Carolina Castro, precandidata por Vamos con Vos: “No alcanza con las políticas de inclusión para generar empleo; la Argentina tiene que crecer”
El 9 de julio de 2020 el rostro de Carolina Castro se hizo conocido fuera del universo empresarial que habita desde que nació. Sentada junto al atril en el que hablaba el presidente Alberto Fernández en el acto por el Día de la Independencia, única mujer entre un grupo depurado de hombres de negocios, la presencia de la directora de la autopartista Industrias Guidi y miembro del Comité Ejecutivo de la Unión Industrial Argentina (UIA) contribuía a mostrar unidad entre los diferentes sectores de la economía ante el desafío de la pandemia. Los mensajes que le llegaron en cascada al teléfono luego de la transmisión la sorprendieron y la hicieron pensarse, dice ahora, como un símbolo de algo más grande. “Las mujeres tenemos que ocupar espacio, no pueden haber más fotos solo de varones”, dice en conversación con elDiarioAR.
En lo que asume como un paso “temerario”, Carolina Castro —42 años, licenciada de Ciencias Políticas y directora junto a su madre de la empresa familiar— se presentará en las elecciones primarias dentro de la boleta de Vamos con vos, secundando al peronista Florencio Randazzo como candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires. Es su segundo acercamiento a la función pública; estuvo a cargo de la Secretaría Pyme durante los primeros 18 meses del gobierno de Cambiemos, del que salió por considerar que el rumbo elegido iba en detrimento de lo que llama las “fuerzas vivas” de la producción. “No me equivoqué”, evalúa.
Castro utiliza el verbo “militar” asociado a la difusión de sus ideas y reivindica el hecho de que los empresarios se vinculen a partidos políticos y tomen un rol protagónico en la política. Entre otras cosas, busca llevar al Congreso la agenda que suele sostener la UIA: reducción de la presión impositiva y leyes laborales más amigables para los empleadores. “Hoy nadie quiere tomar gente; no hay interés en contratar si sentís que después la desvinculación es un problema”, dice.
Renunciaste a la Subsecretaría de la Pequeña y Mediana Empresa en julio de 2017, antes de la crisis cambiaria que desembocó en el préstamo del FMI. ¿Tenías una mirada crítica del rumbo que estaba tomando la política?
Sí, absolutamente. Para mediados de 2017 yo sentía que las decisiones que se estaban tomando en términos de políticas macroeconómicas no iban en el mismo sentido que yo pensaba que tenía que ir la política pyme. Cuando tenés políticas industriales o productivas que queres potenciar, pero a la vez no tenés una macroeconomía que acompaña es muy difícil. No me equivoqué porque efectivamente cerraron muchísimas empresas, se perdió mucho empleo, más concretamente desde 2018 en adelante, pero para mí estaban dadas las condiciones para que eso suceda y yo tomé la decisión de que no había mucho más lugar para la política pyme en ese contexto.
Con la llegada del gobierno de Macri hubo un entusiasmo en el sector empresario que en muchos casos viró luego hacia la desilusión. ¿Vos misma atravesaste esa curva de desencanto?
Creo que con todo nuevo gobierno, y sobre todo cuando hay un cambio de signo político, se genera un entusiasmo. Se generó un entusiasmo con Alberto Fernández también, que venía a unir a los argentinos Eso habla de cómo está nuestra sociedad en términos de defraudación, de tener esa ilusión de que viene algo distinto. La realidad es que con Cambiemos hubo una decepción, pero no solo del empresariado sino de la población en general. Él (Macri) había planteado que se lo juzgue por la eliminación de la pobreza, por la inflación y un montón de cosas que, de hecho, empeoraron.
¿Por eso tu regreso a la función pública es esta vez desde una lista encabezada por el peronismo?
A mi lo que me pareció valioso del espacio de Vamos con vos es esta idea que propone Florencio Randazzo de que las fuerzas vivas de la sociedad tengan un rol. Me pareció relevante que él decidiera que como segunda en la fórmula apareciera una mujer empresaria del mundo industrial pyme; creo que eso tiene un valor en sí mismo. Sobre todo porque va alineado con lo que vengo militando hace diez años que es que la oportunidad de la economía argentina va a estar determinada por si tenemos un sector productivo pujante, que cree empleo y genere divisas y exporte sus productos o no. Ese es el debate que tiene que dar la Argentina y tiene que atravesar cada una de las políticas públicas. Para mi fue valioso que Randazzo me llamara para que representara justamente eso y no para que acomodara mi discurso.
Randazzo dijo que la Argentina “necesita una política económica de shock”. ¿Compartís esta idea?
