Nicaragua: el previsible resultado de las presidenciales en una República traicionada
Cada 17 de julio Nicaragua celebra ‘el Día de la Alegría’. En recuerdo de aquella madrugada de 1979 cuando el presidente Anastasio Somoza Debayle , apodado 'Tachito', huyó de Managua en la madrugada con su familia. Según una versión (falsa), en el avión que lo llevó a Miami viajaban también, en cajas metálicas, los restos de su padre Anastasio Somoza García, apodado 'Tacho' o 'el Malo', también dictatorial presidente entre 1937 y 1956, y, en otras caja más, los de su hermano Luis Somoza Debayle, apodado 'el Bueno', quien completó el período de su padre asesinado, levantó el estado de sitio un solo día -el de los comicios en que lo votaron presidente a él-, y gobernó hasta 1967. Los Somoza eran los protagonistas pero no los autores de esta leyenda. La desmintieron tardíamente, porque los hacía quedar bien. Según esta misma ficción, no era por necrofilia que cargaron las osamentas, sino por piedad filial, para evitar la profanación de santas sepulturas fueran profanadas. Según reveló después la familia, Tachito tenía miedo y ni por un segundo pensó ese día en los muertos, no quería unirse a ellos.
El regocijo de aquella fecha es festejo nacional del fin de la dictadura somocista. La había inaugurado Tacho, primer comandante de la Guardia Nacional auspiciada por EEUU para “mantener el orden”. Ese martes de 1979, una multitud de nicaragüenses llegó hasta la avenida Somoza, en la colonia capitalina Somoza, ingresó al Estadio Nacional Somoza, y en la norte de esa cancha de beisbol, derribó la estatua ecuestre de Anastasio Somoza García: Tacho, o el Malo. Según lo señaló el historiador marxista británico Eric Hobsbawm, evocando la toma de la Bastilla parisina en aquel otro julio de 1789, cuando los vientos son Revolución, sea Francesa o Americana, nada mejor que símbolos.
El último día de la dictadura familiar somocista era el primero de la Revolución Popular Sandinista. La victoria de ultratumba de César Augusto Sandino sobre Anastasio Somoza, el dictador que en 1934 lo había mandado matar. Sandino había luchado heroicamente por una causa que parecía imposible: la liberación de Nicaragua, ocupada de hecho por EEUU desde 1909 y elevado a Protectorado desde 1912 hasta 1933. Al presidente Franklin Delano Roosevelt se le atribuye la frase: “Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Cuarenta y cinco años después, los “hijos de Sandino”, como gustaban llamarse los jóvenes guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), derrocaron al último de los hijos de Somoza. Después de permanecer en EEUU, ‘Tachito’ viajó a Guatemala y eligió como destino final Paraguay, donde murió asesinado por un comando derivado de la antigua guerrilla argentina del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), coordinado por Enrique Gorriarán Merlo, quien había combatido con los sandinistas para derribar a Somoza.
Fundado a inicios de la década de 1960 como una organización político-militar de izquierda, el FSLN fue uno de los muchos movimientos guerrilleros inspirados por la Revolución cubana surgidos en el continente durante esa época. Las primeras victorias significativas en el plano militar no fueron inmediatas, aunque varias derrotas “heroicas” como las de Raití y Bocay (en 1963), Pancasán (1967) o Las Delicias del Volga (1969) los visibilizaron ante la población nicaragüense. Pasaron a la ofensiva en diciembre de 1974, con el asalto a la casa de un amigo personal de Somoza Debayle que le ofrecía una fiesta al embajador estadounidense. La acción conocida como la “Operación Chanchera” -el asalto a la casa de los chanchos- que años después inspiraría el guion cinematográfico de Gabriel García Márquez, El asalto- obligó al gobierno a pagar un rescate de US$5 millones, a publicar varios comunicados del FSLN y a excarcelar a 18 de sus miembros, entre ellos Daniel Ortega, el actual presidente del país.
