Pesos en la calle y dólares en el BCRA, el mandamiento de Massa camino al 2023
En boca de Sergio Massa, el comentario parece una trasgresión. Protegido del sol del Washington, en la galería de un hotel sobre calle 15, mientras toma mate, el ministro rompe la prohibición que le impuso a su equipo y es él quien habla del 2023. Está confiado. Su cosecha en la gira por EEUU, que termina este lunes con dos cumbres clave, y los datos que le whatsapean desde Buenos Aires, lo nutren de optimismo.
“Dólares en el Central y pesos en la calle”, dice Massa y suena a mandamiento, a eslogan casi, a receta mágica entre la macro y la micro, el abracadabra para normalizar la economía y lograr que el Frente de Todos (FdT) llegue competitivo a la temporada electoral del 2023. No es fácil pero se puede, le dice al puñado chico de entornistas que lo escucha. Enumera la baja de los dólares financieros y blue desde que asumió, la recuperación de acciones y títulos argentinos, la compra de dólares por parte del BCRA -u$s 1.025 millones en lo que va de septiembre-.
Parece la arenga de un DT a su equipo al que acecha el descenso pero que, matemáticamente, tiene chances de pelear la punta. O un pastor que enseña un mandamiento a sus discípulos. Pesos y dólares son algo así como el Palacio y la calle en clave económica. Para Massa, combinar las dos dimensiones es la llave para cualquier éxito potencial: para la supervivencia de un gobierno que 50 días atrás estaba al borde del abismo y para la construcción de un futuro electoral, todavía vaporosa.
Massa, un político que hace años conoce la identidad de su electorado, sabe en qué lugar exacto del mapa social debe empezar la recuperación de la fe política para le permita el panperonismo fantasear con una oportunidad, hoy lejana, de jugar a ganar el año que viene. La trasgresión de Massa, hablando del 2023, no llega a tanto como para hablar sobre qué rol tendrá en esa etapa hipotética. Pero es pura obviedad: de su destreza y sus resultados dependerá qué hará el año próximo.
De Miami a Beijing
“Es difícil saber si uno coincide con la concepción ideológica de Sergio porque no está claro cuál es la concepción ideológica de Sergio”, reflexiona, con más curiosidad que malicia, un funcionario que sigue al minuto los movimientos del ministro por EEUU. La amplitud fue evidente. El panegírico de Mauricio Claver-Carone sobre el ministro; la red de relaciones de Massa con el Comité Judío Americano y el conglomerado anticastrista que reúne a republicanos y demócratas; su relación con Bob Menéndez, el senador demócrata por New Jersey, con quien Massa tenía previsto cenar el jueves, pero se canceló por el COVID positivo del legislador.
Mientras se mueve en ese círculo con epicentro en Miami, Massa arma un puente aéreo, vía Sabino Vaca Narvaja, con Beijing. Tiene previsto viajar a China en octubre en busca de un acuerdo que le permita reactivar el swapp por U$S 9 mil millones que venía negociando Martín Guzmán y que entró en zona gris tras el estallido de la guerra en Ucrania. El martes pasado, en una cena en la residencia de Jorge Argüello en Washington, Massa le contó a su amigo Juan González, asesor especial de Biden, que gestiona para que se acelere el envío de fondos chinos para las obras de las represas de Santa Cruz y que viajará a Beijing. Necesidad de multilateralismo: la empatía está en Occidente, pero los recursos en Oriente.
No todos. El crédito que antes de septiembre, según prometió Claver-Carone, llegarán del BID tendrán un efecto en el mercado interno: con esos millones extra en las reservas, Massa podría negociar con más espalda sobre la continuidad o no del dólar soja que anunció el domingo, unas pocas horas antes de partir hacia EEUU, al punto que a muchos funcionarios los hizo ir a la reunión con las cerealeras ya con la valija porque de ahí partirían, en un vuelo con varias escalas, hacia Washington. En la primera semana del dólar soja versión Massa, se liquidaron u$s 1.700 millones.
Dólar Mundial
La pesca de dólares para robustecer las reservas, en la clave que lo procesa Massa, tiene un deadline antes de fin de año, vinculado con la cantidad de argentinos que viajarán a Qatar para el mundial de fútbol, una salida de dólares que una fuente oficial estimó, junto a otros movimientos en los últimos cuatro meses del año, de mil millones. Desde la AFIP, Carlos Castagnetto, mandó a cruzar datos de los que compraron entradas y detectó que casi un tercio del universo analizado eran monotributistas de las categorías más bajas, teóricamente sin ingresos declarados suficientes, para poder afrontar esos gastos.