Creo que la Argentina necesita tener en términos de política macroeconómica una visión bien pragmática y realista de nuestro país, con un buen diagnóstico de cómo estamos. En el Gobierno de Cambiemos estaba claro que el diagnóstico era equivocado; no se le daba toda la atención a la política productiva que tenía que tener para un país como el nuestro que tiene producción. Uno de los problemas es que venimos ya de muchas décadas de falta de previsibilidad, muchas décadas sin moneda y eso es un problema para crecer, porque nadie crece con la inflación que tenemos nosotros, y todos los países que lograron bajar la inflación y la llevaron a un dígito demoraron bastante tiempo. Israel tardó 11 años en llegar a 5 puntos, México tardó 6. Es más de un período de gobierno. Entonces, el éxito de la política macroeconómica, por ejemplo en la estabilidad de nuestra moneda, depende de que vos tengas confianza y previsión respecto de un rumbo en el largo plazo. Cómo logramos acuerdos interpartidarios respecto del rumbo de la política macroeconómica. Eso va a ser necesario para que la Argentina pueda dar el salto hacia el desarrollo.
Hoy nadie quiere tomar gente; no hay interés en contratar si sentís que después la desvinculación es un problema.
¿Te parece que las políticas que se implementaron para proteger a la industria durante la pandemia fueron suficientes y acertadas?
Creo que fue necesaria y correcta la implementación de un ATP y de un IFE. En algunos sectores como el hotelero, turístico y gastronómico esto tendría que haberse sostenido por más tiempo. El problema que tenés en la Argentina es que, como estamos estancados hace 10 años, el Estado tiene menos capacidad de acción que otros. En la región, Brasil y Chile gastaron bastante más que nosotros en términos de producto bruto en asistir a la economía y a las personas en la pandemia. Brasil invirtió 15 puntos y Chile 10; nosotros, 6. En la Argentina se podría haber invertido más si a lo largo de los años hubiéramos hecho un Estado un poco más sólido, que es lo que tenemos que trabajar a futuro porque van a venir otras pandemias, otras cuestiones. La Argentina no puede estar otra vez tan mal parada para enfrentar una situación de crisis.
¿Cómo vivieron la pandemia particularmente en la empresa que vos conducís?
Nosotros pedimos el ATP, estuvimos cerrados dos meses. La industria automotriz estuvo frenada por primera vez desde que es industria en el país, tuvo un mes con producción cero y, obviamente, como muchas otras empresas solicitamos una asistencia para el pago de salarios. Después la industria se recuperó. Hoy está en niveles superiores a los de 2019, lo que es una muy buena noticia para la industria y para todos los trabajadores del sector.
¿Te parece que hay una dificultad para generar empleo vinculada a la legislación que tenemos y que hay necesidad de modificarla?
Primero, tengo claro que no es solo a través de la política de inclusión laboral que se genera empleo; la Argentina tiene que crecer. Esa es la condición de base. Una vez que la Argentina crece puede generar empleo y potenciarlo, pero para eso sí necesitamos pensar en otro esquema laboral. Si estás en recesión, aunque pienses el mejor paquete laboral no vas a generar empleo. Pero una vez que creces, sí necesitás una buena normativa. Hoy si recorrés y hablás con pymes vas a ver que nadie quiere tomar gente. Van hasta el límite con las horas extras para no tener que aumentar la dotación, porque eso supone riesgos en materias de juicios laborales, porque hay un costo muy alto a la hora de contratar y formalizar ese trabajo porque hay que pagar contribuciones patronales que son la mitad del valor bruto que uno paga al empleado. Estamos hoy en una situación de prohibición de despidos y cuando ponés un cepo a la salida es también un cepo a la entrada; no hay mucho interés en contratar si vos sentís que después la desvinculación es un problema. Además nadie quiere despedir por despedir, sobre todo cuando entrenaste a alguien para el trabajo, que gastaste un montón de horas y costos.
La Argentina no puede estar otra vez tan mal parada para enfrentar una situación de crisis
¿Concretamente, qué cambios crees que se podría introducir en la legislación?
Tenemos que trabajar la normativa laboral desde un lugar de inclusión, viendo de qué manera podemos tener un capítulo pyme que contemple algunas particularidades; intentar hacerle un poco más fácil la cuestión a ese pequeño empresario que quiere tomar una o dos personas, reducirle los riesgos, terminar con la industria de juicio. También cambiar el destino de las multas laborales: tienen que ir al Estado porque si no seguimos incentivando un sistema que genera el juicio laboral que es negocio y no una reparación de derecho.
Otro ítem permanente en la agenda de reclamos empresarios es la presión tributaria. ¿Qué proponés?
Fue un error haber ido para atrás en el consenso fiscal de 2017, que era una hoja de ruta avalada por un Congreso para ir reduciendo la carga tributaria. Si sos un inversor mirás ese consenso fiscal como una pauta a la hora de invertir y dos años después te lo dan vuelta; es un problema. La carga tributaria hay que ir reduciéndola de manera gradual y lo vamos a poder hacer a medida que el país crezca. La realidad es que estamos yendo hace diez años en el sentido contrario. De hecho en años como 2011 y 2015 que económicamente fueron una oportunidad perdida para dar un salto al desarrollo, se siguió incrementando la carga tributaria y fiscal y el sector privado no contrató más gente.
