No tendrás casa, pero sí una linda ametralladora

Donald Trump dijo que si ganaba la elección presidencial en Estados Unidos él traería la paz al mundo. A poco más de dos meses convendría revisar su promesa.
Esta semana, Israel volvió a atacar Gaza dejando un saldo de más de 400 muertos, entre ellos numerosos civiles: mujeres y niños. El Congo, territorio de valiosos minerales disputado por las grandes potencias, se acerca cada vez más a una guerra civil. Siria, desde que los islamistas expulsaron al dictador Bashar Al-Assad, está inmerso en un espiral de violencia sectaria. La guerra en Ucrania, por último, alterna entre los deseos de “paz” de Trump y el “rearme” furioso de la Unión Europea.
Por eso, más que a tiempos de paz, el mundo se aboca a la compra desbocada de armas.
Bruselas lleva dos semanas de frenéticas reuniones y anuncios sobre el “gran rearme europeo”. Producción de aviones de combate, tanques, drones, incluso bombas nucleares. Todo está sobre la mesa, y reviste una urgencia tal como si el Ejército Rojo se encontrara de camino a Berlín o a París. El presidente francés, Emmanuel Macron, estudia una fórmula para que el arsenal nuclear galo sirva de “paraguas” para el resto de Europa. Es la respuesta al temor de que Trump retire a Estados Unidos de la OTAN.
En el este de Europa, donde se cree que el Kremlin no ve la hora de aplastar a Ucrania para invadir el resto del continente, no se andan con asuntos menores. El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, dijo días atrás que su país estaría más seguro si contaran con su propio arsenal nuclear. The Economist precisa que no hablaba de construir una bomba propia “de momento”, (eso llevaría tiempo y una búsqueda de consensos) pero sí de albergarlas en su territorio.
Es interesante cómo se piensa la política europea en estos días. A nadie se le ocurre otra cosa que armarse hasta los dientes. Rusia dijo que si Polonia alberga armas nucleares en su territorio, el país se convertirá en el principal objetivo de las fuerzas armadas rusas. ¿Cómo pensaban que podría reaccionar Moscú ante esa idea? Si los arsenales rusos contaban con algunas docenas de bombas nucleares, próximamente tendrán el doble. Lo paradójico es que arrojando tan solo algunas de ellas, Europa quedaría arrasado. ¿Dónde piensan utilizar el resto?
Vaya a saber. Lo cierto es que los planes para fabricar armas están en auge. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Layen, presentó un plan de “inversión” en materia de defensa equivalente a 800.000 millones de euros. Para darse una idea de lo que significa, basta con compararlo con las cifras del Plan Marshall. Aquel fondo para reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial fue de unos 13.000 millones de euros. A dinero de hoy, 120.000 millones de euros, apenas el 15% de lo que Bruselas planea gastar en nuevos blindados, municiones y otro armamento bélico.
A varios miles de kilómetros de Europa hay quienes ven el “rearme” europeo con notable entusiasmo. Canadá, también enfrentado a Trump, está realizando gestiones para poder participar como proveedor del plan de Bruselas. La Unión Europea debe abastecerse a sí misma con al menos el 65% de la producción. Las empresas canadienses ven una oportunidad de suplir el 35% restante. Un funcionario canadiense le dijo al New York Times que la idea es poder participar del desarrollo del avión de combate Saab Gripen, desarrollado principalmente por Suecia. En parte, por eso, el nuevo primer ministro canadiense estuvo de visita esta semana en París y Londres.
De todas formas, a los canadienses les falta mucho para llegar hasta el lugar que se imaginan. Distinta es la situación en Corea del Sur y Japón, donde ya existe una larga trayectoria en la producción de material bélico. Las acciones de Hanwha Aerospace, la principal empresa de artillería de Corea del Sur, subieron un 134 % este año, mientras que las de Mitsubishi Heavy Industries, el mayor proveedor de armamento de defensa de Japón, ganaron un 26 %. Otras compañías de la región, como Hanwha Aerospace y MHI, multiplicaron por cinco su valor desde que escaló la guerra en Ucrania en el 2022.
En Europa, por supuesto, también hay ganadores. Rheinmetall, el mayor fabricante de armas de Alemania, vio un crecimiento de sus acciones del 122% en el último año, mientras que la británica BAE aumentó su valor en un 42%.
