Un biólogo investiga a las ballenas y utiliza sus conocimientos para ayudar a identificar personas desaparecidas
“Qué bicho hermoso…”, dice el biólogo Luciano Valenzuela después de ver a un grupo de delfines lisos nadar a gran velocidad en paralelo al velero Witness, que cuatro días antes había dejado atrás el puerto de Mar del Plata y navegaba por aguas internacionales. El científico se encuentra a bordo del barco a vela junto a tres colegas del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) y activistas de Greenpeace, la organización ambientalista dueña de la nave, en un primer viaje de reconocimiento de las áreas del Mar Argentino donde el Gobierno y la industria de hidrocarburos buscarán pronto gas y petróleo y que coinciden con las zonas de alimentación y migración de mamíferos marinos protegidos, como la ballena franca. El delfín liso ha sido una sorpresa que ha dejado a Valenzuela con la impresión de haber visto algo único y maravilloso.
“Es un delfín extremadamente raro de ver. Si bien estamos lejos de la costa, para ellos no lo estamos porque son delfines oceánicos, pelágicos -de aguas abiertas, fuera de la plataforma continental-, que inclusive se suelen ver más al sur, en aguas de alta latitud. Y verlos realmente demuestra la alta biodiversidad que tienen estas zonas que estamos visitando porque vimos especies reportadas, como la ballena piloto, el delfín común, el delfín oscuro, inclusive el delfín austral. Pero ver delfín liso para mí es extraordinario”, afirmó en diálogo con elDiarioAR, también a bordo del Witness por invitación de Greenpeace.
Ahora estamos hablando de exploración petrolera en áreas muy difíciles y eso es otra escala de peligrosidad
Además de ser blanco y negro, el liso es una de las pocas especies de delfín que no tienen aleta dorsal, posiblemente una adaptación para poder nadar más rápido en aguas abiertas, explicó el biólogo.
El velero zarpó del puerto de Mar del Plata el 3 de mayo y llegó a unos 500 kilómetros al este de Península Valdés. Recorrió parte del Talud Continental, en aguas internacionales, donde termina la plataforma continental argentina. En estas áreas, comenzará muy pronto la exploración sísmica y la explotación de gas y petróleo con plataformas offshore de YPF y Shell en alianza con la noruega Equinor, en la primera etapa.
“Desde hace años, venimos planteando que estas aguas, que suelen estar a la altura del norte de la Patagonia, son muy importantes para los animales de la población de Península Valdés e inclusive para la población de Brasil. Venir a esta expedición nos posibilita tener la chance de poder observarlas en el lugar que nosotros estamos prediciendo que deben estar alimentándose”, aseguró Valenzuela, quien sostuvo que realizar una expedición marítima de este tipo ha sido muy difícil “por el costo y por prioridades de investigación de las distintas instituciones nacionales y gubernamentales, en las que el foco se pone, por ejemplo, en pesquerías, cosa que está muy bien. Hay que entender la oceanografía, los lugares, las pesquerías, la productividad primaria. Pero la ballena franca ha sido siempre muy estudiada en la costa, en área de cría y muy poco estudiada en las áreas de alimentación”, como las aguas en las que navega el Witness.
-De las especies que se pudieron ver a bordo del Witness en los últimos siete días, ¿cuál otra le llamó la atención?
-Obviamente, ver orcas fue increíble porque es un animal muy carismático. Vimos un grupo de orcas compuesto por machos, hembras y creemos también por una cría. Y también ver la agregación de tantos delfines y aves fue súper interesante. No fue inesperado, pero fue muy lindo ver las ballenas jorobadas. Estas ballenas jorobadas que vemos en esta zona seguramente pertenecen al área de cría del archipiélago de Abrolhos, en Brasil, y que migran hacia la Antártida a través de este corredor de alta productividad. El avistaje y los varamientos de ballenas jorobadas están aumentando en Argentina, particularmente en la provincia de Buenos Aires, sobre todo de animales juveniles. Eso quiere decir que hay un incremento grande de esta población, por suerte. Pero debemos estar preparados también para ver qué ocurrirá con todos los efectos antrópicos sobre las ballenas que están alimentándose y nadando en este sector y también cercano a la costa.
“Esta expedición la estamos haciendo en mayo, cuando es un poco tarde para ver a las ballenas francas y a otras especies que se están alimentando en esta zona. Nosotros predecimos que es muy usada a fines de febrero y otoño. Ahora las ballenas están en un viaje hacia la Península Valdés y se están redistribuyendo en el área”, aseguró el biólogo.
-Después de tantos años de estudio e investigación, ¿creyó alguna vez que la expansión de la frontera petrolera iba a llegar tan lejos en estas áreas del Mar Argentino?
-No. Durante muchos años pensé que Argentina no iba a incursionar en la explotación petrolera en esta zona. Argentina lo hace desde hace muchos años en el sur, pero con plataformas petroleras de baja profundidad. Ahora estamos hablando de alta profundidad. No estamos hablando de buscar gas y petróleo a 200, 300 o 400 metros. Ahora estamos hablando de exploración y explotación petroleras en áreas muy difíciles, en el Frente del Talud y en grandes profundidades, lo que normalmente se llama deep water, y eso es otra escala de peligrosidad y complejidad. Nunca nos tenemos que olvidar del accidente de Deepwater Horizon, en el Golfo de México. Fue uno de estos casos, fue un pozo de alta profundidad y no pudieron contenerlo. Fue uno de los desastres ambientales más grandes de las últimas décadas. Son impactos muy profundos a largo plazo y con consecuencias negativas para el ecosistema y las economías regionales.
