio es de Alan Edwards, un agente de prensa de grupos punk que en ese momento tiene 23 años y que dice que la primera vez que fue a ver a los Sex Pistols se sintió “como un verdadero viejo”: “Y eso que tenía veinte años pero era como si tuviera cincuenta”. Edwards refiere hechos que habían pasado apenas dos años atrás pero la intensidad del momento ya los pintaba como lejanos.
“No diría que este es un libro en bruto. De hecho, fue cuidadosamente construido para comunicar una especie de inmediatez, una noción de historia en desarrollo, un sentimiento de espontaneidad. Quería preservar ese momento en el tiempo como una cápsula de la historia”, explica.
La edición española no tiene ningún añadido, nota al pie de página, prólogo o contexto que lleve al lector de la mano hacia 1977. “No quiero hacer adiciones porque creo que estaría fuera de lugar y fuera del alcance del proyecto”, explica el autor. “El libro es una cápsula de historia de la misma manera que lo es la banda, de la misma manera que fue ese momento. Nunca se repetirá por mucho que la gente desee, o no, que se vuelva a repetir. Siempre será algo único. Y espero que el libro retrate esa singularidad”, añade.
De toda la información que posee este libro, que se publica por primera vez en España, con traducción de Ibón Errazkin, la más valiosa y única es la transcripción del diario personal de Sophie Richmond, secretaria y manager de la oficina de Malcolm McLaren y los Sex Pistols. Tenía en ese momento 26 años y vivía con Jamie Reid, el director artístico del grupo y responsable de la imagen gráfica de letras recortadas asociadas al punk, así como de las portadas de los Sex Pistols, incluyendo la icónica imagen de Isabel II en God Save the Queen.
“El diario de Sophie fue de un valor inmenso, una de las mejores cosas del libro”, recuerda Vermorel. “Tuvimos que meternos en una discusión constructiva y persuasiva para lograr que lo publicara y para que nos permitiera publicarlo. Ella tenía en mente publicar su propio libro, pero al final la disuadieron y fue su entonces pareja, Jamie Reid, quien jugó un papel importante al sugerirle que sus palabras quedarían mejor en nuestro libro que en un libro aparte”.
Hacía falta un gerente del punk
Tanto Jamie Reid como Fred Vermorel como Malcolm McLaren tenían sus vínculos con la Internacional Situacionista, una conexión ideológica del mundo del arte con los ideales revolucionarios y anticapitalistas con Guy Debord como uno de sus catalizadores. A Vermorel le pilló el mayo del 68 estudiando en París y asegura que fue el núcleo duro de los situacionistas los que levantaban adoquines en las calles y agitaban a los estudiantes. Su teoría, y la de McLaren, es que el situacionismo se infiltró en el punk y el propio Vermorel escribió una biografía de Vivienne Westwood, diseñadora y pareja de McLaren, con esta misma perspectiva. Johnny Rotten, en cambio, no estaba muy de acuerdo: “Todo aquel rollo de la relación de los situacionistas franceses con el punk es una payasada, una auténtica estupidez”, escribió en su citada autobiografía.
“Mayo del 68 mejoró enormemente nuestra percepción de lo que se podía hacer con un poco de alboroto en la calle. Podías derribar gobiernos, podías cambiar la cultura, podías cambiar las cosas radicalmente. Este era el sueño hippie, pero nunca lo lograron del todo porque estaban demasiado embriagados con sus drogas y otros proyectos que los desviaron de las lecciones más inmediatas y brutales que nos enseñó el situacionismo”, defiende.
En la historiografía sobre el punk conviven dos versiones: en una de ellas Malcolm McLaren inventa el punk y, en la otra, se aprovecha de él. Como el libro de vermorel no está redactado sino que hay que extraer las conclusiones a partir de las palabras de los protagonistas y de las preguntas que se les hacen, sí se podría deducir qué Vermorel defiende la paternidad de McLaren. “Sí”, confirma el autor, “creo que Malcolm McLaren no fue precisamente marginal en la construcción del punk. Pero como puede verse en el libro, el punk es anterior a los Sex Pistols. Una de las preguntas que me parece más interesante y que surge de todo este episodio es ¿por qué el punk no despegó en Nueva York? La respuesta es múltiple pero creo que la razón principal es que no había una estructura de gestión lo suficientemente valiente, lo suficientemente artística y lo suficientemente vanguardista que estuviera dispuesta a asumir tal banda y tal movimiento”. En cambio, en Londres, en 1976, la oficina de Malcolm McLaren sí la creó.
