Activismo y sabotaje: ¿se abre una nueva fase en la protesta climática?

El pasado enero un grupo de personas cruzó cierta línea roja: cortaron los cables de fibra óptica que dotaba de internet a sectores de la City de Londres y reivindicaron hacerlo por “motivaciones climáticas”. Una especie de sabotaje verde que implicaba dar un paso más allá en el activismo.
Un grupo autodenominado Shut the System publicó más tarde –según explicó The Guardian– que se trataba del “pistoletazo de salida de una nueva fase de las protestas climáticas”. La policía inglesa arrestó al menos a una persona relacionada con la acción. ¿Se abrió una nueva etapa?
“Están pasando muchas cosas dentro del movimiento climático”, explica el académico del think tank Carnegie Endowment for International Peace Richard Youngs. Este investigador y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Warwick cuenta que detectaron que “las acciones directas se están volviendo más numerosas y relevantes”, pero que, al mismo tiempo, “representan cierto grado de división en la comunidad activista entre los que están a favor de esas tácticas y los que quieren incrustarse en las políticas más convencionales”.
Las acciones directas se están volviendo más numerosas y relevantes y representan cierto grado de división en la comunidad activista entre los que están a favor de esas tácticas y los que quieren incrustarse en las políticas más convencionales
En realidad, apunta, “hay mucha gente que se impacienta con la falta de progreso en la lucha contra el cambio climático, pero que están desarrollando tácticas diversas. La situación es muy fluida”, analiza. “Estamos ante una fase más intensa del activismo en general y del climático en particular”, remata.
La evolución que se fue dibujando en los últimos años va de las manifestaciones multitudinarias a acciones “menos simpáticas” como pegarse al marco de cuadros, echar sopa al cristal protector de Los girasoles de Van Gogh, teñir de agua coloreada la escalinata del Congreso o cortar rutas.
Estas últimas acciones “pueden ser vistas como una forma de proto-sabotaje”, según describió el catedrático de Políticas Internacionales Públicas y Sociales de la Universidad de Bristol, Oscar Berglund, pero los activistas más destacados en acciones disruptivas “no se involucran en actos serios de sabotaje”. El sociólogo establece en este análisis que sí hay activistas “abiertos a esas ideas”. Y concluye que “aunque la ola de criminalización de las protestas climáticas ejecutadas por varios gobiernos no están sustentadas en un deseo de la ciudadanía, la línea entre la no-violencia y el sabotaje se está haciendo más borrosa al ser considerados actos menores [como desinflar neumáticos de vehículos] como violencia”.
“Se está dando sobre todo en Francia”, aclaran algunos activistas. En ese país se vieron episodios de un nivel muy diferente. A modo de ejemplo, en el suroeste galo, un grupo de miles de activistas trataron de demoler una presa en construcción en 2023 cercana a la ciudad de Poiters. Se toparon con una gran fuerza policial enfrente y se produjo un choque violento de más de una hora. Se lanzaron más de 5.000 botes de gases lacrimógenos, el Ministerio del Interior dijo que 28 gendarmes resultaron heridos y los manifestantes que 200 personas salieron dañadas por los agentes.
“En las últimas décadas, noté un descenso de las acciones de sabotaje relacionadas con grupos ambientalistas”, apunta el periodista Will Potter, que lleva años investigando sobre el activismo verde y su represión, sobre todo en Estados Unidos. “En parte por la legislación represiva y en parte porque estos grupos evolucionaron hacia una estrategia más convencional. Sin embargo, ahora veo que los activistas están dándose cuenta de las limitaciones de ese enfoque, así que se está produciendo un cambio. Lo que oigo es: 'Como la no violencia y la protesta pacífica solo nos llevaron a más represión y un ascenso de fascismo, es el momento de escalar'”, relata.
Se está produciendo un cambio y lo que oigo es: 'Como la no violencia y la protesta pacífica solo nos llevaron a más represión y un ascenso de fascismo, es el momento de escalar
El endurecimiento de las acciones legales contra activistas climáticos es una realidad. España es uno de los tres países que aplicaron leyes contra el crimen organizado para reprimir protestas verdes más disruptivas. De hecho, miembros del grupo Futuro Vegetal están siendo investigados judicialmente por un presunto delito de organización criminal. “En ese sentido, la situación en España es preocupante”, admite Richard Youngs. “En otros países, como en Gran Bretaña, la represión es aún peor. Y si te vas fuera de Europa... el nivel de brutalidad contra los activistas en países de Latinoamérica es abrumadora”.
Para Will Potter “es difícil dar una respuesta simple, pero una de las consecuencias que estas nuevas acciones legales conllevan es que, en parte, inspiran más protesta ilegal, mientras que también hace más habitual que los activistas no reivindiquen lo que hacen”.
¿Va a extenderse?
Mientras tanto, el último informe de la Organización Meteorológica Mundial detalló esta semana cómo todos los indicadores que explican el cambio climático empeoraron: la temperatura global, el calor de los océanos, el nivel del mar, la concentración de CO2 en la atmósfera o el deshielo polar.
Las consecuencias de la alteración del clima también son patentes ya en forma de temporales, inundaciones, huracanes más violentos u olas de calor mortíferas.
“Estamos en una fase de activismo más intenso, así que veremos más acciones de ese tipo, pero también de otras clases”, analiza Youngs. Y ejemplifica: “Habrá más asambleas ciudadanas –que quizá sean la mejor herramienta para presionar a los gobiernos– y más comunidades energéticas que se organizarán a nivel local para tomar el control de la producción de su energía”.
Potter es más taxativo y afirma que “indudablemente vamos a asistir a un rápido crecimiento de protestas ilegales a nivel global”. Y argumenta que seguirá el patrón que experimentaron los ataques contra los manifestantes que documentó en EEUU. “Se expandieron por todo el mundo y se están utilizando ahora contra el activismo más convencional y no violento. Y a medida que la crisis climática empeore, más activistas van a recurrir al sabotaje simplemente porque sus voces no están siendo escuchadas”.
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