Frente a los tribunales y tras el femicidio de Úrsula, miles de mujeres volvieron a exigir “Ni Una Menos” en todo el país
“Nunca pensé que nos iba a pasar esto. Nunca pensé que yo iba a estar acá, en una marcha, pidiendo que se haga Justicia por mi ángel, que no la olvidemos”. Patricia Nasutti, la mamá de Úrsula Bahíllo, habla con elDiarioAR a medida que entra a la Plaza Lavalle con una bandera que tiene la foto de su hija, víctima de un femicidio en manos de su ex novio, policía de la Provincia. “El Presidente se comprometió a trabajar para que no haya más Úrsulas y le creo, confío en él. Sé que me va a cumplir”, suma. Antes de caminar por esta plaza se había reunido con Alberto Fernández en Casa Rosada.
El remolino de cronistas de radio, televisión y gráfica la envuelven a ella y a Adolfo Bahíllo, su marido: caminan lentamente hacia el Palacio de Tribunales de la Plaza Lavalle, donde una de todas las banderas colgadas dice “Ni Una Menos, vivas nos queremos” y otra, “¿Qué piba nos va a faltar mañana?”. El edificio público está blindado con vallas. Como varios de los tribunales de distintas ciudades del país en las que se replicó esta convocatoria feminista: Córdoba, Mar del Plata y Tucumán fueron apenas algunas.
Una chica pega con cinta scotch un papel afiche a otros dos que ya estaban juntos: necesita más espacio para escribir con témpera violeta el nombre de las mujeres asesinadas por violencia de género durante 2021. Sólo después del femicidio de Úrsula, que fue el 8 de febrero, hubo otros cuatro. Otra chica les marca el ritmo a sus compañeras de batucada. Van a tocar y van a cantar “esta es la calle, el ni una menos, la policía no va a cambiar, es el Estado, son los gobiernos, y los vamos a enfrentar” al ritmo de Bella Ciao, esa melodía de los partisanos italianos que aprendimos mirando el atraco más taquillero de los últimos años.
“Marchamos porque estamos vivas pero no sabemos hasta cuándo”, dice la cartulina de un grupo de adolescentes que llegaron hasta Plaza Lavalle con barbijos peronistas: uno con Evita, otro con Cristina Fernández, otro con Perón y Eva. Están del lado de la manifestación en el que se concentran banderas justicialistas: de La Cámpora, del Movimiento Evita y de Encuentro Puebla, entre varias organizaciones. Del otro lado de la plaza se concentran las agrupaciones de izquierda: el Plenario de Trabajadoras del Partido Obrero, Las Rojas y el MST. Y es ahí donde se concentran también las canciones que destacan la responsabilidad del Estado y, especialmente en el caso de Úrsula, de la policía de la Provincia y del ministro de Seguridad, Sergio Berni.
Se ven en las veredas las siluetas de cuerpos que sirven para identificar la posición en la que es encontrado un cadáver. En esta marcha, como en tantas otras que exigen la erradicación de la violencia de género, algunas artistas se desnudaron y metieron sus torsos en bolsas antes de recostarse en esas siluetas. Es sólo una forma de advertir sobre la brutalidad de los femicidios a los que está expuesta una mujer cada 30 horas en la Argentina. “Basta”, dicen los carteles enormes que rodean a las mujeres envueltas.
En medio de las miles de personas que ocupan la Plaza Lavalle caminan madres y padres de víctimas de femicidios. Gustavo Melmann, el papá de Natalia, Jimena Aduriz, la mamá de Ángeles Rawson, y María Inés, la mamá de Milagros Orieta. Llevan alguna foto de sus hijas colgadas del cuello, o en la mano, o en la remera, y ningún remolino mediático alrededor.
Las batucadas se interponen entre sí y hay que afinar el oído para entender lo que se dice en cada rincón de esta manifestación. Pero se multiplican los carteles que exigen “Justicia feminista”, “Queremos la reforma judicial” y “Paren de matarnos”. Rodeada de sus amigas, adolescentes como ella y cada una con un mate, una chica filetea sobre una cartulina: “Nos quitaron tanto que acabaron quitándonos el miedo”, escribe.
Sobre Lavalle, justo frente a la Plaza, una mujer que imprimió el dibujo de la cara de Úrsula Bahíllo a color en una hoja A4 para llegar a Tribunales comparte el banco de cemento con otra que tiene el número que acaba de sacar en la sede de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que funciona en esa cuadra. Tiene quince personas delante suyo: esperan para hacer alguna denuncia o para pedir asistencia.
Parado en el pasto, un hombre ofrece pañuelos a 100 pesos. El verde que representa la lucha por el aborto legal, el violeta que simboliza la lucha contra la violencia de género, y uno blanco que dice “Justicia”. Estampó 200 y los trajo. Sabe que si no vende todos este miércoles vendrán otras oportunidades.
JR
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