De las ballenas a los humanos
Valenzuela estudió Ciencias Biológicas en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y trabaja actualmente en el CONICET, en el Laboratorio de Ecología Evolutiva Humana de la Facultad de Ciencias Sociales, en una subsede en Quequén de la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires.
Se crió en la localidad de Tres Arroyos, en el sur bonaerense y al igual que sus colegas Mariano Sironi y Carina Marón, también a bordo, es discípulo de Victoria Rowntree, directora del Programa Ballena Franca de Ocean Alliance, una de las primeras organizaciones del mundo dedicada a la protección de los cetáceos.
En 2002 viajó a Estados Unidos para realizar su primera investigación sobre la ballena franca austral y cursar un doctorado en Ciencias Biológicas en la Universidad de Utah, y terminó radicándose en ese país, donde continuó investigando. Hasta que regresó al país hace unos diez años con el programa de repatriación de investigadores Programa Raíces.
Sus estudios en Estados Unidos sobre la ballena franca le permitió aprender una técnica que trajo a Argentina y que actualmente aplica para la identificación de personas desaparecidas junto al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
“Es una técnica muy novedosa -afirmó Valenzuela-, que muchos países están empezando a usar, por ejemplo para identificar migrantes que mueren en las fronteras y luego no se sabe de dónde vienen, como en la frontera de México y Estados Unidos. Somos muy poquitos grupos los que en Sudamérica estamos intentando que esta técnica se conozca y se empiece a aplicar en casos forenses”.
-¿Cómo determina que estas zonas, que coinciden con la inminente exploración sísmica y explotación petrolera, son clave para los mamíferos marinos y otras especies?
-En 2008 terminé mi doctorado utilizando una técnica de análisis que se llama “análisis de isótopos estables”. Con estos análisis empezamos a ver que había una proporción de la población de ballenas francas de Península Valdés que tenía una marca química en su piel, determinada por los isótopos estables, que representaba alimentación en aguas de la plataforma continental argentina o el Frente del Talud Continental, posiblemente en latitudes frente a la provincia de Buenos Aires. En los últimos años, esas predicciones se han mejorado por colaboraciones internacionales y porque entendemos mucho más de esta técnica de isótopos estables. Hoy, esos análisis nos dan cuenta de que esta zona de alimento es muy importante para estos mamíferos.
-¿En qué consiste esta técnica?
-Se basa en que tanto las ballenas, como otros animales y los seres humanos, adquieren una marca química de isótopos estables en sus tejidos que representan en qué lugar se alimentaron. Distintas regiones o áreas de alimentación tienen distintas concentraciones de isótopos estables y eso permite diferenciarlas.
-¿Qué más permite conocer esa técnica sobre las ballenas?
-La genética mitocondrial nos permite hacer seguimiento de las líneas maternas, es decir, qué animales están relacionados entre sí a través de la línea materna. Al combinar las dos técnicas, nos permitió ver qué animales que se alimentaban en la misma área o en áreas muy cercanas, también tenían una genética muy similar y estaban emparentadas maternalmente. Pudimos, entonces, ver que hay líneas maternas que se alimentan más al norte y otras líneas maternas que se alimentan más al sur, y esa división se mantiene a través de muchas generaciones.
-¿Hay una transmisión de conocimiento entre generaciones?
-Exacto, eso es una transmisión cultural de madres a hijos e hijas. Es decir, y esto podría parecer obvio, las madres les enseñan a sus crías adónde ir a alimentarse y esa información se transmite de generación en generación. Esto se sabía sobre otras ballenas del hemisferio norte, pero no lo sabíamos sobre ninguna especie de ballena del hemisferio sur porque las zonas de alimentación están muy alejadas de la costa. Estos animales son muy inteligentes y tienen una memoria tanto individual como colectiva. No están al azar por el océano, viendo qué comer. Saben bien a dónde ir.
-¿Las ballenas son una organización matriarcal?
-Sí, podríamos decir que es una organización matriarcal. La diferencia que tienen estos animales con otros que sí los llamamos estrictamente matriarcales, como las orcas, es que estos animales no forman grupos familiares unidos. Los grupos que vamos a encontrar son madres y crías, y a veces grupos de socialización de juveniles o animales que viajan en pares o de a tres, que no están relacionados genéticamente entre sí, pero sí tienen una fidelidad de sitio o una transmisión cultural de esa información a través de la línea materna.
-Actualmente, trabaja con esta misma técnica pero para ayudar a encontrar personas desaparecidas junto al Equipo Argentino de Antropología Forense…
-Si, el análisis de isótopos estables se puede utilizar para conocer el origen geográfico potencial de la persona, tanto en su niñez, cuando analizamos dientes, como dónde pudo haber pasado los últimos años de vida, cuando analizamos huesos. Hemos trabajado con el EAAF en varios casos.
-¿Primero lo aplicó en el estudio de ballenas y después vio que se podía aplicar a las personas?
-Sí, mi primera aplicación fue durante mi doctorado con las ballenas, en la Universidad de Utah, en Estados Unidos. Usé la técnica para entender la migración y la dieta de las ballenas. Luego, ya trabajando en otro laboratorio de la misma universidad, hacíamos análisis de isótopos estables de restos óseos de personas. Pueden ser dientes, huesos, cabellos, uñas, que nos permiten hacer una reconstrucción temporal de los lugares donde esta persona vivió, tanto en la niñez como de adulto, o inclusive en los últimos meses o semanas. Trabajábamos directamente con investigadores de justicia para resolver problemas de identidad de víctimas e inclusive ayudar a cambiar la carátula de un caso archivado o “cold case” a una investigación por homicidio.
ED
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