En enero de 1978, el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro -director del diario La Prensa, opositor a Somoza, y miembro de una de las familias más prominentes del país- incrementó tanto la oposición a la familia gobernante como la adhesión a las acciones del FSLN. Los constantes abusos de derechos humanos de la Guardia Nacional -entre ellos el asesinato del periodista estadounidense Bill Stewart que inspiró la película Under Fire, aceleraron el proceso que culminó con el repudio del presidente estadounidense Jimmy Carter. Caído el régimen somocista, asumió la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional compuesta de cinco miembros, entre ellos Daniel Ortega y Moisés Hassam del FSLN (el escritor Sergio Ramírez se sumaría sus filas poco después). El pretendido pluralismo de la Junta de Gobierno mostró sus quiebres en abril de 1980 con la renuncia de Violeta Barrios de Chamorro y Alfonso Robelo, los representantes del sector empresarial. La primera en renunciar fue la viuda de Pedro Joaquín Chamorro. Diez años después sería elegida presidenta, primera victoria electoral de una candidatura no sandinista desde 1979. También Robelo abandonó la Junta y quien pasó a integrar el directorio político de la Resistencia Nicaragüense o la “Contra”. Ronald Reagan y la CIA se iban a interesar en ayudar los Contras, buscando instrumentalizarlo para hacer caer a un gobiern cuyo pecado mortal, a sus ojos, era ser pro-cubano El surgimiento de la “Contra” radicalizó a los sandinistas, que llegaron al poder prometiendo elecciones democráticas, pluralismo político y una economía mixta pero pronto empezaron a restringir a la oposición, censurar la prensa y confiscar empresas y propiedades de “la burguesía”. A la vez, presentaron al mundo frutos de la revolución: la Cruzada Nacional de Alfabetización, que en 1980 redujo el analfabetismo del 50% al 13%, y una masificación de los servicios de salud que permitió la erradicación total de la polio dos años después. La economía nicaragüense, que hasta entonces había sido una de las más prósperas de Centroamérica -aunque también una de las más desiguales-, se desplomó. La Corte Internacional de Justicia de La Haya estimó en US$17.000 millones las pérdidas materiales generadas por el conflicto armado selectivamente financiado por EEUU. En 1984 el FSLN con Daniel Ortega como candidato se había impuesto claramente en las elecciones presidenciales, boicoteadas por las principales fuerzas opositoras. El gobierno suscribió en 1987 los Acuerdos de Paz de Esquipulas II , que contemplaban el adelanto de los próximos comicios presidenciales y mayores garantías para la oposición.
En 1989 caía el Muro de Berlín, y el bloque socialista prosoviético, la principal fuente de apoyo del gobierno sandinista, se derrumbaba en una caída que pocos habían previsto. En febrero de 1990, Violeta Barrios de Chamorro también sorprendía al mundo: había derrotado claramente a Ortega.
El FSLN se convertía así en la primera fuerza política en la historia de América Latina que habiendo alcanzado el poder por las armas lo entregaba en las urnas.
Muy otro es el panorama de estas elecciones. A lo largo de una década Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo construyeron un fuerte autoritarismo con el apoyo tácito de los antiguos contra revolucionarios. Una manera de patrimonialismo familiar que como el espejo de la historia refleja muy parecidas prácticas de la familia Somoza. Abandonando la ideología del Frente Sandinista y promesas de distribución de riqueza y progreso social promovidas durante la década de 1980. Las imágenes de la familia Ortega-Murillo: la pareja, sus ocho hijos y nietos puestas en escena en los actos públicos y los cargos de sus hijos en canales de televisión, agencias de publicidad y empresas pretenden afirmar el afán de asegurar una dinastía del poder ejercido por “egócratas”. A diferencia de otros dictadores militares latinoamericanos de las décadas del ‘60 al ‘80 que anunciaron, arteramente, la transitoriedad de sus gobiernos, los Ortega-Murillo no desmienten que quieren la perpetuidad. La vicepresidenta administró la importante ayuda de Venezuela y es omnipresente en el medio de comunicación sandinista El 19. Llamada por el presidente “camarada eternamente leal” lo probó cuando en 1998, su hija mayor de un matrimonio anterior, Zoilamérica denunció a su padrastro y padre adoptivo de abuso sexual, Murillo dijo que eran calumnias de su hija. A partir de este sórdido suceso, Murillo cobró innegable protagonismo. En sus trajes, en su profusión de anillos, collares y pulseras de lapislázuli, turquesa y otras piedras contra la mala suerte, en la mano de Fátima signo de protección contra judíos y musulmanes, en árboles de la vida o “chayopalos”, en las estructuras metálicas de las grandes rotondas y las avenidas de Managua, como en sus llamados a las curas espirituales para hacer frente al Covid-19, hay que advertir un progreso con respecto a precedentes. De Juan Domingo Perón a Fidel Castro, de Trujillo a Chávez, muchos gobernantes creyeron firmemente en santeros y adivinos; en Nicaragua, Rosario Murillo dio un paso adelante: es ella la que ejerce la quiromancia.
