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El detrás de escena de la muerte del fiscal

Diez años después de Nisman, la SIDE de Milei retoma el legado de Stiuso

El exespía "Jaime" Stiuso en el documental de Netflix "Nisman: El fiscal, la presidenta y el espía".
18 de enero de 2025 00:00 h

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—Es la tercera vez que me piden la renuncia, pero yo siempre vuelvo.

La voz de Antonio “Jaime” Stiuso, inconfundible para cualquiera que lo escuche, sonaba con tono amenazante. Del otro lado del teléfono, Oscar Parrilli cumplía con su deber. Corría el mes de diciembre de 2014 y la orden que le bajó la por entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner era clara: depurar la Secretaría de Inteligencia (SI), con precisas instrucciones de echar al histórico Director General de Operaciones del organismo y a todos aquellos que le respondieran. Un aceitado equipo de espías que se sentían intocables.

De 2003 a 2014, Parrilli ocupó el puesto de secretario General de la Presidencia, hasta que la actual jefa del PJ decidió convertirlo en el nuevo jefe del organismo de inteligencia, reemplazando a Héctor Icazuriaga. La purga también alcanzó a quien por más de una década fue su número dos, Francisco “Paco” Larcher, con quien Stiuso supo tejer una red de lealtades que incluía a otro personaje canónico del mundo judicial: Javier Fernández, a la sazón miembro de la Auditoría General de la Nación y activo operador dentro del Poder Judicial.

Al momento de esos cambios en la vieja SI, inéditos pero evidentes, nadie imaginó lo que ocurriría solo un mes más tarde: la muerte del fiscal Alberto Nisman, encontrado en su departamento con un tiro en la cabeza tras denunciar a Cristina Kirchner y otros altos funcionarios, a quienes acusaba de encubrir el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) de 1994. ¿El motivo? Un supuesto pacto de impunidad con Irán sellado dos años antes, a partir del Memorándum de Entendimiento votado por el Congreso en enero de 2013. La firma de ese documento había marcado el punto de quiebre en la relación de Stiuso con el kirchnerismo, dando inicio a un periodo de internas en los sótanos de la democracia.

Diez años después de aquel fatídico 18 de enero de 2015, el legado de Stiuso parece volver a retomarse entre aquellos que transitan los laberintos oscuros de la inteligencia argentina, ahora de la mano de Javier Milei, aunque principalmente del asesor todoterreno Santiago Caputo.

El fiscal y el espía

Nisman no era cualquier fiscal. Durante una década, había manejado uno de los expedientes más sensibles de la Argentina: la causa AMIA, emblema de la impunidad que el país arrastra como un karma. Tampoco su camino hacia ese cargo había sido azaroso. En septiembre de 2004, cuando el Tribunal Oral Federal 3 anuló la investigación previa liderada por el juez Galeano, Néstor Kirchner lo designó como titular de la Unidad Fiscal AMIA. “Pibe, vos vas a trabajar junto con éste”, dicen que le dijo a quien sería su mano derecha por los próximos años: Antonio Stiuso.

Pero el respaldo del entonces presidente a Nisman no terminaba ahí. Kirchner también ordenó a la Jefatura de Gabinete que le proporcionara a Nisman una oficina moderna, 80 empleados y financiamiento para sus actividades. Por entonces, Stiuso había recuperado su influencia en el submundo de la inteligencia tras la caída, a fines de los 90, de la denominada “Sala Patria”, liderada por Patricio Finnen, y había retomado el control de la causa AMIA, desplazando a los comisarios Jorge “Fino” Palacios y otros operadores. El vínculo entre el fiscal y el espía se consolidó rápidamente: Nisman era la cara visible, Stiuso el operador en las sombras. Ambos, a su vez, de estrecha cercanía con el Mossad y la CIA.

Desde que en 1972, a sus 18 años, Stiuso ingresó a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), entendió de inmediato que su lugar era ese: un espacio entre lo visible y lo invisible, no para aparecer en los titulares, sino para mover los hilos tras las cortinas. Siempre vinculado a la Contrainteligencia, a lo largo de las décadas construyó una relación simbiótica con el poder de turno, ya sea dictatorial o democrático. Sin embargo, su ascenso al interior de “La Casa” —como se conoce en la jerga al organismo de espionaje— fue un recorrido de espera estratégica. Recién durante la presidencia de Fernando de la Rúa, bajo la gestión de Fernando de Santibáñez en la SIDE, la renuncia del mayor Alejandro Bruzzone le allanó el camino hacia su codiciado puesto.

