Alberto-Cristina, minuto a minuto de una bomba siempre a punto de explotar
La paleta de colores de la fractura es diversa: de una marcha masiva de La Cámpora, que opere como demostración de fuerza, a la indecible salida del cristinismo, ella incluida, del gobierno, un shock que además de político sería institucional. En medio, hay artificios y enjuagues varios, todo condimentado con un secretismo que está en el ADN del cristinismo que tiñe todo de supuesto. Pero hay una certeza en la que coinciden todos los clanes: algo va a pasar, Cristina Kirchner algo hará.
La vice estuvo el fin de semana en Santa Cruz y regresó en las últimas horas. No participará, como no lo hizo ni siendo presidente ni ex, en la movilización del 24 de marzo que se invoca como una fecha bisagra. El kirchnerismo, con epicentro en La Cámpora, prepara una columna que partirá a las 9 AM de la ex ESMA hasta plaza de Mayo, y aunque no quieren anticipan números, hablan de una marcha multitudinaria. “Hay que estar atento a lo que canten”, desliza un dirigente, como si invitara a seguir el fraseo tribunero de los militantes como un mensaje político.
En el planeta Cristina todo -o casi todo- preanuncia un mal momento. Pero el círculo de confianza de la vice es tan pequeño, a veces unipersonal, que adivinar sus movimientos es un ejercicio metafísico. La versión de una carta, lapidaria y de despedida, sugiere que repetirá un formato que usó en varias ocasiones y que tuvo efecto limitado. La renuncia de Juan Pablo Biondi y el desplazamiento de Santiago Cafiero, pérdidas personales para Fernández pero sin efecto estructural para el Gobierno.
Hay, incluso, una zona fangosa. ¿Mezclará, Cristina, que vindicó la lucha histórica por los DDHH, una fecha emblema con la resolución de un conflicto de naturaleza interna que, además, perfora y rompe ese propio ámbito?
“Algo va a ocurrir”, desliza un dirigente que se mueve en el círculo CFK y pronostica que lo que ocurrirá no será inocuo. Una tesis, básica pero válida, es que la vice ya agotó casi todo su arsenal de advertencias: varias cartas, varios discursos públicos -incluso al lado de Alberto-, la renuncia de ministros y, luego, la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque. Lo otro fue el voto no positivo de legisladores K. ¿Qué otro recurso le queda en la baraja a Cristina para advertir su disconformidad? ¿Una renuncia masiva de funcionarios propios? Resuena, en estas horas, una frase que repite Victoria Tolosa Paz: “Cristina no es Cobos”.
Versiones envenenadas
Una digresión. La salida de Máximo tuvo mucho de sacrificio: no solo porque el diputado no termina de fijar un nuevo norte, entre ensayos para medirse como gobernador en Santa Cruz y seguir como jefe del PJ bonaerense, sino porque destrozó una construcción metódica para construir un perfil de estadista, dirigente moderado, de diálogo con todos, orfebrería que desplegó un micro grupo de dirigentes sobre todo ante el poder criollo.
En sectores del Gobierno se instaló una versión terminante: que es inminente un movimiento de la vice, una acción determinante, un final de fiesta. Otras voces, en el entorno albertista, no se suben a ese diagnóstico y creen que al menos por ahora, la reacción política del kirchnerismo consistirá en mostrar poder callejero y de movilización en la marcha del 24 de marzo.
Fernández, en medio de ese clima de hostilidad e intrigas, hizo dos reportajes en los que vindicó la unidad del Frente de Todos (FdT) pero, en parte porque no sabe lo que piensa ni lo que hará su vice, se limitó -a diferencia de otras ocasiones- a decir, en primera persona del singular, que no está en su ánimo romper el frentodismo. “Yo no voy a romper”, dice Fernández. El “nosotros” es de otro tiempo. “Alberto se siente fortalecido, y desde ahí dice que no no voy a romper. Que ellos hagan lo que quieran”, lo explican en Casa Rosada.
Las intervenciones del Presidente, luego de algún tiempo sin reportaje, pueden leerse en clave de deshielo pero, al mismo tiempo, cabe la interpretación de que define su posición y deja en la cancha de Cristina la definición de la crisis. “Todo lo que hace Alberto los enoja, todo”, dice un ministro.
El Presidente sabe, asimismo, qué víscera tocar para incomodar a Cristina y a Máximo. En elDiarioAR se contó que Fernández ubica en su discurso del 17 de noviembre en plaza de Mayo, cuando prometió PASO universales en el FdT, el momento en que la relación con la vice y su hijo entró en una crisis puntual, que algo se quebró. Tiene que ver, en términos políticos, porque promocionar las primarias -que Cristina también promociona- sugería sacarle a ella la condición de jefa con poder para definir, dedo mediante, quien compite y quien no. Fernández fue, de hecho, beneficiario del dedo mágico de Cristina.
Este martes, el Presidente volvió sobre ese tema: habló de PASO para todos los cargos y no tuvo, él que se considera un hábil declarante, una respuesta correcta para la pregunta de Roberto Navarro sobre si se veía en una PASO presidencial contra Cristina. “No sé”, dijo.
Una variante que aparece en el menú probable del kirchnerismo es instalar, aunque falte mucho, a Cristina como candidata presidencial para el 2023. Ese movimiento, según detalla un dirigente, supone “romper” con Alberto -que milita su propia reelección-, pero no romper con el dispositivo del Frente de Todos (FdT) que hasta que no se invente un nuevo juguete, sigue siendo el lugar que contiene a casi todo el peronismo.
En un ajedrez enorme y a oscuras, desde La Cámpora hacen una lectura cruzada: dicen que la versión de una carta incendiaria de la vice el 24 de marzo forma parte de una agitación de sectores del albertismo para producir más tensión. O, en el menor de los casos, de un error: que confnuden una hipotética carta de la vice con la carta que publicaron un grupo de intelectuales bajo el título “Moderación o pueblo”.
PI
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