Gente descartable
Hundió el barco por gorda, dijeron en 1998 cuando se estrenó Titanic respecto de Kate Winslet, la protagonista. Y llovieron las críticas e insultos a la actriz por su peso. No importó que hiciera un trabajo excepcional, ni su entrega ni su esfuerzo, recordó hace unos días el escritor y activista LGTBI+ español Roy Galán. Lo que más importaba de ella entonces era su cuerpo. Una parte del mundo no podía soportar que la protagonista de una película romántica no usara un talle de ropa pequeño. Kate no tenía brazos y muslos delgados. Es demasiado grande para él, vociferaban las revistas que no toleraban que el personaje de Leo Di Caprio se enamorara de ella. Millones de chicas vieron la película aquel año en el cine. Imaginen lo que les pasó al mirar sus propios cuerpos o al escuchar esos comentarios, tomando como referencia la mirada de una sociedad que controla a las mujeres a través de una idea única de la belleza. Piensen en la distorsión y el daño que esos comentarios provocaron. En ese tiempo, además, de eso no se hablaba. Eso comenzó mucho después. Cuando gorda dejó de ser un insulto. No, claro, para todes, sino para quienes enarbolaron esa palabra como bandera de lucha.
Hay gente descartable, piensan.
Es lo que parece ocurrir cuando el presidente argentino, uno de los mayores influencers del país, le da un me gusta al meme en el que una foto del gobernador de Chubut aparece editada con rasgos de una persona con síndrome de down. El posteo es empleado como insulto y aunque el vocero de Casa de Gobierno niega que su superior haya utilizado esa herramienta para respaldar la publicación en redes, el screenshot aprobador se viralizó.
La foto con el resultado del gesto presidencial va en la misma línea de cuando, en setiembre del año pasado, Javier Milei maltrató a un economista con el que disintió. “Mogólico, imbécil y tarado”, dijo el entonces candidato a la presidencia. Se trató de una actitud discriminatoria, en el estilo de liderazgo maltratador y disruptivo que es sello del hombre de ultraderecha que maneja los destinos de nuestro país, con un control férreo desde el vértice hasta la base de la pirámide.
Cerrar y prohibir no parece coincidir con el nombre del partido que fundó: La Libertad Avanza. En este caso, la libertad retrocede. ¡Y cómo!
A contramano de lo que ocurría antes de asumir sus funciones constitucionales, el presidente tiene una activa participación en Twitter, aunque su contacto real y directo con las audiencias prácticamente hoy no existe y son los ministros y funcionarios quienes hablan por él.
El apoyo al meme que insulta a las personas con síndrome de down ocurre en la misma semana en que Milei cierra el INADI, despide empleados del estado y prohibe el uso del lenguaje inclusivo y todo lo referente a la perspectiva de género en la administración pública nacional. Cerrar y prohibir no parece coincidir con el nombre del partido que fundó: La Libertad Avanza. En este caso, la libertad retrocede. ¡Y cómo!
No se trata solo de hacer desaparecer un ente que se ocupaba de combatir el maltrato por el origen étnico, nacionalidad, edad, religión, género, discapacidades, edad, de las personas. sino que se sancionará a los integrantes de los organismos del estado que empleen la e, la x o la arroba para integrar a la diversidad sexual.
Es una vía libre al daño, un desconocimiento de buena parte de la población y la admisión del uso tristemente alegre de los sustantivos mogólico, puta, gorda, indio, negro, entre otros, como adjetivos descalificadores, es decir como insultos.
Estamos convencides de que el estado es el responsable de garantizar los derechos humanos y que un presidente democrático no puede avalar discursos violentos y practicas criminales. Pero...
La Asociación Sindrome de Down rechazó la burla, se pronunció contra la descalificación y exigió disculpas públicas. Nada más oportuno entonces que evocar a John Berger, como hace Laura Fuksman, médica, escritora e instructora de Movimiento Vital Expresivo, quien al referirse a las manifestaciones esperanzadas ante la justicia ausente, recordó las palabras acertadas del escritor John Berger. “La gente protesta porque no hacerlo es demasiado humillante, demasiado aplastante, demasiado letal. La gente protesta, monta una barricada, toma las armas, se va a la huelga de hambre, se toma de las manos para gritar o escribe, con el fin de salvar el momento presente, sin importar lo que traiga su futuro. Protestar es negarnos a ser reducidos a cero y a que se nos imponga el silencio. Por tanto, en cada momento que alguien protesta, se logra una pequeña victoria. El momento adquiere cierto carácter indeleble. Se va y sin embargo dejó impresa la huella. Lo principal de la protesta es una redención del presente, algo que parecería no tener consecuencias, es decir una acción que parece inconsecuente (sin lógica, desconectada del futuro, irrelevante). El problema es como vivir una y otra vez con la supuesta ausencia de consecuencias, con lo inconsecuente”.