Preguntas incómodas
Un pequeño detalle obliga a hacerse preguntas. ¿Quiénes manejarán los tanques? ¿Quiénes portarán las ametralladoras? ¿Quiénes dispararán los misiles?
elDiarioAR se ha hecho estas preguntas en varias ocasiones. Uno de los principales columnistas del Financial Times se las ha hecho también esta semana. Janan Ganesh escribió un artículo en el que plantea los grandes desafíos de la Unión Europea en este “gran rearme”.
“Este mes, llegó a mis manos un gráfico de los analistas de S&P Global Ratings que confirmó al cínico que llevo dentro. El eje X representa la distancia de una capital a Moscú en kilómetros. El eje Y muestra su gasto en defensa como porcentaje del PIB. Con algunas excepciones, existe una relación inversa entre ambos: el sur de Europa, bien protegido, escatima en defensa, mientras que el noreste, más expuesto, gasta muy por encima del umbral del 2 % del PIB fijado por la OTAN. Lo que agrava este problema son las respectivas poblaciones, señala Ganesh. ¿Por qué? Porque los países del este europeo tienen una población escasa (los tres bálticos suman menos de siete millones de habitantes), mientras que los del oeste, son los más poblados.
ItalIa y España (con más de 50 millones de habitantes cada uno), justamente, plantearon algunas diferencias con la euforia militar que reina en Bruselas. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, dijo en una reunión con sus pares europeos que su país no desplegará fuerzas militares en Ucrania, ni siquiera para el supuesto plan que proponen Londres y París para “garantizar” el auto el fuego en Ucrania. Pedro Sánchez, por su parte, señaló que la utilización de fondos para el armamento militar no debe afectar las partidas sociales. Además, pidió cambiar la palabra “rearme”, alérgica para los denominados progresistas, y reemplazarla por seguridad.
Lo importante es la seguridad
El cambio semántico que propone Sánchez es interesante. ¿A qué seguridad se refiere? ¿La de no ser invadido por Moscú, o la de no llegar a fin de mes? El mes pasado, el diario El País escribió una editorial titulada “Juventud estancada, futuro incierto”, en la que revela —una vez más— el estancamiento de los salarios de los jóvenes, y las escasas oportunidades que tienen para ascender en la escala social.
“Mientras los salarios de los jóvenes permanecían igual (un trabajador de menos de 25 cobra solo 30 euros más que el mismo perfil en 2006), el metro cuadrado en alquiler ha subido un 78% en la última década. La edad de emancipación se ha retrasado hasta los 30,3 años, frente a los 26,4 años de la media europea. El Consejo de la Juventud de España sitúa en el 14,8% los menores de 30 años independizados, el peor dato desde 2006”, precisa el periódico.
Respecto de los mayores de 30, la situación no mejora. “No se puede presumir de datos macroeconómicos mientras una generación entera se ve condenada a vivir con el agua al cuello hasta pasados los 40 años”, señala El País sobre los insuficientes salarios que reciben los mayores de treinta en España.
El escenario no es nuevo. Desde las crisis del 2008, los jóvenes y adultos jóvenes alrededor del mundo no pueden aspirar más que una supervivencia ligada al consumo del pasatiempo. Sin embargo, a los dirigentes no les asusta en lo más mínimo. No hay aspavientos ni grandes anuncios, Bruselas no se reúne hasta altas horas de la madrugada para ver cómo solucionan la caída sostenida en la calidad de vida de los sub 40. Después, entonces, no sorprende que las encuestas muestren el enorme desencanto de los jóvenes con la política.
La consultora internacional Gallup realizó una encuesta global entre 2024 y 2023 cuyos resultados muestras que los jóvenes perdieron la fe en el Estado. En Estados Unidos, menos de un tercio de los encuestados mostró alguna esperanza en lo que puedan hacer los gobiernos por su bienestar. Italia y Grecia son los países europeos entre los que más desconfianza existe en las instituciones y los servicios públicos. En Canadá, la potencia de norteamérica que ahora quiere participar del “rearme europeo”, más de un 60% de los jóvenes experimentó un cuadro de estrés.
Con estos datos, es difícil entender a la dirigencia política cuando se desboca metiendo dinero en la producción bélica, y no en la creación de empleo o la distribución de la riqueza. Probablemente, varios de ellos hayan llegado a la conclusión de que los jóvenes, más que un trabajo bien pago y una casa, desean un exclusivo rifle de asalto.
AF/DTC
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