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BIENESTAR

¿Pueden las películas de miedo causar verdaderos traumas y trastornos?

Freddy Krueger y Jason, los mejores amigos del terror cinematográfico

Cristian Vázquez

Diario.es —

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El cine de terror es un género que goza de muy buena salud. Año tras año llegan a las pantallas una buena cantidad de películas cuyo principal objetivo es provocar miedo en la audiencia. Y por lo general lo consiguen.

Muchos investigadores se han preguntado muchas veces por qué a tanta gente le gusta el cine de terror. ¿Qué motiva a todas esas personas a exponerse voluntariamente al miedo y la angustia, cuando estas son sensaciones negativas que la mayor parte del tiempo procuramos evitar?

La ciencia responde que esto se relaciona con ciertos efectos cerebrales producidos por el miedo. Lo que hacen estas películas es activar el sistema límbico, el área cerebral –compuesto por partes como las amígdalas y el hipocampo– encargada de controlar las emociones y la vida afectiva.

Efectos físicos del miedo

De ese modo, el miedo origina cambios físicos de inmediato: aumentan la tensión sanguínea, el ritmo cardíaco y el metabolismo. Fluye más sangre a los músculos, sobre todo a las piernas (pues el cuerpo se “prepara” para una eventual huida), y se incrementa también la capacidad de coagulación (como anticipo a una posible herida).

Y, sobre todo, se disparan los niveles de adrenalina, sustancia que el organismo libera en situaciones de miedo, alarma, peligro o estrés y que genera en poco tiempo una intensa sensación de bienestar.

Es por ello que las personas que gustan de las películas de terror suelen disfrutar también de otras actividades adrenalínicas, como las atracciones de los parques –al estilo de las montañas rusas– y los deportes y disciplinas de riesgo: paracaidismo, puentismo, etc.

La gran ventaja de las películas de terror es que permiten alcanzar esas emociones intensas en casa, de forma muy económica y en una “atmósfera controlada”, donde la fuente del miedo es una ficción, que además se puede interrumpir y eliminar en cualquier momento.

¿Puede haber consecuencias negativas?

La pregunta que surge es la siguiente: exponerse a unos niveles demasiado elevados de miedo y angustia, ¿podría hacer que alguien terminara sufriendo algún verdadero trauma o trastorno?

Existe un sector de la población con el que se debe tener un especial cuidado en este sentido: los niños y niñas. En ellos las películas de miedo sí pueden causar problemas psicológicos y emocionales, con consecuencias como insomnio, pesadillas, ansiedad y conductas agresivas o de riesgo para sí mismos o para otras personas.

Esas fueron las conclusiones de un estudio publicado en Estados Unidos y que aludía específicamente a niños menores de cinco años, quienes todavía no pueden distinguir con claridad la ficción que ven en la pantalla y la realidad.

Un metaanálisis publicado en 2015, por su parte, matizó esas afirmaciones. Señaló que los niños son más “resistentes” de lo que se suponía, y que los efectos sobre ellos de las películas de terror o que contienen mucha violencia dependen de muchas otras variables, como el entorno en el que crecen, el tipo de crianza y la personalidad.

No obstante, antes de decidir si permitirles ver o no una determinada película, corresponde poner atención a la clasificación por edades (si una película advierte: “No recomendada para menores de siete años”, lo más lógico es hacerle caso) y considerar los miedos particulares de cada niño (a la oscuridad, a los monstruos, etc.).

En cualquier caso, estudios recientes han comprobado que el posible efecto negativo de las películas de miedo sobre los niños resulta atenuado por dos factores: que las vean en compañía de otros niños de su misma edad o de adultos –sobre todo si estos se muestran sonrientes y tranquilos– y que mantengan conversaciones con sus padres acerca de los miedos generados por el film después de verlo.

Precauciones en personas adultas

¿Qué pasa con las personas adultas? ¿Les puede generar problemas ver películas de miedo? En algunas personas, “leer libros o ver películas de terror, especialmente antes de dormir, puede ocasionar pesadillas”, como explican los expertos de la Clínica Mayo, de Estados Unidos, en un artículo sobre el llamado trastorno de pesadillas.

Todos tenemos pesadillas. Solo se habla de trastorno cuando alguien las sufre con mucha frecuencia y generan problemas en la conducta durante el día o miedo al tener que volver a dormir.

Sin embargo, las causas de ese trastorno suelen ser muy variadas: estrés o ansiedad, un evento traumático previo, privación del sueño, consumo de alcohol o drogas (o síndrome de abstinencia de ese consumo), depresión u otros trastornos de salud mental. Las películas resultan sobre todo un agravante, pero difícilmente constituyen una causa concreta.

Algunos beneficios de las películas de terror

Fuera de eso, en general no solo no se registran evidencias de que las películas de terror puedan originar traumas u otros problemas, sino todo lo contrario: existen trabajos científicos que señalan que podrían tener beneficios.

Por ejemplo, podrían ayudar a superar traumas del pasado, que persisten incluso a nivel inconsciente, a través del recurso de enfrentar los propios miedos y, sobre todo, ver retratadas las experiencias de quienes sobreviven a acontecimientos dramáticos. Eso es lo que propone un estudio publicado en marzo de 2021 en la revista 'Horror Studies' por un investigador de la Universidad de Ohio, Estados Unidos.

Un análisis publicado en 2020 por científicos de Finlandia reveló que los sistemas neuronales que se ponen en acción al ver una película de terror desarrollan una “interacción compleja y dinámica”. Y que esta actividad podría resultar como una suerte de entrenamiento, al evaluar las situaciones de “amenaza y vigilancia”, para la toma de decisiones y la selección de respuestas.

En 2017, por cierto, científicos de la Universidad de California utilizaron películas de terror para identificar –con ayuda de unos electrodos conectados a personas que las veían– los circuitos cerebrales claves para procesar el miedo. De este modo, trabajaban en el desarrollo de posibles tratamientos para la ansiedad y otros trastornos.

C.V.

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