La gente protesta, monta una barricada, toma las armas, se va a la huelga de hambre, se toma de las manos para gritar o escribe, con el fin de salvar el momento presente, sin importar lo que traiga su futuro
En el inframundo libertario, pese al número más alto de muertes con 322 mujeres asesinadas en manos de sus femicidas, el presidente que cerró el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, analiza nuevas leyes regresivas. Habrá que ver si la población del país y sus organizaciones civiles continúan o no comiendo estos frutos amargos y cuáles serán las consecuencias. Personalmente, disfruto de las historias de terror, del género gótico, cuando son de ficción, como las creadas por narradores como Poe, King o Enríquez. Sobre todo, porque a esos relatos uno se entrega por decisión propia.
La mayoría argenta no está disfrutando de esta realidad desbocada y maldita. Algunos, la soportan como un sacrificio por algo mejor; otros descreemos completamente de esas ideas instaladas por los extremos, como “cuanto peor, mejor” o “estamos mal, pero vamos bien”.
Y están los que participamos activamente para que la resistencia que hoy se cocina a fuego lento adquiera una mayor dinámica, y que las nuevas lideresas y los jóvenes dirigentes ocupen los espacios necesarios para que la democracia vuelva a ser un sistema de representación que albergue los derechos y las obligaciones de todes.
En esta semana de malas news, recomendamos dos de las mejores obras teatrales de la cartelera del Teatro Picadero: El corazón del daño, de la que quedan poquísimas funciones, una versión dirigida por Alejandro Tantanián e interpretada por Marilú Marini, sobre la novela de María Negroni y Precoz, con Valeria Lois y Tomás Wicz, la pieza escénica homónima basada en el libro de Ariana Harwicz, que ayer tuvo su última representación.
Se trata de dos piezas donde los cuerpos hablan de sus búsquedas desesperadas por una existencia más digna. Si El corazón del daño es el monólogo súbito y desesperado de una mujer que intenta salir de la órbita destructiva de su madre, Precoz es el diálogo tenso entre una madre e hijo que se debaten hasta estallar entre la simbiosis y la locura.
Precoz narra la indiscriminación de un adolescente y su progenitora que viven un amor tóxico, el único posible para ellos, en una sociedad que desprecia a los seres que han sido social y económicamente marginados. Estas criaturas se alejan de la vida en comunidad condenados por la mirada ajena y por un Estado ausente. El corazón del daño, por su parte, desarma la existencia de una mujer que huye del hogar primario, donde mantiene un vínculo simbiótico con su madre, para ir descubriéndose en la praxis de las luchas y de la escritura, no sin enfrentamientos consigo misma, con la paridora y con el entorno ancho y ajeno.
Ambos montajes coinciden en lo descarnados que son sus personajes, quienes se sirven de bellos y contundentes textos literarios, casi como únicas herramientas expresivas. Sin artefactos ni adornos, las dos propuestas dramáticas son de una delicada complejidad.
“¿Cuántas veces puede uno brillar en la vida? ¿Una? ¿Dos? Nosotros acá estamos brillando” le dice el personaje que interpreta Valeria Lois a su pibe, Tomas Wicz, con el que pretende transgredir las leyes universales de la prohibición del incesto. La escena es vertiginosa, la voz de la actriz se amplifica mientras mira al público en la obra que dirigió Lorena Vega. Los personajes están en el borde de un mundo indiferente, que los ha excluído, donde viven su íntima y gran desventura.
Dice Negroni, autora de El corazón del daño, que sobre el final de la última dictadura cívico militar pensaba que “escribía así para oponerme a los grandes discursos de los militares”. Luego, aquella explicación política se convirtió en una autobiográfica, al conferirle el origen al asma de su madre y a cómo había aprendido de chica que no había demasiado aire para hablar, por lo cual había que decir lo más posible con la menor cantidad de palabras. En la actualidad, su lectura es que su manera de escribir es un rasgo propio, “escribo así porque así respiro y así pienso y siento”.
Sendas obras emergen como gestos de creación política y estética con lenguajes propios, descentrados respecto de las estructuras tradicionales, bebiendo de la literatura pero convertidos en cuerpos propios, autónomos, libres, desafiando y derribando lo estricto de los géneros.
LH/MF
0