La democracia es lo de menos

Una imagen en las redes sociales se hizo famosa en los últimos días. Un manifestante disfrazado de Pikachu huye de la policía durante una protesta. Sucede en las calles de la ciudad turca de Antalya, en una de las manifestaciones más importantes de la última década en Turquía contra el presidente del país Recep Tayyip Erdogan.
El personaje de Pokemón —que algunos imaginaron como un producto de la Inteligencia Artificial— fue comentado, reposteado, alabado. En definitiva, fue objeto de una gran repercusión. Mucho más que la que ha ganado la crisis política que estalló en el país de Oriente Próximo tras el encarcelamiento del alcalde de Estambul, y mayor oponente político de Erdogan. ¿Síntoma de época? Quizás.

La escritora y directora del programa de Turquía en el Instituto de Medio Oriente, Gönül Tol, escribió esta semana una nota en el Financial Times titulada: “Europa no debe repetir sus errores en Turquía”. En el artículo, en el que Tol pide a la Unión Europea que defienda los valores democráticos en suelo turco, cita a un estudiante, presente en las manifestaciones, que se pregunta: “¿Dónde está la UE, siempre predicando la democracia y los derechos humanos, mientras nos roban el futuro y nos golpean por defenderlo?”.
Por irónico que parezca, la Unión Europea se encontraba en esos mismos días celebrando una reunión con toda la pompa francesa en París para defender a Ucrania del “autoritarismo belicista” de Rusia. Emmanuel Macron reunió a una decena de líderes europeos para acordar una estrategia conjunta de apoyo al gobierno ucraniano de cara a las negociaciones que Donald Trump y Vladímir Putin sostienen sin mucho entusiasmo por incluir a sus amigos europeos.

Entonces, ¿cómo es posible que Europa apoye a Kiev pero no a las decenas de miles de personas que salieron a protestar ante un presidente que lleva más de 20 años en el cargo y pretende transformar a Turquía en una autocracia al estilo ruso? Quizás alguien debería preguntárselo a los líderes europeos, pero los Jony Viale de la vida no son exclusivos de Argentina.
Como fuera, hay todavía algunos que se lo preguntan. En el New York Times, la periodista Amanda Taub escribió un muy buen artículo en el que ofrece algunas pistas. Con el alejamiento que Washington plantea de la OTAN, las fuerzas armadas de Turquía permanecen como el segundo mayor ejército de la alianza militar. Asimismo, la industria turca de la defensa es una de las más importantes de la región de Europa y Oriente Próximo. Una situación que Bruselas no puede soslayar en estos tiempos en que se agita el fantasma de una gran guerra con Rusia.
Otra razón, que Taub no menciona, es el rol clave que cumple Turquía como muro de contención de los millones de migrantes que quieren llegar a Europa desde Medio Oriente y África. La Unión Europea lleva ya algunos años pagándole a Erdogan para que haga el trabajo sucio —ese que sería criticado por los organismos de Derechos Humanos— de contener, reprimir y, en última instancia, albergar a esas millones de personas desamparadas que huyen de las guerras, las hambrunas y el colonialismo que aun practican las potencias a través de sus corporaciones.
En cuanto a Trump y la democracia, el propio presidente de los Estados Unidos ha dado sobradas pruebas de que ese régimen político, otrora base existencial del país norteamericano, puede prescindir de algunas cuestiones menores como la independencia judicial, el derecho a la protesta o la libertad de expresión.
“El resultado es que el Sr. Erdogan ha recibido muy poca crítica de los aliados en Europa y los Estados Unidos, quienes en algún momento habrían podido oponerse a la manipulación electoral o a otros comportamientos antidemocráticos”, señala la periodista del New York Times.
Unos comportamientos que, por otra parte, están a la orden del día. Esta semana, el corresponsal de la BBC en Turquía, Mark Lowen, fue detenido durante algunas horas, y luego obligado a abandonar el país casi de inmediato. El gobierno de Erdogan lo acusó de ser “una amenaza para el orden público…”. Cualquier similitud con las diversas dictaduras que florecieron durante el siglo XX es pura casualidad.
El diario El País de España exhortó en una reciente editorial a que la Unión Europea se tome en serio la represión política en Turquía. Quizás algún funcionario atienda el llamado, y apele a esa arma incontestable de la diplomacia europea que constituyen los post en X. Eso sí, rebosantes de una indignación moral que paraliza a los más autoritarios.
El panorama no es nuevo, aunque se agrava. En estos tiempos de expansión informativa sin límites no hay forma de no enterarse de lo que sucede en el mundo. Los países que practican el doble estándar en política exterior quedan expuestos en cuestión de segundo. El asunto es que los medios estén allí para señalarlo. No parece coherente que la Unión Europea discuta el despliegue de tropas en Ucrania para hacerle frente a Rusia, mientras Turquía profundiza cada vez más un régimen político con similitudes evidentes al que construyó Vladímir Putin. Parece ridículo que mientras expulsan a un corresponsal de la BBC, Bruselas lance un mensaje —que algunos interpretaron como una noticia falsa— para que los ciudadanos europeos hagan acopio de alimentos para autoabastecerse por 72 horas en caso de una urgencia donde el Estado no pueda dar respuesta.
La crisis política en Turquía puede estar en una fase creciente. La oposición anunció que el alcalde arrestado, Ekrem İmamoğlu, será candidato a presidente aunque permanezca encarcelado. El Banco Central está quemando sus reservas al mismo nivel que en los peores días de Toto Caputo, y así y todo la moneda nacional se derrumbó un seis por ciento, mientras que el mercado experimentó caídas similares a las del terremoto financiero del 2008.
En ese contexto, Erdogan puede verse tentado a seguir ajustando las tuercas de su cada vez más autoritario régimen político. La Unión Europea debe decidirse entre tomar cartas en el asunto o resignarse a ser un ente político con menos autoridad moral que el desafiante y aguerrido Pikachu que corretea entre los efectivos policiales de las fuerzas de seguridad turcas.
AF/DTC
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