La primera edición del libro se publicó en 1978, exactamente el mismo día en que la banda se disolvió, lo cual fue totalmente accidental, incide el autor: “Así de rápido fue todo. El libro tardó unos seis meses en prepararse y aquello duró dos años máximo”. Pero en 1981 se publicó una segunda edición con 60 páginas más, que se agregaron para reforzar el libro. “Incluí más material sobre Malcolm porque para entonces se reconoció que era una figura clave”, aclara.
“Otra cosa que tal vez debería decir es que en un libro posterior sobre Vivienne Westwood, señalé que Malcolm McLaren padecía el síndrome de Tourette y se pueden ver elementos de esto en la construcción y el estilo de los Sex Pistols y su estilo de gestión y su enfoque de gestión, que fue deliberadamente caótico”, añade.
Las madres tienen algo que decir
Ocurrieron muchas cosas tras la publicación de The Inside Story (su acertado título original) y algunas de ellas estuvieron motivadas por la propia aparición de la obra. “Los miembros de la banda estaban en su mayoría desconcertados por el libro. No eran grandes lectores y no estaban particularmente interesados en lo que yo estaba haciendo”, explica. “Excepto en retrospectiva, ahora lo están, por supuesto. Una de las cosas que más les desconcertó fue que insistí en hablar con sus madres, lo cual pensaron que no era algo muy punk. Pero pensé que, al contrario, iba a ser bastante entretenido y revelador. Y así fue, en especial, la entrevista con la madre de Johnny Rotten. Ella, por ejemplo, me reveló que la razón por la que tenía esa mirada maníaca hostil era que cuando era niño tuvo meningitis y eso lo dejó con esa mirada como una característica permanente. En otras palabras, es algo natural en él”, revela.
El libro incluye, por ejemplo, los boletines de notas del colegio del batería Paul Cook, cuyo tutor consideraba que había sido un delegado de curso “amable y concienzudo”. En la entrevista con su madre, ella pregunta al periodista si cree que el grupo del hijo será algún día como los Rolling Stones o “pasarán de moda”. También le cuenta que la primera vez que vio a Johnny Rotten pensó que estaba “un poco desnutrido”. La madre del guitarrista Steve Jones cuenta que este con cuatro años ya “vagabundeaba” y de adolescentes robaba “motas y otras cosas” y tenía que ir a buscarle a la comisaría: “Le echaba una buena bronca. Porque a lo mejor eran las tres de la mañana, sabe. Mi marido tenía que ir a buscarle. Y mi marido madruga mucho, se levanta a las cinco. Eso no podía ser”.
Vermorel es un investigador del fenómeno musical que no ha pasado desapercibido y que ha sufrido las consecuencias de sus publicaciones. “Me convertí en persona non grata en las oficinas de la industria discográfica”, pero no por el libro de los Sex Pistols, sino por diversos motivos que llegaron después. “En primer lugar, por un libro que escribí sobre Kate Bush, que se consideró inapropiado. Y, sobre todo, por mi oposición a Live Aid”, los dos multitudinarios festivales realizados por Bob Geldof y Midge Ure (Ultravox) en 1985 para recaudar fondos para la lucha contra el hambre en Etiopía y Somalia. “Publiqué un artículo que se hizo bastante notorio en la revista músical Sounds. Se titulaba Sadismo de la caridad, que es un término que extraje de Simone de Beauvoir, señalando que había mucha hipocresía y pensamiento doble involucrados en toda la construcción de Live Aid, que estaba más preocupado por reforzar y erigir un dosel para sus propios egos, para los egos y ambiciones de la estrella del pop, que de cualquier otra cosa”
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