El Mediterráneo padece una ola de calor marino en pleno invierno
El Mediterráneo soporta desde hace semanas una ola de calor marino en pleno invierno. Comenzó en diciembre y, ya entrados en enero, la temperatura del agua del mar está muy por encima no solo de la media histórica sino también del promedio de las máximas registradas.
Lo normal es que a estas alturas del año el agua del Mediterráneo rondara los 15,8º C. Es enero y el mar está en fase de enfriamiento hasta alcanzar su mínimo en marzo. Pero el Mediterráneo tiene una temperatura general de más de 17,5 ºC. Muy por encima del promedio máximo, según los datos del Sistema de Observación de las Islas Baleares (SOCIB).
Todas las regiones del Mediterráneo, desde el levante a occidente, atraviesan este pico de calor mantenido de muchos días, pero algunas zonas que bañan el litoral español están especialmente disparadas: el mar de Alborán superó los 1,8ºC extra respecto a su media de enero, las Islas Baleares los 1,6ºC e incluso en el Parque Nacional de Cabrera los 1,7ºC de más.
Solo en el área marítima de las Baleares, el año pasado se vivieron cinco olas de calor en cadena desde mayo a diciembre. 230 días de olas de calor, un récord desde 1982
“Seguimos en una ola de calor marina que se añade a un 2022 que ya fue un año de muchos récords”, cuenta a elDiario.es Mélanie Juza, investigadora del SOCIB. “Solo en el área marítima de las Baleares, el año pasado se vivieron cinco olas de calor seguidas en cadena desde mayo a diciembre. Fueron 230 días de olas de calor, un récord desde 1982”.
“El mar Mediterráneo occidental –el que baña España– sufrió las temperaturas de la superficie más cálidas desde 1982 y todas sus subregiones padecieron olas de calor sin precedentes”, remata la científica. Y el calor excesivo se ha prolongado al inicio de año.
De hecho, prácticamente todo el mar Mediterráneo está estos días calificado como en “calor extremo”, según el baremo del sistema de observación.
La 'tropicalización' del mar
“La verdad es que estamos alucinados con estas temperaturas”, comenta el responsable del programa marino de WWF, Óscar Esparza. “No tenemos claro qué puede estar pasando ahora mismo en los ecosistemas sometidos a este calor en cuanto a entrada de especies invasoras, deslocalización de especies e incluso cambios en los patrones de precipitación”.
Esta organización calcula que con esta tropicalización del Mediterráneo, “al menos 1.000 especies invasoras han aparecido en las zonas más cálidas, desplazando a las autóctonas”. De hecho, en la parte oriental del mar, variedades propias del mar Rojo –mucho más cálido– como el pez león o el pez conejo “ya están causando auténticos destrozos”, dice Esparza. Tanto como para que Turquía o Chipre hayan desplegado flotas específicas para pescar estos peces.
Estamos alucinados. No tenemos claro qué puede estar pasando ahora mismo en los ecosistemas sometidos a este calor
“La subida inexorable de las temperaturas en los océanos es el fruto inevitable del desequilibrio energético de la Tierra que está asociado primordialmente al incremento en las concentraciones de gases de efecto invernadero”. Es la conclusión que expone un grupo internacional de científicos que revisa cada curso el calentamiento de los océanos.
Este fenómeno consiste en que la capa de gases acumulada en la atmósfera a base de, sobre todo, quemar combustibles fósiles, impide la escapada de ese calor al exterior. Retenido en la Tierra, los océanos absorben el 90% de ese exceso.
Y 2022 fue el año más cálido jamás registrado en los mares del planeta, según publicó este grupo recientemente. La tendencia de este calentamiento “es tan continua y robusta que cada año se establece un récord”, remachan.
Los cinco años que más se recalentaron los mares de manera global fueron, en orden descendente: 2022, 2021, 2020, 2019 y 2017. Y el fenómeno se está acelerando. Si la media de calor (energía) extra que se tragaron los mares entre 1985 y 2022 fue de unos 5,3 zetajulios anuales, ese promedio se multiplicó por tres o cuatro veces desde 1980.
La cosa es que el Mediterráneo “se calienta a una velocidad mucho mayor y los impactos se dejan notar más porque está casi cerrado”, explica Pedro Zorrilla, el coordinador de cambio climático en Greenpeace.
Biodiversidad, comida y gota fría
Este calentamiento continuado “va a tener consecuencias negativas tanto en la biodiversidad como en la funciones ecológicas de los mares: solo la temperatura impacta directamente en los corales, los tiburones, las ballenas o el plancton. Pero luego también está el cambio que produce en el oxígeno, las corrientes o la acidificación del agua”, abunda Zorrilla.
Y, además, a medida que los océanos se vuelven más cálidos, ceban los fenómenos atmosféricos extremos. “El aumento de las temperatura refuerza los intercambios de energía del océano a la atmósfera, aumenta la cantidad de humedad atmosférica y cambia lo patrones de precipitación y temperatura a nivel mundial”, explican los científicos.
Cuando se trata de cambio climático y mar, la sociedad se siente menos concernida a pesar de que es crucial para el ciclo del agua, para el ciclo de carbono, para la pesca o para el turismo de costa
Esto quiere decir que ese calor que absorbe el mar y esa humedad extra alimentan tormentas, temporales y huracanes. El mar Mediterráneo recalentado favorece la gota fría si se forman las condiciones propicias para una tormenta. Y la gota fría desencadena lluvias torrenciales, causantes de avenidas e inundaciones.
Sin embargo, parece que “cuando se trata de cambio climático y mar, la sociedad se siente menos concernida”, analiza Pedro Zorrilla. Y eso que es crucial “para el ciclo del agua, para el ciclo de carbono, para la pesca o para el turismo de costa...” Pero el calor sigue llegando y penetrando en el mar, aguas abajo.
Hace solo unos meses, unos científicos españoles comprobaron cómo la alteración climática ya estaba profundizando lo suficiente como para afectar a los organismos mesopelágicos, un eslabón clave en al ciclo alimentario de especies de pescado muy consumidas por los humanos como la caballa, los atunes o los peces espada.
“Que los ecosistemas marinos estén bien de salud es una de las mejores herramientas que tenemos para mitigar los efectos del cambio climático”, concluye Óscar Esparza. “Y tenemos las herramientas para revertir la situación, además, beneficiándonos de ello”, remata Zorrilla.
RR
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