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Zoom electoral

Los tres exámenes de los Fernández: unidad, la oferta 2023 y las mayorías del Congreso

Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Axel Kicillof en el búner de las generales del 2019

Pablo Ibáñez

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La metáfora se atribuye a Máximo Kirchner: combina un formato virtual, microsoftiano, con la política más cruda. Es el “copy-paste”, idea que esparció el jefe de los diputados del Frente de Todos (FdT) como señal de statu quo e indicio de que el oficialismo tenía como norte repetir en 2023 las ofertas electorales del 2019, es decir Alberto Fernández como presidente, Axel Kicillof como gobernador.

La referencia se instaló a principios de año, pero, con los meses, como otras proyecciones, se fue diluyendo. Este domingo, 12 de septiembre, entre el puñado de cartas que el gobierno pondrá sobre la mesa, estará justamente si aquello del “copy-paste 2019-2023” recupera músculo, se reverdece o, por el contrario, si entra en una espiral descendente y definitivo.

Está claro que las primarias no son la última palabra, que queda por delante las generales. Pero también es cierto que las PASO sugieren un clima, un anticipo, y suele funcionar como un ordenador para lo que ocurrirá 50 días después, en este caso, el 14 de noviembre. Como dijo a elDiarioAR días atrás el consultor Federico Aurelio: más que el resultado, se disputa la interpretación del resultado.

Por esa razón, y aunque quede por delante el round decidido de las generales del 14-N, la elección de este domingo pone al Frente de Todos (FdT) ante un puñado grueso, y quizá determinantes, de desafíos y pruebas de fuego. Veamos.

#La unidad como herramienta electoral.

En 2019, Cristina Kirchner hizo un movimiento estratégico con el que terminó de desintegrar al Peronismo Federal que patrocinadan Juan Schiaretti y Miguel Angel Pichetto, y sentó las bases para la reconstrucción del panperonismo detrás de la fórmula Fernández-Fernández, a la que se subieron gobernadores y referentes como Sergio Massa. Aquella unidad sirvió para derrotar a Mauricio Macri y para recuperar la provincia de Buenos Aires perdida en el 2015. Este domingo, el FdT pone en juego ese valor agregado y medirá hasta qué punto la unidad panperonista -que en este tiempo no tuvo fugas, aunque tuvo desamores- que sirvió para volver al poder, sirve para revalidar la expectativa estando en el poder. El debate, y ahí se bifurca las interpretaciones, es qué escenario ratifica la utilidad de la unidad para ganar elecciones. Un punto, que parece inevitable, es que el FdT logre una victoria en la provincia aunque sea acotado. Santiago Cafiero repitió en charlas con dirigentes ese concepto: “Ganando por un voto la provincia, logramos lo que no se logra hace más de quince años: ganar una legislativa en la provincia de Buenos Aires”. En una lectura más fina, aunque el gobierno admite que la lectura mediática será negativa, no es lo mismo una victoria por un margen que aleje la fantasía de una derrota en noviembre. Más complicada es la cuenta nacional donde la foto a mirar es más la performance de Juntos que la de los peronismos, que en aquella elección fueron divididos. Los volúmenes tienen otra matemática más sutil respecto a cómo se puede repartir lo que el FdT este domingo: qué es del voto histórico K, qué aportaron los socios, sea Alberto o Massa, o cuándo arriman los PJ, en particular del interior, que se mueven con dinámica propia.

#La proyección para el 2023

El “copy-paste” que patentó Máximo Kirchner saldrá, de esta elección, herido o revitalizado. Sobre todo si un resultado que permita al gobierno a proyectar que la general de noviembre será -mejora económica mediante- más saludable que la primaria del 12-S. ¿Cambia algo en las expectativas continuistas de Fernández en Nación y de Axel Kicillof en la provincia? No, quizá, en la construcción propia pero como en todo duelo sin empates, un buen resultado del FdT además de tener un efecto positivo hacia el gobierno, puede dañar las proyecciones y el ordenamiento de Juntos. El deterioro de Juntos supone, de manera lineal, una mejora relativa del FdT. Por necesidad, el oficialismo tendrá que cerrar filas detrás de Fernández -sobre todo si el resultado no es del todo bueno- para evitar un pato rengo prematuro. Por el contrario, un tropiezo de la experiencia de Horacio Rodríguez Larreta como neo jefe de la oposición, puede generar una tensión en la coalición opositora. Queda, claro, el segundo tiempo hacia noviembre.

#El Congreso que viene.

El tercer factor, indicio de gobernabilidad, es cómo impactarán las primarias para proyectar el Congreso con el que deberá convivir Alberto Fernández el segundo tramo de su mandato. En esa elección no se reparten bancas pero se dibuja el potencial mapa legislativo donde el gobierno arriesga dos pilares. Uno particularmente sensible: mantener el quórum propio en el Senado. Con un bloque de 41 -en la práctica 40 porque José Alperovich está de licencia-, el FdT se encamina a perder algunas bancas. El quórum en la Cámara Alta es de 37, por lo tanto se cede cinco escaños, pasará a depender de acuerdos con provinciales como el rionegrino Alberto Weretilneck. El quorum en el Senado es clave para cuestiones operativas como, por caso, la aprobación de los DNU. En paralelo, en Diputados el gobierno apostó a mejorar sus números actuales. Tiene 119 pero son, en el recinto, 117, número que se amplía con aliados. Puede ocurrir, aunque por porcentaje el resultado no sea del todo bueno, que el FdT aumente su cantidad de diputados pero no lo suficiente como para tener quórum propio, para lo cual seguirá dependiente de bloques como el cordobesismo o el lavagnismo.

PI

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