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Memoria en riesgo

La falta de financiamiento abre preguntas sobre el futuro del Archivo de Abuelas de Plaza de Mayo

El Archivo Biográfico Familiar ofrece a cada nieto o nieta, en el momento de la restitución de su identidad, la oportunidad de conocer la historia de sus padres desaparecidos.

María Noel Alvarez

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En el corazón de la Casa x la Identidad, en el predio de la ex Esma, se custodia un tesoro invaluable: el Archivo de Abuelas de Plaza de Mayo. Con más de 2.000 unidades documentales, este archivo contiene información crucial: aquella que permite reconstruir la historia del activismo desplegado por las abuelas para encontrar a los más de 500 niños y niñas desaparecidos durante la última dictadura militar. 

En sus más de 40 años de historia, Abuelas de Plaza de Mayo ha recopilado notas de prensa, publicaciones, cartas y documentación relacionadas con su militancia por los derechos humanos. Además, en 1998 creó el Archivo Biográfico Familiar, que ofrece a cada nieto o nieta, en el momento de la restitución de su identidad, la oportunidad de conocer la historia de sus padres desaparecidos mediante fotografías, cartas, objetos y testimonios de sus amigos y familiares. Se trata de información sensible e íntima que, ante el recambio generacional y las amenazas presentadas por la actual coyuntura política, despierta nuevos debates y preocupaciones. ¿Cómo se preserva este  archivo único en el mundo? ¿Cómo se gestiona el acceso a la  información que alberga? ¿Con qué fondos y recursos se digitaliza y se protege este material? 

Para poner en valor este archivo y garantizar su adecuada preservación, en 2020 se realizó un acuerdo entre Abuelas de Plaza de Mayo y Conicet, con la coordinación de la historiadora Isabella Cosse y la antropóloga Carla Villalta. El pasado 10 de julio, se presentaron los resultados de tres años de trabajo, en los que se contribuyó a jerarquizar sus documentos, contextualizarlos, organizarlos y abrir el debate respecto del acceso y usos en el presente y futuro de este acervo documental. 

Mario Pecheny, doctor en Ciencias Políticas y miembro del directorio del Conicet, explicó: “Los archivos no solo nos remiten al pasado, también tienen un carácter performativo en el presente: producen preguntas y preocupaciones por la generación que viene y las que todavía no están, ¿qué uso harán de este archivo? ¿Cómo aporta a la transmisión de nuestra memoria?”. 

Una de las cuestiones más delicadas que presenta el Archivo Biográfico Familiar es el cuidado de la información confidencial y privada que contiene. Se trata de un archivo de recuerdos, con testimonios orales de amigos y familiares de las personas desaparecidas, fotografías que transmiten emociones y contribuyen a los procesos de reconstrucción de identidad. Cada caja que espera su destinatario fue creada para ese nieto o nieta que las abuelas buscan incansablemente. Puede ser pensado como la contracara de otro gran hito de la colaboración entre la ciencia y Abuelas, el Banco de Datos Genéticos. Mientras uno resguarda la información genética que permite establecer los vínculos biológicos entre las personas que tienen dudas sobre su identidad y los familiares que las buscan, el otro aporta a conocer las historias y recomponer los lazos que el poder dictatorial intentó borrar.

Hasta el presente, el acceso al Archivo Biográfico Familiar es exclusivo para los nietos restituidos. Sin embargo, a partir de unas jornadas realizadas en 2023 en las que participaron más de 100 archivistas, investigadores y estudiantes, se comenzó a debatir la posibilidad de su apertura para otro tipo de consultas. “Se trata de un acervo de enorme riqueza y propusimos una reflexión en torno a otros usos que puede tener este archivo, o algunos de sus documentos. Por ejemplo, para el arte, como la obra de teatro La Memoria Futura, que hicieron Luciana Mastromauro y Eugenia Pérez Tomas a partir de las voces de las abuelas. Desde las ciencias sociales, aportamos a pensar el archivo no sólo como una fuente de la cual extraer datos, sino comprenderlo como algo vivo que se va modelando con las operaciones del presente”, explicó Carla Villalta, antropóloga, investigadora de Conicet y una de las coordinadoras del convenio.  

En el momento de su restitución, cada nieto o nieta recibe en una caja el archivo biográfico familiar de sus padres desaparecidos. Los testimonios coinciden en el enorme valor emocional que tiene recibir dicho material durante ese delicado proceso. “Recibí mi caja en el 2015, cuando todavía tenía muy fresca la noticia de mi identidad. Para mí, fue un elemento muy importante para reconstruir la historia de mis padres, diferentes momentos de su vida, su infancia y su militancia”, contó a elDiarioAR Jorge Castro Rubel, nacido en la ESMA en junio de 1977, hijo de Ana Rubel y Hugo Alberto Castro. “Lo esperaba con ansiedad y llegó en un momento en que estaba en pleno descubrimiento, era como una esponja –siguió–. Me permitió recuperar las voces de quienes ya no estaban con vida para contarme sus recuerdos. Además, como papá, sé que el archivo queda en nuestra familia para el día de mañana responder también nuevas preguntas que puedan tener mis hijos”.

Ante el avance de discursos no solo negacionistas, sino reivindicativos de los crímenes de la última dictadura militar, el archivo de Abuelas cobra aún más importancia. Como explica la historiadora Cosse, “este un archivo que ha cumplido una función crucial en la búsqueda y restitución de los nietos, pero también tiene una gran importancia para el conocimiento histórico de la violación de los derechos humanos y las luchas de los organismos”. “A su vez, aporta a la transmisión intergeneracional de la memoria sobre el pasado, y creemos que tiene un papel aún más central hacia el futuro. En este momento es clave defender la importancia de los archivos y su papel en la cultura democrática. El hecho de que se puedan mostrar los documentos, los objetos, los vestigios materiales de ese pasado, tiene muchísimo valor”, agrega.

La preocupación por los archivos de la historia reciente ha cobrado actualidad en los últimos meses. Recientemente, los organismos de derechos humanos denunciaron el desmantelamiento de los Equipos de Relevamiento y Análisis (ERyA) de los archivos de las Fuerzas Armadas y fue despedida una gran parte del personal civil del Ministerio de Defensa que trabajaba en esas tareas. Además, ante rumores de un decreto que busca quitarle facultades de investigación a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), el juez federal Ernesto Kreplak ordenó esta semana la preservación de toda la documentación de ese organismo. 

Al indagar por los desafíos en la preservación del archivo de Abuelas, Carla Villalta explicó: “El riesgo hoy es la falta de recursos financieros. Estamos en un contexto no solo de repliegue del apoyo estatal, sino también de los apoyos internacionales. Por eso, Abuelas ha abierto una campaña de donaciones. La principal amenaza hoy a este archivo es la falta de financiamiento para sostenerlo”. 

Archivos como el de Abuelas nos interpelan sobre el legado que buscamos dejar a las generaciones siguientes, como resguardos de la memoria más allá de las disputas del presente y como testigos de una cultura democrática en permanente construcción. 

MNA/DTC

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