En la cima del gobierno apareció, por ahora inorgánicamente, por contactos de empresarios con funcionarios, una preocupación sobre la salida de dólares Qatar mientras el sector industrial tiene dificultades para importar. ¿Es posible que desde la UIA se pida públicamente, como se ha hecho en privado, que el gobierno tome alguna medida para evitar la sangría de dólares mundialistas para priorizar que se usen para la importación?
“Para muchos, el dólar turista sigue siendo barato”, dicen en el equipo económico y analizan medidas para ponerle un corset al menos a algunas operaciones. Se detectó, por caso, que hay compra de propiedades en Uruguay con dólar tarjeta, en cuotas mensuales. Massa escucha las demandas -en el US Chambers se la planteó la falta de dólares para importar- pero evita las promesas. Es un ejercicio novedoso en el ministro que, como candidato permanente, no estaba acostumbrado a decir que no. Por momentos, parece, aprendió a hacerlo un gesto para estirar, todo lo posible, la expectativa que generó su llegada.
De Cristina al FMI
Antes de regresar a Buenos Aires, Massa se verá con Kristalina Georgieva, titular del FMI, y con David Lipton y Micheal Kaplan, del Departamento del Tesoro de EEUU, cuya jefa es Yanet Yellen. Lipton fue, hasta acá, una pesadilla para el gobierno argentino. Con Kaplan, Massa quiere explorar un asunto hipersensible, que aparece en sus sueños más intensos, sobre el acuerdo de colaboración tributaria entre Argentina y EEUU, una medida de difícil aplicación política que implicaría aumentar la base tributaria de la AFIP en u$s 100 mil millones gracias a las tenencias no declaradas argentinos en los Estados Unidos.
Massa tiene, como casi nadie tuvo desde que comenzó la era K en el 2003, una libertad enorme para negociar, acordar, para darse fotos y abrazos. Quizá se lo deba, en parte, a Martín Guzmán que terminó jaqueado por Cristina Kirchner que no pudo tener lo que sí tiene Massa y que, como nadie, con cierta brutalidad, explicó Claver-Carone cuando habló de políticas cohesivas. Acá se traduce como la suma de los poderes, eso que Guzmán pidió hasta último momento y, según su versión de la historia, definió su salida cuando le pidió a Alberto Fernández que desplazara al equipo de la secretaría de Energía.
Massa, que tiene encriptadas la frecuencia y profundidad de charlas con la vice, se mueve en una órbita donde el centro de su universo no es, como para el resto del FdT, el atentado contra Cristina. En el gobierno siguen con más expectativa que certezas cómo administrará la vice, pero también Máximo Kirchner, el ataque sufrido. Un indicio fue la convocatoria que Eduardo “Wado” De Pedro hizo a un diálogo político. Al día siguiente del atentado, cuando Alberto Fernández convocó a empresarios y sindicalistas a Casa Rosada, excluyó expresamente a los partidos políticos para que esa instancia operara a través del Congreso.
Había una razón: unas horas antes, dos gobernadores de JxC, Rodolfo Suárez de Mendoza y Gerardo Morales de Jujuy, habían desautorizado el decreto de feriado nacional dispuesto por el presidente. “Con eso, ya sabíamos que no iban a venir”, se explicó entonces. Al fracasar la vía parlamentaria, “Wado”, el cristinista más digerible para el universo opositor, retomó la convocatoria. Puede, como otras instancias, volver a fallar pero de mínima mete una cuña en la interna de JxC.
Al menos temporalmente, en paralelo a que amainó la interna del FdT, se escaldó la convivencia interna en Juntos. La temporada de pase de facturas la estrenó Elisa Carrió pero desde sus parrafadas, JxC enfrentó un conflicto nuevo cada semana, episodios que no se cierran sino que se superponen unos sobre otros y se potencian. Massa no dice nada todavía pero, quizá, en algún momento haga realidad el temor de Juntos y mande a proponer, con el argumento de reducir el gasto electoral, las PASO. Esa suspensión sería un problema monumental para la oposición que no sabe, todavía, como resolverá la candidatura del PRO. No solo de pesos en la calle y dólares en el Central depende la suerte del FdT en el 2023.
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