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OPINION

Ayudar es un acto subversivo

Luca y Mattia han dedicado buena parte de su vida al rescate de migrantes en el Mediterráneo.

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Conocí a Luca y Mattia en Spin Time, en el corazón de Roma. Spin Time es un edificio recuperado por un colectivo de personas sin techo, trabajadores informales, cooperativistas y migrantes que encontraron en las ruinas de un olvidado edificio público la posibilidad de construir un hogar y un espacio de comunión. Me los presentó el cardenal Michael Czerny, el prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, con el objetivo de integrarlos al Encuentro Mundial de Movimientos Populares. 

Luca Casarini, fundador de Mediterranea Saving Humans, ha dedicado buena parte de su vida al rescate de migrantes en el Mediterráneo junto a Mattia y otros compañeros. Su labor consiste en operar barcos de rescate bajo bandera italiana patrullando el Mediterráneo central para salvar a personas que huyen de conflictos, persecuciones y pobreza extrema –como durante siglos hicieron los europeos que emigraron hacia el nuevo mundo–, huyen como pueden, en barcos precarios provistos por los coyotes que operan desde África, después de sortear a los grupos de tarea financiados por los gobiernos europeos. 

Estos barcos se coordinan con otras organizaciones y voluntarios para localizar embarcaciones en peligro y proporcionar asistencia inmediata a quienes se encuentran en situaciones de riesgo en el mar.

El Papa Francisco es un defensor incondicional de este movimiento de ayuda humanitaria que sufre, desde siempre, persecuciones y calumnias. Durante su visita a Lampedusa en 2013, Francisco denunció la “globalización de la indiferencia” que nos ha “quitado la capacidad de llorar” por las tragedias humanas como esta. En el décimo aniversario de esa visita, en 2023, reiteró que “la muerte de inocentes, principalmente niños, en busca de una existencia más serena, lejos de las guerras y de la violencia, es un grito doloroso y ensordecedor que no puede dejarnos indiferentes”. Un año después, reafirmó su esperanza de que el Mediterráneo “deje de ser un cementerio” y recupere su identidad como “expresión de la fraternidad y la paz”.

En mi último viaje, estuve en una reunión en Spin Time con Luca, Mattia y otros compañeros, tan similares a los nuestros, en un contexto tan similar al nuestro, que hasta olía igual que la sede de la UTEP o una Casa Comunitaria del Movimiento de Trabajadores Excluidos. Había una combinación de personas sin techo que habían recuperado este edificio de las ruinas para hacerlo su hogar, trabajadores informales y cooperativistas que crearon su propio trabajo, migrantes que pasaron por el infierno, jóvenes y estudiantes luchadores, curas consecuentes que hasta llevaron a un importante obispo de la curia vaticana a conectar la luz del edificio con sus propias manos... todos construyendo un sentido de propósito sobre la base de una realidad concreta. 

Les transmití la experiencia acumulada tras diez años de co-organizar los Encuentros de Movimientos Populares; conversamos sobre eso. Mattia que ahora tiene 31 años, exactamente la misma edad que yo tenía cuando empezaron los encuentros, va a ocupar el rol que ocupé yo como co-organizador, del mismo modo que Joao Pedro Stedile, dirigente histórico del Movimiento de los Sin Tierra, también pasó la posta a una compañera más joven. Es nuestro aporte al trasvasamiento generacional. 

En la conversación me contaron algo que lamentablemente ni siquiera me sorprendió. Se trata de un escándalo de espionaje que estalló en Italia durante febrero.  Mattia y Luca, símbolos del compromiso cristiano con los migrantes, fueron espiados usando el sistema de la empresa Paragon, propiedad de una empresa privada de seguridad israelí contratada por los servicios de inteligencia italianos. 

Los informes revelan que su comunicación fue intervenida, sus movimientos monitoreados y su entorno investigado en un intento de deslegitimar su acción y construir un caso en su contra. Este espionaje se llevó a cabo utilizando el software Graphite, desarrollado por Paragon, que se infiltra en dispositivos móviles a través de mensajes o llamadas sin que el usuario realice ninguna acción. La ONG canadiense Citizen Lab, especializada en la defensa de activistas y periodistas, llevó a cabo las pericias que confirmaron el espionaje.

El ataque del gobierno italiano contra dos sacerdotes que salvan gente en el Mediterráneo provocó que Paragon tuviera que salir de Italia por el incumplimiento de la cláusula básica del contrato: solo intervenir narcotraficantes o terroristas. Las empresas privadas parecen más preocupadas en cuidar las apariencias de compliance que los gobiernos criminales con la ley interna y el derecho internacional. 

Que se entienda claramente: son gente que va a salvar personas que se están ahogando, que se están muriendo y que los civilizados estados de la civilizada Europa dejan morir en el mar. Esta gente que salva vidas, para este sistema, para esta cultura, para esta mentalidad, son subversivos. Quiero insistir en este punto, no son parte del Comando Estratégico de las Brigadas Rojas; no son etarras ni integrantes del IRA. No portan armas. No ponen bombas. No secuestran a nadie. Son curas y marineros salvando vidas. 

Mattia dijo en una entrevista con The Guardian que “hacer el bien a las personas, ayudar a quienes lo necesitan, parece haberse convertido en un acto subversivo que debe ser castigado”. Lo hablamos personalmente hace unas semanas. Qué baja está la vara… cualquier acto de humanidad que trasgreda mínimamente la cultura del descarte está automáticamente sospechado, seguidamente difamado, criminalizado, atacado, reprimido. 

La paradoja es que mientras persigue a los dos curas, financia al grupo terrorista de Najeem Osema Almasri Habish, jefe de la policía judicial libia,  buscado por la Corte Penal Internacional, detenido en italia por la alerta de Interpol, liberado a los pocos días y devuelto amablemente a Libia con un avión italiano. Su liberación desató un escándalo y generó cuestionamientos a la política italiana porque Almasri –un terrorista de estado– tiene como tarea “cuidar” las fronteras italianas amasijando migrantes. Es un tema jodido, que no sucede sólo en Italia. 

Esa cultura política que se va naturalizando, que avanza bajo el nombre de Libertad también en nuestro país, es una forma de deshumanización, es la imposición de la cultura del descarte y la indiferencia cómo moral oficial. Desalienta todos los impulsos nobles de las personas. Se supone que ayudar a otros es algo bueno ¿no?… pero el Estado, que Hegel suponía “la realidad efectiva de la idea ética.” (Principios de la Filosofía del Derecho), aplasta las pautas  universales básicas de la ética humanista. 

Lo bueno es que Mattia sigue, Luca sigue, los barcos siguen navegando, los movimientos populares siguen construyendo, los encuentros siguen organizándose. Y mientras haya quienes desafíen la indiferencia y se jueguen por los que nadie quiere ver, la esperanza sigue brillando, a veces tenuemente; sigue brillando porque todavía se escucha el eco de ese que nos pidió ser felices cuando nos odien, excluyan,  insulten y ensucien nuestro nombre por la dignidad humana y el amor a los que sufren.

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