A partir de 2004, la sociedad de Nisman y Stiuso se transformó en un ecosistema donde convivían espías, jueces, periodistas y políticos. Hasta que en 2014 la confianza política que sostenía al espía en ese lugar de influencia comenzó a desmoronarse y, con ella, la estructura que sostenía al fiscal al frente de la UFI-AMIA. Con Stiuso fuera de juego, Nisman quedó desprotegido, expuesto a un juego de poder que ya no dominaba. Los indicios comenzaron unos meses antes, cuando la entonces procuradora Alejandra Gils Carbó le había negado fondos para viajar a Estados Unidos y presentar pruebas sobre una supuesta red iraní en América Latina.

En los días previos a su muerte, Nisman se enfrentó a un vacío. Su entorno, construido a fuerza de alianzas en los pasillos de la SIDE y del poder político, se desmoronaba rápidamente. Esa vulnerabilidad quedó al descubierto con las 300 páginas que presentó el fiscal en la Justicia. ¿Estuvo Stiuso detrás de la confección de ese texto? ¿Acaso fue una vendetta contra Cristina Kirchner? Sea cual sea el motivo, la denuncia contra la expresidenta, basada en escuchas que provenían de informes de inteligencia, puede leerse como su último intento por sostenerse en un entramado que lo había protegido durante una década, pero que ahora lo dejaba a la intemperie.

La nueva-vieja SIDE de Milei

El eco de aquel pasado resuena hoy, diez años después, bajo un contexto político completamente distinto. Según pudo saber elDiarioAR, la reciente designación de Diego Kravetz como virtual Subsecretario de Inteligencia marca un regreso a los esquemas de centralización que alguna vez consolidó Stiuso en la SIDE a partir del 2001. No es casual: desde que el gobierno de Milei decidió liquidar la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), en julio pasado, los rumores del retorno de ese viejo conocido se acrecentaron.

Pero no sería él, sino alguien de su entorno quien pisa fuerte en el ida y vuelta con Santiago Caputo, el verdadero poder detrás del director del organismo, el “Señor 5” Sergio Neiffert. Se trata de Lucas Nejamkis, secretario privado de Stiuso y un hombre con historia en los pasillos de la Casa Rosada. En tiempos de Cristina Kirchner como presidenta, y a partir de su estrechísima relación con el exjefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina, Nejamkis supo trajinar los despachos del poder con una función determinada: administrar la caja presupuestaria que financiaba la publicidad oficial.

De sinuosa trayectoria en la política, Kravetz fue anunciado en diciembre al frente de un puesto clave que lo posiciona como el nexo entre las direcciones operativas de la SIDE y su superior Neiffert. Un rol que, de acuerdo a quienes tuvieron acceso al actual organigrama de la SIDE, tiene una relevancia equivalente a la que tuvo la Dirección General de Operaciones en los tiempos de Stiuso, centralizando las decisiones estratégicas y operativas. “Es un calco del esquema de organización que manejó Jaime a partir del 2001 y hasta que se fue”, indicó a elDiarioAR una fuente avezada en el temática.

Esa configuración, donde el “director general operativo” ejecuta y, en este caso, el asesor presidencial traza las líneas maestras, evoca el sistema que en su momento permitió a Stiuso concentrar poder y desplazar a otros actores relevantes dentro de la agencia. Su caída, en 2014, significó el fin de una era de control que había moldeado la inteligencia argentina durante décadas. Sin embargo, ahora, con Kravetz y Caputo manejando los hilos, la SIDE de Milei parece haber retomado aquel legado, sostenido en la premisa de la extrema centralización.

¿Qué llevó a Nisman a su muerte? Una década después, las versiones se apilan. ¿Un suicidio nacido de la fragilidad emocional en medio de una situación que lo desbordó? ¿Un homicidio como respuesta a su denuncia? La imagen de su cuerpo, en el baño de su departamento de Puerto Madero, es el epílogo de un sistema judicial corroído por los servicios de inteligencia y su relación espuria con la política y el Poder Judicial. El vínculo de Nisman con Stiuso, iniciado bajo el ala de Néstor Kirchner, es la clave para entender tanto su ascenso como su trágico final. Una historia que, al igual que los cambios recientes en la SIDE, plantea más preguntas que respuestas.

PL/MC

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