En tu lanzamiento mencionaste que te parece importante que los empresarios contribuyan a que cambie el país y no solo que señalen los problemas. ¿Ves esa actitud generalizada en el empresariado local; que participan de los buenos momentos y en los malos se corren?
Creo que eso está cambiando. Estoy viendo cada vez más un involucramiento activo de distintos empresarios, preocupándose por la cosa pública, aunque no muchos haciendo esto que estoy haciendo yo que es un salto más temerario. Siento que ya empieza a permear otra actitud. Obviamente no está generalizado y no digo que pasa en todos lados, pero no lo veo solo en la Unión Industrial Argentina sino que veo también empresarios pyme militando en distintos espacios, algunos hasta vinculados políticamente con otros sectores y está muy bien que así sea. Yo creo que necesitamos cada vez más participación de la sociedad civil, de las fuerzas vivas. A los empresarios nos falta participación, pero de a poquito esto empieza a ser parte de las conversaciones en el mundo de lo productivo; dejar de ver de afuera la película y empezar a intentar influir para un objetivo común a todo.
En febrero se conformó una mesa de precios y salarios con empresarios y sindicalistas para acordar un sendero de desinflación. De los 53 miembros sólo tres eran mujeres y la explicación que rondaba es que se necesitaba sentar a la persona que finalmente decidían por esas organizaciones. ¿Falta mucho para que las mujeres no solo integren los espacios de poder, sino que los encabecen?
Falta. Pero el problema no es de las organizaciones, sino del mercado laboral. La única manera de resolver esta cuestión y que estas fotos efectivamente pasen a ser más paritarias es que las mujer pueda participar en igualdad de condiciones en el mercado laboral y eso hoy no pasa. Es difícil que aparezcan gerentas y directoras de empresas que después estén en las cámaras gremiales y, de la misma manera, es difícil que en ciertos gremios de industrias o sectores muy masculinos aparezcan mujeres en la conducción de esos sindicatos. Se trata de empujar desde los dos extremos de la pirámide: desde abajo, para que cada vez más mujeres integren el mercado laboral, y en la cúpula, buscando activamente a través de políticas de garantías de equidad que a las que van ingresando las estructuras se las lleven arriba lo más arriba que puedan y no esperar el lento derrotero de que el mercado laboral termine de permear.
La Argentina no puede darse el lujo de dejar sectores productivos afuera de la mesa.
Fuiste la primera mujer en integrar el Comité Ejecutivo de la UIA. ¿Sentís o sentiste una mayor presión por ser mujer, el hecho de estar siempre bajo un mayor grado de vigilancia?
Siempre es más difícil ser mujer en esos espacios que ser varón, eso para mí está claro. Yo soy una privilegiada porque fui criada en un ambiente muy matriarcal entonces naturalizo cosas que para otros son menos naturales, que creo que es parte del tránsito que tenemos que hacer como sociedad. Mientras todavía las mesas sean muy masculinas como mujer sos lo distinto, entonces suceden cosas... hay discriminación. A la mujer se le sigue endilgando cuestiones de carácter que no debieran. A mí, por ejemplo, que soy “muy ambiciosa”. Al final todos son ambiciosos, pero en la mujer la connotación es negativa. Lo que sí puedo decir es que esto está cambiando, la situación es completamente distinta a solo tres años de que yo haya ingresado al Comité Ejecutivo.
Como industrial, ¿te preocupa la crisis climática?
Absolutamente. Y me interesa por un doble efecto que esta agenda tiene. Primero, por un tema de justicia, en términos de vivir en un planeta que nos pueda contener a todos. En un segundo eje, porque como ésta es una agenda que está tomando el mundo muy fuertemente y las metas van a ser cada vez más ambiciosas en términos de reducción de emisiones de carbono yo siento que en política comercial nuestras posibilidades de inserción internacional van a depender de que abracemos o no esta agenda, porque las medidas pararancelarias que se vienen en el mundo para proteger mercados van a tener que ver con la cuestión ambiental. Ya sea porque crees en esto o porque te conviene creer en esto, es una agenda sobre la que hay avanzar.
¿Crees que se puede desarrollar la industria sin que sea a costa de más deterioro ambiental? En el último tiempo este debate se dio en torno a la prohibición de la salmonicultura o a minería en algunas provincias.
La Argentina no puede darse el lujo de dejar sectores productivos afuera de la mesa. Lo que tiene que encontrar es la mejor manera de regular y de fiscalizar que todos los sectores puedan ser productivos en línea con la agenda medioambiental de este siglo. Yo no estoy de acuerdo con que se prohíba, por ejemplo, la producción de salmones en Tierra del Fuego porque creo que tiene que haber una manera de que la Argentina pueda producirlos de una manera sustentable medioambientalmente; eso lo tenemos que poder hacer. Si no, inventemos la tecnología para poder hacerlo.
DT
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