Exabruptos, interna comercial y ruido en la campaña: la intimidad de la negociación entre Peña y Massa
El diputado paraguayo Rubén Rubín llamó, la noche del miércoles, al embajador argentino en Asunción, Domingo Peppo, para disculparse por decir en una reunión del Congreso que estaba dispuesto a ir a una guerra con Argentina. Dijo que se trataba de un equívoco, un malentendido, que el marco fue pedir la ampliación del presupuesto para Defensa para, entre otros objetivos, comprar armar a las Fuerzas Armadas de su país.
Peppo notificó a Buenos Aires sobre la llamada de Rubín y agregó, como contexto, que a diferencia de otros episodios –como la acusación de “vagos” que hizo el actual presidente Santiago Peña en medio de su campaña– esta vez existió un pedido de disculpas directo. El dato puede parecer menor –Rubín hizo, luego, descargo mediática en medios argentinos– pero no lo es: sirve, en principio, para desvincular ese hecho del conflicto diplomático, y comercial, que levantó temperatura entre Argentina y Paraguay que tiene entretelones políticos que van más allá de la política exterior.
Este jueves, a media tarde, la Dirección de Aduanas liberó tres camiones que estaban frenados en la frontera binacional y que trasladaban gas licuado a Paraguay. Hubo, en un momento, veinte camiones detenidos. La decisión administrativa se entendió como un guiño político, un indicio de que se reabrió la negociación que se inició secretamente en Buenos Aires y que gira en torno a dos asuntos: el peaje de la Hidrovía y una deuda que reclama Paraguay.
Versiones
Al atardecer, medios paraguayos daban cuenta de que se había logrado un principio de acuerdo para que Argentina empiece a pagar, en cuotas, una deuda de 150 millones de dólares que reclama el gobierno de Peña. En el gobierno argentino negaban que se haya llegado a un entendimiento y explicaron que la decisión de permitir el paso de los camiones fue formal, se trataba de camiones de butano cuyo transporte es de alto riesgo. Detalle: Argentina es el único proveedor de gas a Paraguay.
Massa bajó la orden del hermetismo extremo hasta que no haya un acuerdo integral. La explicación es simple: la negociación tiene dos asuntos, con funcionarios diferentes, que no van a la misma velocidad. Por un lado, lo referido a los fondos de Yacyretá y, por el otro, el peaje de la Hidrovía, que el gobierno argentino estableció este año y que generó resistencia de empresas navieras de bandera –no necesariamente de origen– paraguaya que usan esa vía navegable.
La cautela del gobierno argentino se sostiene sobre varios asuntos. Uno, básico, es evitar que la crisis escale porque advierten que la cuestión tiene más relevancia en Paraguay que en Argentina y atizar la disputa podría dificultar la negociación al poner a Peña a la defensiva y con margen de acción reducido. Más simple: como jefe de un gobierno naciente, al que le cuesta encontrar buenos resultados y condicionado por Horacio Cartés, que es visto como su jefe político, Peña aplica al manual clásico de agitar disputas externas para fortalecer el frente interno.
Otro, más sinuoso, refiere a la posible irrupción del episodio para alterar, con un factor externo, la campaña presidencial de Sergio Massa. El hilo rojo es curioso: el 24 de agosto, de regreso de Washington, luego de cerrar el acuerdo con el FMI; el ministro-candidato hizo escala en Asunción para reunirse con Peña. La cumbre se armó a las apuradas y fue, en cierto modo, un movimiento intempestivo de Massa para sostener su perfil “presidencial” sobre la base de una negociación pendiente con Peña en torno a Yacyretá y la hidrovía. Meses antes, Massa había atendido un pedido de Peña respecto a la empresa binacional. Había, en teoría, una relación cordial entre dos dirigentes vecinos.
Pero en Asunción el tema hidrovía no se trató directamente y un rato después de la reunión, se produjo un cruce de declaraciones porque el gobierno paraguayo filtró que Massa había decidido suspender el peaje, y el gobierno argentino dijo, como respuesta, que ese tema no se había tocado en la bilateral. Desde Paraguay se habló de “enojo” y derivó en otro episodio puntual: una entrevista de Peña en el canal LN+ donde dijo, ante una consulta de una conductora, que no le compraría un auto usado a Massa.
Hubo mensajes privados envenenados de Massa a Peña. El diálogo se rompió y, en paralelo, escaló la tensión más comercial que diplomática en torno a Yacyretá. Pero hay otro componente político, más allá de la cuestión interna que trata de aprovechar Peña –que logró unir a la oposición– y tiene que ver con la relación política entre Cartés y Macri, detrás del cual se construye la tesis de que la disputa que abrió y profundiza Peña busca impactar negativamente sobre la figura de Massa.
Si bien ese conflicto no tiene relación directa con las declaraciones del diputado Rubín (que integra un monobloque de un partido muy minoritario y que viene de una familia de formación de centro: su padre estuvo exiliado en Argentina) lo que sí existe, y parece querer utilizar Peña en el mercado interno, es un clima de hostilidad hacia Argentina en algunos sectores. Son consumo irónico en Twitter, publicaciones de Tik Tok sobre un ataque militar.
PI /DTC
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