El mensaje de Úrsula
Pasan los días y la frases de Úrsula se nos aparecen una y otra vez.
“Me callé siempre hasta que me vi muerta” ¿Cómo es posible que Úrsula, haya visto lo lo que le iba a pasar y no los que recibieron sus denuncias, los que rodeaban a su asesino? ¿Cómo es posible que lo veamos todo tan claro y siga todo igual?
Si hoy una piba se encontrara en la misma situación que Úrsula, le podría pasar exactamente lo mismo. ¿Por qué? Básicamente porque desde que se conoció el femicidio, nada parece estar en vías de cambiar. El dolor, la indignación, las declaraciones, y a seguir como si nada.
Desde que la violencia machista pasó a tener un lugar expectante en el discurso de funcionarios judiciales y políticos, por el movimiento de mujeres movilizado y atento y por un Ni Una Menos que se volcó a las calles y a decir que no nos íbamos a callar más, se intentó calmar esa demanda con consignas y con la difusión de la línea 144. Allí puede llamar cualquier mujer que esté siendo víctima de violencia de género. Se les pide a las mujeres que llamen, luego que denuncien, que al mismo tiempo se auto protejan y, como se leyó en algunos comentarios de redes sociales, que una vez hecho todo eso no salgan más, a ver si quién amenazó con matarlas lo hace. Antes nos mataban por usar la pollera corta, ahora por no habernos sabido escapar del agresor. Nos matan por atrevernos a seguir viviendo a pesar de las amenazas.
Por eso nunca me convenció el “amiga date cuenta”. Nos lo quisieron vender como el último hilo que nos ata a sobrevivir, a no sufrir violencia. ¿De qué le sirvió a Úrsula darse cuenta, al punto de verse muerta, si quienes la tuvieron que ayudar no lo hicieron?
A Úrsula no le entregaron un botón de pánico. Nadie vio urgencia en sus denuncias reiteradas. Solo ella, sus amigas y su familia temieron lo peor.
Fue una trompada colectiva enterarnos del asesinato de Úrsula. Y dentro de esa reacción colectiva, no faltaron quienes, por misoginia de arrastre o por pura impotencia nomás, buscaron como culpable a algunas instituciones feministas que supimos conseguir, como el Ministerio de las Mujeres. En mi humilde opinión, no es por ahí la cosa, cómo no va a hacer falta una institución para que centralice las políticas contra la discriminación y la violencias basadas en el género. Otra cosa diferente es preguntarnos si no le podríamos exigir más a quienes están a cargo del Ministerio. Y yo creo que sí, que las feministas esperamos no tanto declamaciones, coincidamos o no con ellas, como acciones. Ante cada mujer que muere y que antes hizo una denuncia (la mayoría de los casos), hay un camino para desandar y modificar. Algo está funcionando muy mal. Hay fallas que nos están costando la vida.
En el 2015 un grupo de atolondradas y entusiastas feministas, periodistas, comunicadoras y referentes culturales, ensayamos un petitorio que concentrara los cambios necesarios para terminar con la violencia machista. Partimos de la base que tenemos muy buenas leyes, como la 26.485 para Prevenir y sancionar la violencia de género, y con Convenciones como la CEDAW (Convención Internacional sobre todo tipo de Discriminación hacia la Mujer) y la Belem do Pará que tienen rango constitucional. Lo que falta es bajarlas a la realidad. Tuvimos un gran avance con la ley de aborto legal, aún quedan muchas normas mejorables. Pero hay algo que nos está faltando.
Me pregunto si en algún punto no quedamos aferradas a lo simbólico, en detrimento de lo real. Los comunicados de instituciones y organizaciones feministas hablan de articulación, coordinación, se firman convenios. Pero cuando una mujer necesita denunciar o que la protejan, está completamente sola. Las denuncias están sirviendo más para alertar a los agresores que para proteger a las víctimas.
Y no es que esté todo mal o que sea imposible. Hay modelos que funcionan bien para replicar. Todas sabemos que la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte, institución creada por la ex jueza de la Corte Suprema Carmen Argibay (porque las instituciones y que al frente de ellas haya feministas, sirve) trabaja permanentemente, califica el riesgo, y deriva a un listado de muy buenos patrocinios jurídicos gratuitos en caso de que la denunciante no pueda o no quiera pagar un abogado en forma privada. Pero una oficina de la OVD que funcione bien no puede, ni por jurisdicción ni por capacidad real, hacerse cargo de los miles y miles de casos que consultan a la línea 144. ¿Alguien sabe qué pasó con el cuerpo de abogades que se creó a fines del 2015 por una ley que se aprobó como respuesta a los reclamos de la marcha de Ni una menos? En el 2019 eran 12 para todo el país. ¿Qué pasó con ellos? ¿No era un punto importante a sostener en el Plan Nacional contra las Violencias? ¿Y para cuando una reforma judicial sensible al género? ¿Qué esperamos para tener fueros especializados en violencia de género para que la propia denuncia no sea un continuo de revictimización?
¿Por qué las mujeres, lesbianas y LGTBI seguimos teniendo un lugar marginal en donde se toman las decisiones? El mensaje sigue siendo que el patriarcado manda, y ante eso nuestras prioridades, por ejemplo la de sobrevivir, no es algo de primera necesidad.
La realidad es que en 2021 es muy difícil denunciar un caso de violencia machista. Y todo es una suma de dificultades: no hubo cambios reales en las políticas de cuidados, sino todo lo contrario, se incrementó la carga para las mujeres durante la pandemia, aumentó la pobreza y el sobre trabajo. No hubo responsabilidad social colectiva para el cuidado de niñas, niños y personas mayores o enfermas. Imaginemos por un momento qué posibilidad real tuvo una mujer en aislamiento de llamar para denunciar, a un juzgado civil por medidas de protección, conseguir un abogado o abogada penalista por la denuncia penal, mientras acompañaba a su hija o a su hija en la clase virtual para aprender a sumar.
Úrsula tenía solo 18 años, y la convicción de que tenía que hacer algo para salvar su vida. Estremece la capacidad que tuvo de pensar en su posible final y también en que todo podía fallar. Se vio muerta y la mataron. Pero antes nos avisó: “Y si un día no vuelvo hagan mierda todo”.
Úrsula no volvió. Además de sus frases, da vuelta aquélla que dijo Marcela Ojeda al conocerse el femicidio de Chiara Páez, allá por el 2015, y que dio inicio a la convocatoria de la marcha de Ni una menos.
¿No vamos a hacer nada?
AC
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