La intimidad de la visita de Fernández a Xi Jinping: entre la Ruta de la Seda, el Museo del PC Chino y los saludos para Cristina
En sus horas en Beijing, Alberto Fernández cumplió con el protocolo más estricto. El presidente argentino no salió de la capital del imperio por razones sanitarias, pero siguió cada una de las recomendaciones que podían redundar en un beneficio a la hora de las efectividades conducentes.
De un buen humor elocuente, a pura selfie, con los dedos en V y acompañado por una comitiva que incluía gobernadores, funcionarios y legisladores, Fernández visitó el nuevo museo del Partido Comunista Chino, que había sido inaugurado el año pasado en el marco del centenario de la creación del PCCh. Según dicen en el gobierno argentino, es un edificio enorme de cuatro pisos, donde está montada la historiografía oficial y se recorren las distintas etapas del partido que Xi Jinping lidera desde 2012. El museo abrió sus puertas en plena pandemia y permanece cerrado al público. Pero Fernández recibió la distinción de que le permitieran visitarlo y fue el primer presidente extranjero en hacerlo, acompañado por la delegación argentina.
Tal vez por los oficios del embajador Sabino Vaca Narvaja, el itinerario del presidente que acaba de firmar su entendimiento con el Fondo Monetario Internacional agradó de manera especial a las autoridades chinas. Xi Jinping estaba al tanto de la visita y aludió al tema durante el almuerzo que compartieron en el Gran Salón del Pueblo, uno de los 10 grandes edificios que se construyeron en 1959, para el décimo aniversario de la creación de la República Popular China. Tiene 170 mil metros cuadrados. Los funcionarios que participaron de la comitiva argentina afirman que el paralelismo histórico entre el peronismo y el comunismo chino atravesó gran parte de las conversaciones.
Fernández no solo estuvo en el Museo del PCCh. Además, visitó el Mausoleo de Mao Zedong, otro edificio imponente construido poco después de su muerte, en 1976. Lo hizo acompañado por la asesora presidencial Cecilia Nicolini, el gobernador bonaerense Axel Kicillof, el canciller Santiago Cafiero, el senador Adolfo Rodríguez Saá y el diputado Eduardo Valdés.
En el amplio salón del Gran Palacio del Pueblo, Fernández y Jinping se sentaron frente a frente, rodeados por funcionarios de los dos gobiernos que tenían auriculares puestos y escuchaban la traducción simultánea. Señal de la planificación al detalle y la verticalidad, solo ellos dos tenían un micrófono a disposición. El presidente argentino estuvo escoltado por la gobernadora de Río Negro Arabela Carreras, Cafiero, Vaca Narvaja, Kicillof. El líder chino, que lleva ocho años en lo más alto del poder, estuvo acompañado por seis miembros del Partido Comunista Chino, que además son miembros de su gobierno.
En la delegación argentina destacaban el peso político de uno de ellos: el presidente de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma de China, He Lifeng; que fue el encargado de negociar con Cafiero durante todo el sábado los términos del memorándum de entendimiento que sella la incorporación de Argentina a la Ruta de la Seda y la cumbre entre presidentes del domingo. En 2018, Lifeng ya había firmado por separado con el entonces canciller de Uruguay Rodolfo Nin Novoa y con el de Chile Roberto Ampuero la adhesión de los dos países al megaproyecto de infraestructura de China que ya suscribieron 139 naciones, incluidas 30 de Europa y 13 de América Latina. Para los objetivos estratégicos del gobierno de Xi Jinping, el titular de la Comisión de Desarrollo y Reforma, el órgano planificador de la expansión china, tiene más importancia que el canciller Wang Yi o el ministro de Comercio Wang Wentao, también presentes en el encuentro con Fernández.
El gobierno argentino se encargó de difundir que la reunión tenía prevista una duración de 20 minutos y se extendió durante casi una hora. Fue, según dicen, la bilateral más larga que mantuvo Xi Jinping en el marco de los Juegos Olímpicos de Invierno. Para la estrategia de China, Argentina de los Fernández no es cualquier país sino uno de los tres más importantes del continente junto con el Brasil de Jair Bolsonaro y el México de Andrés López Obrador.
Junto con las inversiones por 23.000 millones de dólares que, según la información oficial, Argentina recibirá en dos tramos para financiar más de 20 obras de infraestructura, el interés del gobierno de Fernández estuvo en la incorporación al grupo de los BRICS, el bloque de países que se conformó en 2008 e integran hoy Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Con el aval de Vladimir Putin y Xi Jinping para sumarse a la alianza, el gobierno argentino espera el triunfo de Lula en Brasil para lograr un objetivo que se dilata desde el tiempo en que Cristina Fernández era presidenta. En línea con la aspiración de Fernández, el histórico canciller de Lula, Celso Amorin, acaba de declarar que Brasil no tiene que ser “egoísta” y debe propiciar el ingreso de Argentina al grupo. De todas maneras -y aunque ahora nadie quiera ni pensarlo-, la jugada depende también del resultado de las presidenciales en Argentina.
Según le dijo a elDiarioAR uno de los comensales en el Gran Salón del Pueblo, Xi Jinping recordó a la vicepresidenta argentina durante el almuerzo y le pidió al presidente que le enviara sus saludos. En el poder desde marzo de 2013, el presidente chino evocó un diálogo que tuvo con Cristina durante la visita que ella hizo a Beijing en febrero de 2015. Kicillof, que era su ministro de Economía, también lo recordaba.
En aquella oportunidad, cuando se firmaron varios convenios de cooperación, CFK -que estaba impresionada por la magnitud del desarrollo chino- elogió el nivel de industrialización alcanzado durante el primer peronismo y apuntó a la paradoja de que en aquellos años Argentina estuviera más avanzada que China. Con lujo de detalles, Xi todavía tenía presente el comentario y lo compartió en la comida con Alberto. Producto de la atmósfera de ucronías que suele envolver a los funcionarios argentinos cuando viajan al primer mundo, la conclusión volvió a ser la misma: si hubiera continuado aquel proceso, el país de los Fernández hubiera transitado otro camino, no iría de crisis en crisis entre la restricción externa y el endeudamiento, y también sería una potencia.
DG
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