A comienzos de 2021, se presentó una unidad opositora entre la Alianza Ciudadana, cercana al “gran capital nicaraguense” y la Coalición Nacional formada por movimiento sociales partidos políticos y agrupaciones opositoras surgidas en 2018. Entre abril y junio de ese año, sectores populares se rebelaron contra el régimen. Nicaragua se paralizó por las protestas en las calles que no se veían desde 1978 en la lucha contra Somoza. Con un punto de inicio en contra los incendios que devastaban las zonas forestales, la protesta social estalló por los planes de reforma del sistema previsional, las jubilaciones y pensiones. La multitud enardecida derribó numerosos ‘chayopalos’. La brutal represión por parte de la Policía unió a la oposición -pudo más el espanto que la razón - empresariado, Iglesia católica, campesinos desposeídos por el proyecto del canal transoceánico, estudiantes y juventud urbana, prensa independiente y movimientos feministas. Denunciaron el autoritarismo y la corrupción del régimen a la vez que reclamaron la renuncia de Ortega y su esposa, pidierondiálogo nacional y sanción para los crímenes perpetrados por la Policía. Las presiones internacionales de la OEA y de la ONU, y la decisión de EEUU de los bienes de Ortega y Murillo, obligaron al gobierno a decretar la ley de amnistía de 2019. Sin embargo, el gobierno desplegó una política de terror contra la oposición y no permitió un retorno al libre juego de la democracia. Las nuevas leyes otorgaron poderes inquisitoriales a la Policía y a la Justicia. La detención preventiva, que no podía sobrepasar las 48 horas, hoy puede durar 90 días. Estas leyes crearon, además, los delitos de “incitación a la injerencia extranjera”, “crimen de odio” y “ciberdelito”. En cuanto a las inminentes elecciones presidenciales, Ortega parece tener bien presentes los consejos de Tomás Borge “Yo le decía a Daniel Ortega: 'hombre, podemos pagar cualquier precio, digan lo que digan, lo único que no podemos es perder el poder'. Digan lo que digan, hagamos lo que tenemos que hacer, el precio más elevado sería perder el poder. Habrá Frente Sandinista hoy, mañana y siempre”.
Ortega resistió el embate gracias al uso de la fuerza pero también al control de las instituciones y a la oposición fragmentada que no ha podido (por la represión) o no sabido crear un contrapeso suficiente para enfrentar la dictadura. Influyó e influye, desde hace tiempo ,el “zancudismo” : la acción de prestarse al juego político para obtener prebendas y beneficios, como el mosquito zancundo que chupa la sangre, se chupa la del pueblo. En consecuencia, la Asamblea Nacional controlada por FSNL introdujo reformas que criminaliza la disidencia de la sociedad civil con delitos como “lavado de dinero” y “traición a la patria”. Los candidatos más visibles de la oposición Cristiana Chamorro, Juan Sebastián Chamorro, Arturo Cruz y Félix Maradiaga– fueron detenidos, junto con otros dirigentes sandinistas que se pasaron a la oposición de Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) y Unión Democrática Renovador - Unamos del empresariado y la sociedad civil. Acusados de “favorecer la injerencia extranjera” periodistas, estudiantes, dirigentes campesinos, el candidato presidencial Noel Vidaurre y la candidata a la Vicepresidencia y ex-Miss Nicaragua Berenice Quezada El Chipote. Algunos periodistas, como Carlos Fernando Chamorro, y varios políticos prefirieron exiliarse antes de ser encarcelados. Fue también el caso del escritor y ex presidente sandinista Sergio Ramírez, sobre quien, estando en España, recayó una orden de detención El 28 de julio, el Parlamento aprobó leyes que ilegalizaron a 24 ONG de los sectores de la salud y los derechos humanos, acusadas de “violar sus obligaciones legales” en cuanto a declaraciones financieras. Algunas ONG habían señalado la ineficaz política sanitaria ante la pandemia del Covid-19 y el falseamiento de datos de internaciones y muertes. El 7 de agosto la Alianza Ciudadanos por la Libertad (ACxL) se disolvió por completo al ser inhabilitada por el Consejo Supremo Electoral. Los reclamos internacionales por la liberación de los detenidos no se hicieron esperar: la Corte Interamericana de Derechos Internacionales, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Unión Europea que anunció que en tanto haya detenidos políticos en Nicaragua, todo proceso electoral es ‘falso’.
Todo indica que es muy probable que Ortega y su esposa Murillo logren el cuarto mandato constitucional consecutivo con un alto porcentaje de ausentismo- que a primera vista aparece como el único medio con el que cuenta la sociedad para mostrar su repudio- pero también es probable que sucedan nuevos estallidos sociales que indiquen que las dictaduras dinásticas, desembocan en un callejón sin salida.
SS
0