La misión
En el directorio del Fondo Monetario Internacional (FMI), donde están representadas las potencias que este fin de semana se reunieron en Roma por la cumbre del G20, esperan que a los pocos días de las elecciones del 14 de noviembre el gobierno de Alberto Fernández invite al organismo a hacer una misión a la Argentina antes de Navidad. Son cinco semanas las que separan a la poselectoral, en la que el Gobierno deberá acomodarse a un resultado que se prevé otra vez adverso, y la previa a la Navidad, en la que los burócratas en Washington estarán haciendo las valijas pero para irse a festejar con sus familias. Serán cinco semanas de tensión política y cambiaria, con los consiguientes riesgos de impacto en una inflación similar a la que dejó Mauricio Macri y en un contexto social atado con ayudas.
Por más que Fernández haya dicho este miércoles en el homenaje a Néstor Kirchner que no se arrodillará ante el FMI o que días antes La Cámpora de Máximo Kirchner haya cantado que esa deuda no se pagará con el hambre de la gente, el Presidente se reunió este sábado con la jefa del organismo, Kristalina Georgieva, que quizá por su origen búlgaro entienda más que su antecesora, la francesa Christine Lagarde, los avatares de los países en vías de desarrollo. El jefe de Estado también se vio con la saliente canciller (primera ministra) de Alemania, la democristiana Angela Merkel, cuyo interés era despedirse de sus colegas del G20 antes que conversar sobre el pasivo argentino. En cambio, el ministro de Economía, Martín Guzmán, pudo cenar el viernes con Georgieva y el posible sucesor de Merkel, el socialdemócrata Olaf Scholz, que hasta ahora encabeza la cartera de Finanzas en la Gran Coalición de gobierno alemán. Pero Scholz no aparece en lo económico muy distinto de Merkel, promotora del libre comercio y del ajuste en países deudores como Grecia. En el directorio del FMI no ven que ni las naciones europeas ni Japón ni los Estados Unidos de Joe Biden estarán dispuestos a cambiar en las próximas semanas los reglamentos del organismo para acceder a la pretensión de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner de ampliar de 10 a 20 años el periodo de devolución de los créditos ni al reclamo que hizo suyo Guzmán de eliminar los sobrecargos que se cobran por esos préstamos. Advierten que no están dispuestos a acceder, a pedido de la Argentina, a cambios que impactarán en el financiamiento que el FMI otorga a todos sus miembros. En la reunión de ministros de Finanzas del G20 de principios de octubre sólo se habló de debatir esos recargos en “futuras discusiones”, lo que en lenguaje diplomático indica patear el asunto sin fecha.
Un plan
En el directorio del Fondo insisten con reclamarle a la Argentina que presente un plan por escrito al staff técnico, que luego lo elevará para su votación. Eso es lo que pidió esta semana Marc Stanley, el próximo embajador de Estados Unidos en el país. Ese programa debería incluirse un sendero hacia el equilibrio fiscal, idea que Guzmán viene ejecutando, y reformas estructurales, con las que el ministro solo acuerda en lo referente a rebajas impositivas a las exportaciones y no en cuanto al retraso de la edad jubilatoria o en la flexibilización laboral. En el organismo que dirige Georgieva, debilitada por la crisis de las estadísticas chinas, ven frágil a Guzmán y a sus intenciones de ahorro desde que en abril pasado no pudiera aumentar las tarifas de servicios públicos ni lograra despedir a su subsecretario de Energía Eléctrica, el cristinista Federico Basualdo. Quizás no prestan atención al hecho de que el declamado “plan platita en el bolsillo” ha quedado más en intención que en los hechos. En el albertismo aseguran que en ese sentido Guzmán le ganó la partida a Cristina Kirchner, que tras las primarias y por carta abierta había acusado al ministro de ajustador.
“La negación de todo lo que quiere el FMI no va a funcionar para que la comunidad internacional le refinancie a la Argentina la deuda antes del default a fines de marzo”, admiten fuentes de la negociación. Comprenden que ahora se oyen declaraciones en plena campaña electoral y que el futuro plan deberá contemplar que la población ya venía sufriendo y empeoró por la pandemia, pero señalan que tampoco aceptarán una hoja de ruta “180 grados contraria” al ajuste que ellos siempre recomiendan. Sobre ese plan se discutiría en la eventual misión del Fondo a la Argentina tras las elecciones. En el organismo advierten de que sin ese viaje, la negociación se retrasaría al límite del default y eso impactaría en un mercado de cambios de por sí alterado, en el que esta semana el dólar blue batió un nuevo récord al alcanzar los $ 198.
