Impuestos que bajan, precios que suben, lo que se fabrica más, lo que se deja de producir
Martín Guzmán quiere convencer a los argentinos de que no es conveniente ni ajustar fuerte ni gastar alegremente. Ni reprimir los salarios ni permitirles recuperar de golpe el cuarto de poder de compra que se extravió en el último quinquenio. El ministro que repite que quiere tranquilizar la siempre alterada economía argentina bien podría liderar el Partido de los Moderados, de la serie Borgen. El desafío radica en que esto es Argentina, no Dinamarca.
En diciembre pasado, Guzmán mandó un proyecto de ley para mantener en forma permanente la alícuota del 30% del impuesto a las Ganancias de las empresas, en lugar de bajarla al 25% como había impulsado Mauricio Macri. Tampoco es que la quiso volver a subir al 35%, como estaba en 2017. No quiere desalentar la actividad privada ni la recaudación tributaria. Grandes economías ricas -y, también, algunas latinoamericanas- gravan casi igual o más a las empresas: Brasil (34%), Francia y Colombia (32%), México (30%), Alemania (29,9%), Japón (29,7%) y Perú (29,5%).
Cuando Guzmán presentó aquel proyecto, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, sacó de la galera la baja del impuesto a las Ganancias a los empleados, aprovechando la recaudación extra que provocaría mantener la alícuota del 30% a empresas. Es que el Presupuesto 2021 había sido aprobado con la tasa del 25%. Massa lo habló con el ministro, con el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y con el presidente Alberto Fernández, y los convenció. En la Secretaría de Política Tributaria advirtieron que la presión venía en ascenso y Ganancias había pasado de afectar al 11% de los trabajadores en blanco en 2011 al 25% en 2020 (eso porque el mínimo no imponible se actualiza por salarios, no por inflación, que corría más rápido). La idea es ahora volver al 10%, que es el promedio latinoamericano.
Hasta ahora, tributaban los solteros que ganaban más de $ 74.000 y los casados con dos hijos con más de $ 98.000. Ahora lo harán los de más de $ 150.000. ¿Qué pasa en otros países del mundo? En España tributan los que cobran más de 22.000 euros anuales, es decir, $ 168.000 mensuales. Y además pagan más Ganancias, con lo que se trata de un sistema más progresivo: allá las alícuotas van del 19 al 47%, en lugar de ir del 5% al 30%, como en la Argentina.
Argentina está en el puesto 43º en la clasificación mundial de tributos sobre PBI, con un 30,3%, en un ranking que lideran Francia, Dinamarca y Bélgica y en el que a la cabeza dominan los países desarrollados.
Fiel a su estilo, Guzmán busca aplicar en forma gradual una reforma para tornar menos regresivo el régimen tributario. En lo que lleva al frente de Economía, subió Bienes Personales -cuya recaudación se triplicó en 2020-, creó el impuesto PAIS al dólar, se elevó la alícuota de las retenciones a la soja y se suspendió la baja de Ganancias a las empresas. Con el correr del tiempo se eliminaron retenciones a las exportaciones de servicios del conocimiento, de productos industriales finales y de las economías regionales y acaban de recibir media sanción los beneficios impositivos a la construcción. En el equipo de Guzmán son críticos de las rebajas de gravámenes a los negocios que hizo Macri porque, según ellos, desestimaron su impacto en el déficit fiscal. Por eso, plantean mermas que, sin afectar la recaudación, alienten determinadas inversiones, producciones y exportaciones con valor agregado.
Próximamente saldrá un decreto que elimine las retenciones a aquellas automotrices que eleven sus ventas de autos a los socios del Mercosur. Desde octubre pasado ese beneficio rige para las exportaciones que se incrementen fuera del bloque. El ministro de Economía viene dialogando un esquema similar de rebajas impositivas sobre los aumentos de envíos al extranjero con el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), el colectivo creado en 2020 por más de 40 cámaras, incluidas tres de las cuatro de la Mesa de Enlace (falta la Sociedad Rural). El Gobierno ha logrado pactar con el CAA por los conflictos por los precios del aceite, el maíz y la carne vacuna. Aún falta el trigo.
Argentina está en el puesto 43º en la clasificación mundial de tributos sobre PBI, con un 30,3%, en un ranking que lideran Francia, Dinamarca y Bélgica y en el que a la cabeza dominan los países desarrollados. Eso sí: en Latinoamérica sólo está por debajo de Cuba (40,6%), Brasil (32,3%) y Uruguay (30,9%). El reto es que muchos argentinos pagan todos o casi todos los impuestos, como los empleados en blanco, sin muchas rendijas para evadir, mientras otros evaden sin tapujos con la excusa de que si pagan se funden o el argumento de que el Estado es ineficiente.
En la Argentina se evade el 50% del impuesto a las Ganancias, según un trabajo del experto Darío Rossignolo publicado en 2015 por la Agencia Tributaria Española. El foco debería ponerse, recomiendan los especialistas en la materia, sobre quienes evaden tanto que deberían estar tras las rejas, según el régimen penal tributario, que castiga con hasta seis años de prisión a los que dejan de pagar más de $ 1,5 millones y con hasta nueve a los que sustraen a las arcas públicas más de 15 millones. Y eso incluye empresas y empresarios grandes y PyMEs, así como a profesionales (muchos de los cuales, lejos de estar por fundirse, vacacionan cruzando el Ecuador). Si tributaran más lo que deberían hacerlo, podría alivianarse la carga sobre las personas que menos tienen o sobre los sectores productivos que más requiere el país para andar el esquivo camino de un desarrollo socioeconómico y ambientalmente sustentable.
