Eso que llaman amor es trabajo no pago
Aún resuenan en mí los tangos que escuché en vivo el último sábado, con la voz deliciosa de Gabriela Novaro, la intérprete de los pelos violeta, en Pista Urbana, San Telmo, acompañada por las cuerdas muy bien temperadas de Hernán Reinaudo. Algunos de esos temas, en clave de 2 por 4, eran los que escuchaban mientras barrían los patios, mis abuelas Regina y Rebeca, y mi tía Julia, mujeres que mantuvieron hogares, criaron hijos y le dieron de comer a vecinos y parientes sin recibir ningún reconocimiento económico a cambio.
Ya lo explicó Silvia Federici en su libro Calibán y las brujas, donde describe el proceso histórico, social y económico por el que, del Feudalismo a la Modernidad, las mujeres fueron borradas del mapa de la producción económica. No porque no laboraran, al contrario. Sino porque los señores propietarios se quedaron con los salarios de sus quehaceres como si fuera algo natural. Nos dice la investigadora ítalo estadounidense que el trabajo reproductivo y de cuidados que hacemos nosotras, sin remuneración, es la base sobre la que se sostiene el sistema capitalista.
Por eso, luego de haber conquistado el reconocimiento que significa la jubilación para las amas de casa, que la moratoria esté en peligro de desaparecer, tras la votación en Diputados de la Ley Pasta Base, como alguien ironizó, es un riesgo grave para todas las mujeres, en especial para aquellas a quienes les falta poco para llegar a esa instancia.
Se vienen sucediendo días tristes en la Argentina, aunque mucha gente no se dé cuenta de las pérdidas. No importa si te interesa o no la política. Lo que ocurre en la Cámara Baja del Congreso tiene repercusiones siempre en nuestras vidas personales y comunitarias, aunque seas indiferente a esas votaciones y los acontecimientos en torno a ellas.
Un 75% de mujeres accedieron a la moratoria para alcanzar su jubilación, pero ahora, de aprobarse en el Senado la nueva ley, 9 de cada 10 mujeres no podrán jubilarse. También habría una baja en las indemnizaciones para las trabajadoras de casas particulares y en el monotributo social, que garantiza el acceso a la salud, mayoritariamente mujeres. Se ampliaría el periodo de prueba en los empleados de los actuales tres meses a seis o un año.
Según informa Casa FUSA el concepto de equidad sin perspectiva de género no es suficiente. En 2024, el mercado laboral, el salario, las jubilaciones y las oportunidades aún no son iguales para hombres y mujeres. El trabajo doméstico y las tareas de cuidado son labores feminizadas.
En Argentina, informa la Organización Internacional del Trabajo, de las casi 3 millones de mujeres que trabajan en sectores de cuidado, 9 de cada 10 realizan estas tareas sin remuneración y dedican el doble de tiempo que los varones.
Las mujeres que además de atender su hogar trabajan, lo hacen por más de 80 horas semanales. Para la totalidad de las amas de casa, las tareas del hogar nunca llegan a insumir menos de 50 horas semanales, señala el Sindicato de Amas de Casa. La brecha salarial entre varones y mujeres es del 26,4 por ciento (Ecofeminista), el porcentaje de mujeres en cargos de liderazgo es del 31 por ciento, dos puntos por debajo del promedio global (Women in Business 2024), el 89% de las mujeres de entre 55 y 59 años no tiene los años de aportes suficientes para jubilarse o le faltan todos por dedicarse a tareas domésticas/de cuidado (Boletín Estadístico de la Seguridad Social, 2022).
En su reciente libro Después del trabajo, la filósofa británica Helen Hester (Grays, 1983) llama a emanciparse del trabajo en su modo capitalista para disfrutar de la verdadera libertad. Se refiere a la forma remunerada y a la reproductiva, para la que exige “reconocimiento, redistribución y reducción” del tiempo destinado al trabajo. En el volumen, cuyo subtítulo es Una historia del hogar y la lucha por el tiempo libre, coescrito con su compañero, Nick Srnicek, propone caminos posibles, como la construcción de redes sociales humanas.
Docente de Género, Tecnología y Políticas Culturales en la Universidad de West London, es una de las representantes del xenofeminismo, y autora de un libro homónimo (ambos de la editorial Caja Negra) en el que explica que debe abolirse la idea que naturaliza las actividades domésticas que han sido históricamente feminizadas. El objetivo de su propuesta es lograr la independencia colectiva. Si bien las ideas de Hester parecen muy poco aplicables en nuestra realidad, es interesante sumarse a su corriente de optimismo y pensar que alguna vez, por qué no, podrán funcionar en la sociedad argentina, hoy tan dominada por los conservadores.
El xenofeminismo es un proyecto en el que el futuro permanece siempre abierto y constituye el horizonte de posibilidad de una drástica reconfiguración polisémica, es decir que integra una pluralidad de voces. Privilegia el problema de la reproducción tanto biológica como social, a partir de la consideración de los dispositivos tecnológicos de la época: cualquier herramienta que puede operar transformaciones en la realidad.
El concepto de tiempo libre, señala Hester, está distorsionado por una ética del trabajo muy arraigada entre nosotres que reivindica nuestra condición de semiesclaves, enajenades por les propietaries de los medios de producción y de las riquezas naturales.
Suponer el ocio como algo negativo, dice Hester, “es, en parte, por la ética del trabajo que hemos interiorizado. Esa idea de que, si no estamos trabajando, deberíamos hacer algo productivo no es más que el trabajo históricamente determinado por los poderosos colándose en nuestra manera de pensar”. Ella desafía la noción tradicional de que el trabajo (sometido) dignifica al ser humane y plantea que la verdadera libertad solo puede alcanzarse emancipándose del sistema neoliberal y priorizando nuestro propio y valioso tiempo.
LH/MF
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