En el Ministerio de Economía confían que también el FMI necesita un acuerdo para evitar que le dejen de pagar el mayor préstamo que otorgó en su historia. El que fuera director del Departamento del Hemisferio Occidental del organismo cuando se dio ese salvataje al gobierno de Macri, el argentinomexicano Alejandro Werner, vomitó esta semana que el pacto sería una “curita” que derivaría en una “corrida bancaria”. La prudencia no es lo suyo. Por el contrario, en el equipo de Guzmán opinan que la firma de un acuerdo que acelere el ajuste, dañaría la recuperación económica y provocaría otra crisis. Por eso, el ministro advirtió esta semana que prefiere no acordar a arribar a un mal acuerdo. Espera que tras los comicios se aceleren las negociaciones. Observa que Georgieva es más keynesiana que sus antecesores, más proclive al gasto público ante la pandemia, pero duda de si aplicará la misma receta para una Argentina que debe recurrir a la emisión monetaria para su financiamiento. También admite que la directora gerenta y el staff pueden estar más comprensivos de la necesidad de un ajuste gradual, sin shocks, pero no necesariamente el directorio. Ni ella ni los técnicos pueden cambiar las reglas para extender plazos ni eliminar sobrecargos.
En el equipo de Guzmán sostienen que él puede demostrarle al FMI que ha bajado el déficit fiscal primario (antes del pago de la deuda) más de lo previsto: las consultoras prevén que cierre 2021 en un 3% del PBI, sin contar el aporte extraordinario de las grandes fortunas ni los derechos especiales de giro (DEG) que repartió el organismo a sus miembros por la pandemia. La meta presupuestaria original era 4,5%. Aunque no lo admiten en público en campaña, en el Ministerio de Economía reconocen que “el plan platita está alejado de la realidad” como también la emisión monetaria descontrolada que denunció sin datos el candidato a diputado de Juntos por el Cambio en la provincia de Buenos Aires, Diego Santilli. En el equipo de Guzmán señalan que la base monetaria crece en 2021 al 28%, “muy por debajo de la inflación y del PBI nominal”.
La realidad es que en 2020, por las necesidades de la pandemia, la asistencia del Banco Central al Tesoro se disparó a $ 2 billones y este año llega a 1,2 billones (en términos contables está incluso en $800.000 millones después de que Economía le cancelara $400.000 millones con los DEG). En un banco internacional prevén que el año finalice en $1,5 billones, o sea, menos que en 2020, pero advierten la aceleración entre el primer semestre, con $330.000 millones, y el segundo, con una previsión de $1,2 billones. De todos modos, aclaran que parte de esta emisión se esteriliza con las Letras de Liquidez (Leliq) y los pases que toman los bancos.
Lucio Garay Méndez, economista de la consultora Eco Go, calcula que la asistencia del Central al Tesoro bajó del 6% del PBI en los primeros diez meses de 2020 al 2,5% en el mismo periodo de 2021. También señala que cada peso que se inyectó después fue absorbido por las Leliq y los pases. Por eso, ha caído la base monetaria en términos reales (ajustados por inflación) a niveles que sólo se vieron en los primeros tres años del kirchnerismo (2003-2006) o en 2019, cuando el gobierno de Macri aplicó la regla de la emisión cero. “Lo que preocupa es la aceleración de la emisión en los últimos meses -apunta Garay Méndez-. No sólo hay motivos electorales en la profundización del déficit (fiscal, financiado con la maquinita) sino también una marcada estacionalidad, donde los ingresos del Estado crecen a un menor ritmo que los gastos”. Se refiere a que en la primera mitad del año ocurre la cosecha y el consiguiente cobro de retenciones.
El “plan platita” fue demasiado austero, pero alentó las expectativas de inflación y devaluación. En su informe de este 22 de octubre, el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA) de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) vinculaba el rebrote inflacionario al salto de la inflación mundial, en medio de la escasez de energía, chips y otros insumos, y a las “capacidades diferenciales de formación de precios que tienen los actores económicos en el marco de las pugnas por la distribución del ingreso”. Habrá que ver si el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, después de presionar para el congelamiento de precios de los alimentos, se mete también con los proveedores de insumos industriales, inclusive los de la indumentaria, y con los fabricantes de medicamentos.
Igual toda política está atada a las elecciones del 14 de noviembre, según reconocen en la Jefatura de Gabinete, que encabeza un Juan Manzur que pasó de la hiperactividad al bajo perfil en pocas semanas en el cargo. Allí analizan que la dureza de Cristina y Máximo Kirchner ante el FMI, que contagia a Fernández y a Guzmán, es parte de una estrategia electoral para retener el voto duro y de una técnica para negociar concediendo menos al organismo, pero confían en que la vicepresidenta no quiere un default que seque más la plaza de dólares y agrave la situación política y socioeconómica. En cambio, otros referentes del peronismo alejados del Gobierno predicen dos escenarios tras un resultado electoral que pronostican peor que en las primarias de septiembre: uno en el que el Ejecutivo se radicaliza y camina al default con el FMI, con la expectativa de que si sigue pagando a los acreedores privados, no todo irán tan mal; y otro en el que el Presidente suma a Sergio Massa como jefe de Gabinete y a Martín Redrado como ministro de Economía. Pero advierten que reemplazar a un Guzmán preocupado por cerrar con el Fondo y poner a funcionarios más amigos del mercado dejaría a la administración de Fernández tan debilitada como cuando la de Fernando de la Rúa incorporó a Domingo Cavallo al Palacio de Hacienda en 2001. Del otro lado hay un Juntos por el Cambio que por el efecto contagio de Javier Milei, cavallista empedernido, siente que ahora puede prometer sin pudor flexibilización laboral, privatizaciones o desprotección de la industria, la misma receta de los 90.
AR/WC
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