Con la baja de Ganancias para los empleados en blanco y los aumentos salariales de 2 a 4 puntos por encima de la inflación, el Gobierno pretende reactivar un poco el alicaído consumo. Para ello, resulta clave que no se le disparen los precios. En otras palabras, que no se repitan más dos meses seguidos de subas del 4%, como en diciembre y enero. En plan de buscar acuerdos y coordinar expectativas, Alberto Fernández recibió esta semana a la Mesa de Enlace, mientras el Gabinete económico se reunía con gremialistas, por un lado, y grandes empresarios -algunos faltaron para no interrumpir sus vacaciones-, por el otro.
Fernández había amenazado con más retenciones al campo el domingo, pero el miércoles prometió descartarlas, siempre y cuando los ruralistas encontraran la fórmula mágica de que el alza de precios internacionales de los granos no impactara en la mesa de los argentinos. Un funcionario del Gobierno reconoce que el Presidente es una persona “difícil de influir”, pero no por tozudo sino porque va matizando sus posiciones según quien sea su interlocutor. Habla con muchos empresarios, aunque con algunos de manera más fluida, como Roberto Urquía (dueño de Aceitera General Deheza, de peso en el CAA), Hugo Sigman (grupo Insud), José Luis Manzano (nuevo dueño de Edenor) y Fabián de Sousa (socio de Cristóbal López). Tal vez Fernández se defina como un “pragmático”, tal como se autorrotula Guzmán.
Guzmán hizo una presentación muy académica -en Power Point- de los últimos fracasos económicos argentinos y recordó que la inflación, que algunos consultores preveían en 60% para 2020, acabó en el rango que él pretendía, entre el 30% y el 40%.
Fue generalizada la sorpresa por el gesto de los grandes empresarios de aplaudir al ministro de Economía cuando los recibió esta semana en la Casa Rosada. Era habitual que los popes del establishment ovacionaran a los funcionarios de la administración anterior. Guzmán hizo una presentación muy académica -en Power Point- de los últimos fracasos económicos argentinos y recordó que la inflación, que algunos consultores preveían en 60% para 2020, acabó en el rango que él pretendía, entre el 30% y el 40%. Pero, sobre todo, porque se mostró en las antípodas de un Guillermo Moreno que los castigaba por los precios. A la vez, contrastó con los cambiemitas que les recomendaban cerrar fábricas que juzgaban ineficientes.
Los empresarios destacaron el clima cordial y algunos de ellos consideraron que puede resultar efectiva la estrategia de coordinar expectativas hacia una inflación del 29%, de modo que los empresarios no aumenten los precios el 50% previsto por las consultoras ni que los gremialistas pidan incrementos salariales guiados por esos mismos pronósticos. Otros se quejaban por lo bajo de que los precios de los alimentos procesados y de la energía estén pisados, mientras que los de la ropa, los autos o los insumos industriales siguen libres. Advertían sobre algo que los consumidores más sofisticados están notando ya en los supermercados: ante los Precios Máximos, hay productos que cambian de packaging para sortear controles o que, directamente, se dejaron de fabricar.
Guzmán expuso su plan: crecer en forma sostenida, con inversión, pero con salarios que superen a la inflación. Los funcionarios anticiparon que las tarifas de servicios públicos no subirán más que el 29%. Uno de los hombres de negocios calculó en privado que 33 de los 34 allí invitados estaban dejando de perder plata, como había sucedido en el final del gobierno de Macri y durante 2020, porque tenían más demanda, incluso a pesar de los precios controlados.
En la reunión hablaron varios empresarios. El presidente del consorcio exportador de carne vacuna ABC, Mario Ravettino -que venía de acordar ofertas de cortes populares- advirtió por la suba de costos y por la competencia informal en su rubro. También el director ejecutivo de la Asociación de Supermercados (ASU), Juan Vasco Martínez, se quejó de los rivales que trabajan en negro. Suele apuntar contra los supermercados chinos, aunque en la lista del blanqueo de capitales de 2016/2017 también estaba Alfredo Coto y otros invitados a la cita del jueves con el Gabinete Económico.
Quien se quejó de los impuestos y otros costos en la Rosada fue la CEO de la filial local de la británica Unilever, Laura Barnator, que recordó que ella compite con otras subsidiarias del grupo para que aquí se localicen inversiones para exportar a otros países. Teddy Karagozian, dueño de la textil TN&Platex, elogió que este gobierno quiera aumentar la producción, pero advirtió sobre la necesidad de acceder a los dólares para importar una maquinaria. Otros empresarios comentaron que necesitaban importar insumos para abastecer a otras compañías exportadoras. También estuvieron los que pidieron vacunas para los trabajadores de las empresas privadas, y no sólo los de sectores esenciales.
Joaquín de Grazia, dueño de Granja Tres Arroyos, criticó el reciente anuncio de Guzmán de que este año el dólar subiría cuatro puntos menos que la inflación, un 25%, porque, según el empresario, le encarece los costos en divisas y le dificulta la exportación. Problemas de la frazada corta de la economía argentina. El Ministerio de Economía y el Banco Central dejaron esta semana la política de devaluar el peso al compás del índice de precios al consumidor (IPC), como en 2020, por el salto inflacionario de enero. Tampoco prevén anclar el tipo de cambio, como alguna vez intentaron el kirchnerismo o Macri, pero su deslizamiento más lento es la primera reacción al mal dato del primer mes del año. Con un arranque así resulta más que desafiante llegar al 29% en diciembre. Podrían bajar la inflación a hachazos, pero no es el estilo de Guzmán, que intenta evitar anclas que después salten más adelante. “Todo en su medida y armoniosamente”, decía Juan Domingo Perón en 1972 y podría repetir el ministro. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.
AR
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